El famoso reportero gráfico tomó miles de fotografías en el conflicto español, pero solo quiso escribir un artículo: el de la cruenta batalla de Teruel para el periódico francés «Ce Soir»
«Cuando se redujo toda resistencia, buscamos a la población civil. Fue un espectáculo horrible, más trágico de todo lo que habíamos visto hasta entonces. Más de cincuenta personas, mujeres y niños, en su mayoría cegados por la luz, nos mostraron sus rostros cadavéricos, manchados de sangre y mugre. Llevaban 15 días en el subsuelo, viviendo en un terror continuo, alimentados de restos de comidas de la guarnición y de algunas sardinas que les tiraban diariamente. Muy pocos tuvieron fuerzas para levantarse: hubo que ayudarlos a salir. Es imposible describir una escena tan penosa».
Fue por escenas como esta que describe Robert Capa por las que el mítico fotógrafo húngaro se decidió a publicar la única crónica que escribió durante la Guerra Civil española. Lo hizo el 8 de enero de 1938 en «Ce Soir», el periódico francés donde también colaboraron Henri Cartier-Bresson y David Seymur, con quienes después fundaría la agencia Magnum. Ambos bandos eran conscientes de la importancia de la batalla de Teruel y, dos semanas antes, habían movilizado respectivamente a unas serie de corresponsales españoles y extranjeros con un objetivo claramente propagandístico.
El 22 de diciembre de 1937, la edición de ABC en Madrid informaba de dicha invitación por parte del Ministerio de Defensa de la República. Por parte de este diario fue Lázaro Somoza Silva, en un grupo en el que se encontraban muchos de los grandes periodistas y escritores de la época, tales como Malraux, Ernest Hemingway y, entre otros, el inseparable compañero de Capa, Herbert L. Matthews, enviado especial del «New York Times». Por parte del bando franquista llegaron Harold Cardozo, William Carney, Harold Kim Philby, Peter Kemp, Edward Neil, Bradish Johnson y Richard Sheepshanks. Los cuatro últimos —de agencias tan importantes como Associated Press o Reuters— fueron víctimas de un obús que impactó cerca del vehículo en el que se resguardaban del frío en las inmediaciones de Teruel, según cuenta Pedro Corral en «Si me quieres escribir: la batalla de Teruel».
Capa y Matthews tuvieron más suerte cuando consiguieron llegar a Teruel. Robert Capa había tomado ya miles de fotografías en diferentes frentes de España, pero esta fue la única vez en la que se digno a cambiar su cámara por una máquina de escribir. En su portada, «Ce Soir» tituló aquel artículo como «Los dramáticos combates en Teruel». El subtítulo decía: «Visiones del horror en el palacio del Gobierno Civil, por nuestro enviado especial R. Capa». Le acompañaba la famosa imagen tomada por él mismo de un soldado republicano haciendo guardia entre las ruinas del edificio.
No hay que olvidar que Teruel fue la batalla que más interés mediático despertó de la guerra. La ciudad había sido conquistada por las tropas de Franco, sin apenas resistencia, en julio del 36, lo mismo que las otras dos capitales de provincia aragonesas. Pero a finales de 1937, Teruel pasó a ser un objetivo prioritario para los republicanos, que querían desviar el previsible avance de los sublevados hacía Madrid.
Cuando los dos bandos se encontraron en las calles de la ciudad y los corresponsales hicieron acto de presencia en medio del fuego cruzado —fue allí donde nació la obsesión de estos por ser testigos presenciales de la lucha y los primeros en transmitir las noticias— las condiciones meteorológicas eran extremas. Las temperaturas alcanzaron los -25 °C y se calcula que 15.000 combatientes sufrieron congelaciones. Por eso, en la primera parte de su artículo, Capa describe su odisea hasta llegar a Teruel a causa el temporal y describe, además, las calles vacías al entrar en la ciudad y el cielo «extraordinariamente claro a pesar del intenso frío». Y a continuación se centra en el ataque de la 84ª Brigada al mencionado palacio del Gobierno Civil, el 3 de enero de 1938, donde se refugiaban los últimos soldados franquistas tras la toma de gran parte de la ciudad.
El edificio de tres plantas se encontraba prácticamente reducido a escombros, lo que no impidió que el fotógrafo y Mathews se internaran en él junto a un destacamento republicano. Lo contaba también el corresponsal del «New York Times» en sus memorias: «El edificio acababa de ser minado, de manera que Capa y yo nos acercamos rápidamente para ver lo que estaba sucediendo. Toda la parte de la fachada lateral que daba al puente sobre el río Turia se había derrumbado, dejando al descubierto lo que no parecía ser más que un montón de vigas, trozos de paredes y cemento. Subiendo por aquel lado, los soldados republicanos se lanzaron al ataque y nos apresuramos a seguirlos como pudimos. El edificio se llenó de fuego de fusiles, disparos de pistolas y explosiones de granadas. Se necesitaba cierta capacidad de maniobra y prudencia para reconocer qué esquinas había que doblar y por dónde era mejor no sacar la cabeza».
«Una lucha sin piedad, con granadas»
Robert Capa, en esta única crónica de la guerra lo contaba así: «Empezó la lucha habitación por habitación. Una lucha sin piedad, con granadas. Todos los muros parecían haber sido minados: las explosiones resonaban por todas partes. Dominando los ruidos secos de los revólveres, entre los raros segundos de silencio que seguían al estallido de las granadas, se oían en el corazón del edificio los gritos de “¡Viva España!” y los quejidos de los desgraciados que los facciosos habían arrastrado con ellos para utilizarlos como rehenes en el momento de encerrarse en el palacio. Se avanzaba con extrema prudencia: no se sabía dónde se encontraban las mujeres y los niños. Los gritos se mezclaban con las explosiones. Al cabo de un instante apareció el primer prisionero: era un guardia civil, un hombre con el rostro descompuesto al que un joven de Teruel mantenía a raya con el revólver que acababa de quitarle».
A las 18.00 horas de aquel 3 de enero, el Ministerio de Defensa emitía un parte extraordinario sobre la conquista del Gobierno Civil por parte de la 84ª Brigada, en la que ocultaba haber recurrido a la voladura del zonas de la sede e incluía detalles que Capa, testigo presencial de aquella lucha, no contaba en su artículo. El fotógrafo húngaro permaneció unas horas más en la ciudad tomando algunas de las siete fotografías que acompañarían a su texto en «Ce Soir», entre ellas, la del paisaje arrasado por las bombas visto a través del boquete abierto en una pared, a través del cual miraban dos soldados.
Aquella conquista de Teruel por parte de los republicanos fue efímera, pues dos meses y medio más tarde los franquistas volvieron a tomar la ciudad, que quedó devastada. Capa nunca supo el trágico destino que deparó a 46 de aquellos republicanos de la Brigada 84ª de Teruel que protagonizaron su crónica: fueron fusilados por sus propios mandos a tres kilómetros de allí, dos semanas después de la publicación en «Ce Soir», por negarse a obedecer órdenes.
Fuente ABC