El presidente de la república Emilio Aguinaldo decretó que los españoles fueran considerados amigos por resistir durante un año el asedio de las tropas tagalas en Baler
Carlos Ovejas, responsable de la Ponencia de Ultramar dentro del Instituto de Historia y Cultura Militar, desvela a ABC los pormenores de una defensa en la que los rebeldes llegaron a usar la guerra psicológica contra los hombres de Saturnino Martín Cerezo
Emilio Aguinaldo, el primer presidente de la República de Filipinas, le dio a los héroes de Baler lo que la España del 98 no pudo ofrecerles por culpa de la convulsión que reinaba tras la pérdida del imperio colonial: reconocimiento. Y es que, aunque nadie puede negar que estos valerosos héroes obtuvieron pensiones y medallas, lo cierto es que su gesta quedó en parte enterrada bajo una ingente cantidad de enfrentamientos políticos y tensiones entre partidos. El líder rebelde, por el contrario, honró su memoria con un decreto en el que reconocía que se habían hecho «acreedores de la admiración del mundo» y habían demostrado un valor solo propio «de los hijos del Cid y de Pelayo». Seguir leyendo La admiración del enemigo por los Últimos de Filipinas: «Los españoles han hecho una epopeya digna del Cid»