Trümmerfrauen, las mujeres que desescombraron las ciudades alemanas tras la Segunda Guerra Mundial

Trümmerfrauen entre 1946 y 1947/Imagen: Bundesarchiv, Bild, en Wikimedia Commons

Puede parecer algo baladí pero desescombrar un país medio demolido por los bombardeos es una tarea titánica para la que no basta el trabajo normal de empresas contratadas. Al acabar la Segunda Guerra Mundial una de las tareas fundamentales era despejar el terreno urbano de ruinas para poder empezar a reconstruir e incluso para circular, sin contar la eliminación del riesgo de derrumbe, y en esa labor tomaron parte no sólo las brigadas de obreros contratadas ad hoc y los prisioneros con pasado nazi sino también, y sobre todo, las mujeres alemanas. Las trümmerfrauen.

Se calcula que en Alemania había unos dieciséis millones de hogares de los que, al término de la contienda, había quedado destruida la cuarta parte por las bombas aliadas, más otro cuarto seriamente dañado. Ello incluía también edificios públicos de todo tipo, desde escuelas a sedes oficiales pasando por fábricas, etc. Todo ello sumaba en torno a cuatrocientos millones de metros cúbicos de escombros a retirar antes de poder acometer cualquier plan de reconstrucción.

 

Desescombrando Berlín en 1946/Imagen: Bundesarchiv, Bild, en Wikimedia Commons

El problema estaba en que no había personal suficiente para acometer semejante labor en un tiempo razonable. Se habían contratado empresas privadas pero éstas no encontraban la cantidad de personal que necesitaban, mayor de lo normal no sólo por el volumen de material a mover sino porque tampoco disponían de bastante maquinaria pesada para tanto: por un lado, desescombrar lo caído; por otro, desmontar, que no derribar, lo que quedase en pie pero no fuera seguro, con el objetivo de reaprovechar los ladrillos (lo que exigía quitarlos uno por uno); y asimismo, dada la escasez, se impuso la recuperación de elementos como vigas, sanitarios, tuberías, etc.

Todo el proceso se hacía de forma casi artesanal, usando picos, poleas y cabrestantes a manivela que luego se continuaba mediante cadenas humanas hasta los camiones o carros de mulas. Buena parte de dichas cadenas eran femeninas, ya que el porcentaje de hombres muertos, heridos o desplazados era considerable y ellas los superaban en número: hasta siete millones más, muchas viudas y con hijos a su cargo que se veían sin medios para salir adelante.

Haciendo ladrillos con piedra reaprovechada/Imagen: Bundesarchiv, Bild, en Wikimedia Commons

Por eso los Aliados movilizaron a las alemanas entre quince y cincuenta años de edad en aquella limpieza. La legislación germana imponía restricciones al trabajo manual de la mujer pero, dado que el régimen había caído, sus leyes quedaron proscritas a partir de julio de 1946 y las empresas fueron autorizadas a contratar a las que se empezó a conocer como trümmerfrauen (mujeres de los escombros, en singular trümmerfrau), aunque algunas eligieron libremente colaborar como voluntarias en las cuadrillas, que se repartían por las ciudades con zonas asignadas.

Pero la mayoría percibía un salario, por supuesto, siendo una parte en metálico (seis reichmarks y cuarenta y ocho pfennigs -el marco actual no se introdujo hasta 1948-) y otra en alimentos. Salían aproximadamente a setenta y dos pfennigs por hora, teniendo en cuenta que la jornada laboral duraba aproximadamente nueve horas, con una parada de veinte a treinta minutos para comer. No era mucho pero entre el dinero y la comida servía para compensar las limitaciones de la cartilla de racionamiento; téngase en cuenta que una simple barra de pan costaba ochenta reichmarks.

Mujeres trabajando en cadena/Imagen: Bundesarchiv, Bild, en Wikimedia Commons

Las trümmerfrauen y sus compañeros masculinos se organizaban en kolonne (columnas) de diez a veinte personas para formar las citadas cadenas humanas. Así iban transportando el material, del que, si estaban en un estado aceptable, se separaban los ladrillos, mientras que los rotos o no reutilizables se apilaban en montones para rellenar socavones o cráteres de explosiones en calles y carreteras, también muy dañadas. Algunas ciudades alemanas aún conservan restos de esas montañas de escombros. De hecho, la palabra escombro (trümmer) aparece a menudo en el vocabulario de esa época; por ejemplo, los trenes que transportaban cascotes se llamaban trümmerbahnen.

El trabajo de las trümmerfrauen no se limitó a Berlín sino que se repitió por muchas ciudades del país y de la vecina Austria, recibiendo homenajes postreros como reconocimiento a su esfuerzo; los hubo de muchos tipos, desde placas conmemorativas a monumentos, pasando por tiradas de sellos, estudios historiográficos, exposiciones, etc. Fue una forma de compensar cierta mala imagen con la que tuvieron que cargar durante años, a veces con cierta base pero otras de forma exagerada, como corresponde a toda generalización.

Monumento en honor de las trümmerfrauen de Dresde/Imagen: X-Weinzar en Wikimedia Commons

¿Por qué? Por dos razones. La primera, su instinto de supervivencia las llevaba a lo que vulgarmente se llama buscarse la vida, tal cual pasó con los wolfskinder (los huérfanos que vimos en otro artículo). Así, de muchas casas solían salir no sólo cargando con cascotes sino también con objetos que encontraban dentro y que podían vender para conseguir dinero extra. Podía ser cualquier cosa más o menos manejable pero fundamentalmente era ropa, fácil de esconder bajo la suya, o telas de todo tipo que luego llevaban a los sastres para que confeccionaran lo que se conocía como lumpenkleider (vestidos de trapo).

Y es que había escasez de vestuario, dado que las mujeres habían tenido que vender casi todo lo que tenían para poder comprar comida (es famosa la costumbre de colorearse las piernas para simular que llevaban medias), pero a la vez, ya que había acabado la guerra, se quería tener la sensación de normalidad, de volver a la vida cotidiana pre-bélica, y eso pasaba por cierta preocupación estética, sin contar el hecho de que los lumpkleider también podían venderse y proporcionar un extra.

Un soldado estadounidense de fiesta/Imagen: You Tube

Es decir, resurgía la moda, de posguerra pero moda al fin y al cabo, lo que nos lleva a la otra razón que explica la mala imagen: la confraternización con los soldados aliados. La palabra fraulein significa señorita pero en aquel contexto se usaba para designar a las que mantenían relación con algún soldado, algo que estuvo prohibido durante la contienda pero que después se hizo frecuente entre las que estaban solas, bien como una manera de conseguir comida, bien para obtener protección en tan adversas circunstancias.

Y, evidentemente, en eso tendrían ventaja las que mostraran mejor presencia, de ahí el extraordinario empuje que tuvo la confección textil artesana durante unos años con lo que se llamaba mitgebrachten stoffen (material recuperado). Algunas mujeres alternaban su trabajo como trümmerfrau con el oficio del amor, alqo que, irónicamente, favoreció la recuperación de esa cotidianidad de la que hablábamos antes al promover la apertura de cabarets y clubes nocturnos.

El personaje de Veronika Dankeschön, ligado a la vida licenciosa/Imagen: romanhefte-info

Pero, a la vez, señaló a todas las que participaban en los desescombros identificándolas con Veronika Dankeschön, un personaje ficticio creado para advertir a las tropas del peligro de contraer enfermedades venéreas. Lo triste fue que los hombres alemanes, al regresar a sus casas, asumieron todo aquello como cierto y al pie de la letra; dicen algunos sociólogos que probablemente por sentirse desplazados, al comprobar que de pronto dependían de sus mujeres para vivir.

Esta ambigua visión de las trümmerfrauen, positiva y negativa a un tiempo, parece que se dio únicamente en la parte occidental de Alemania, la ocupada por los Aliados. En la zona oriental, bajo control soviético, adquirieron el carácter casi de heroínas, ensalzándolas en la propaganda como símbolo de la clase trabajadora y piezas básicas de las Nationales Aufbauwerk (Obras de Reconstrucción Nacional). También es cierto que allí se incorporaron masivamente a las obras mientras que en la parte oeste la participación fue bastante menor y además, una vez encauzada la recuperación económica, tendieron a retomar sus roles tradicionales.

Fuentes: Bodies and ruins. Imagining the bombing of Germany, 1945 to the present (David Crew)/The Miracle Years. A cultural history of West Germany, 1949-1968 (Hanna Schissler)/Women and war. A historical encyclopedia from Antiquity to the present (Bernard A. Cook, ed)/Revenge of the domestic. Women, the family, and communism in the German Democratic Republic (Donna Harsch)/Selling the Economic Miracle. Economic reconstruction and politics in West Germany, 1949-1957 (Mark E. Spicka)/Wikipedia/LBV