A la caza del pirata

Ataque de piratas moros

El 17 de septiembre de 1779 por la mañana navegaban dos mercantes catalanes, uno era una polacra llamada San Francisco de Paula, su patrón Cristóbal Carsi, y la otra embarcación era la saetía Santa Teresa, su patrón Pablo Carretes, ambos transportaban carga de vino y aguardiente para los buques de guerra de la escuadra española , cuando fue visto un jabeque argelino de 12 cañones y unos 200 hombres que les seguía dispuesto a atacarles.

 

Los patrones determinaron, puesto que con su menguada artillería no podía oponerse a la de los piratas moros, retirarse a la cala de la Granadilla, distante una legua del pueblo de Xabea, cerca de Denia, mientras disparaban con fusilería y mosquetes a los argelinos que se acercaban peligrosamente.

Llegaron los tres buques casi al mismo tiempo a la cala, y mientras los piratas subían por las popas de las embarcaciones catalanas los marineros de estas escapaban por la proa en las lanchas, o se echaban a nado para tomar tierra, trepando por la montaña que circuye la cala, molestados entre tanto por un vivo fuego de los enemigos, de cuyas resultas perdieron la vida el patrón de la saetía y dos marineros.

Mientras estos huían y los argelinos trataban de sacar de la cala las dos embarcaciones mercantes acudieron al lugar los vecinos del pueblo de Xabea, para rechazar el ataque y defender a los marineros. Se juntaron en la montaña unos 50 hombres con escopetas, sufriendo y haciéndoles un fuego tan terrible que les obligó a abandonar las presas y escapar como pudieron en la lancha del jabeque y otra que habían tomado previamente de los dos mercantes.

Quedaron dos piratas muertos dentro de la saetía, retirándose el resto muy maltratados. Tanto que apenas podían manejar con cuatro remos cada lancha cuando antes llevaban ocho. Se cree por tanto que perecieron dos tercios de la numerosa chusma que se trasbordó a las embarcaciones catalanas, ya que uno de los marineros catalanes se había escondido en la saetía por no tener tiempo de huir e informó del descalabro que estos sufrieron en el ataque de los parroquianos. Estos últimos, que habían liberado con valentía las presas no sufrieron daño alguno. Ya estaban más que hartos de las reiteradas incursiones que los corsarios berberiscos hacían de tanto en tanto en sus costas, de ahí la rapidez con la que aparecieron y atacaron.

Simplemente se desquitaron.

Fuente: A Todo Babor