Un reciente estudio acerca de las condiciones climáticas del período Clásico Terminal deslegitima otro capítulo de la leyenda negra achacada a España
La decadencia de la civilización maya ha sobrevivido al paso del tiempo sumida en el misterio y las hipótesis varias. Nada concluyente. Los hay que han apuntado a un despilfarro de recursos naturales que se hizo insostenible. De igual modo, no faltan los arqueólogos e historiadores que han venido señalando a una continua guerra entre ciudades-estado como principal factor del colapso del tradicional sistema dinástico. Incluso existen doctos en la materia que han cargado la responsabilidad sobre la mochila del imperio español, que llegó al territorio ocupado por los mayas allá por el siglo XVI.
Pero no, el ocaso comenzó varias centurias antes. Concretamente, durante el periodo Clásico Terminal, aquel que se extiende desde el año 800 hasta el 1.000. Una sospecha alternativa sugirió hace tres décadas que fueron dañinas condiciones climáticas las que sentenciaron a una de las mayores culturas precolombinas. El deterioro de esta sociedad mesoamericana vino provocado por una sequía extrema que estremeció a los mayas en el momento mismo en que su poder se estaba deteriorando dada la combinación de refriegas internas e interrumpción de las rutas comerciales.
A tal conclusión ha llegado, ahora, un grupo de investigadores de las universidades de Cambridge y Florida. Los expertos desarrollaron un método para analizar los diferentes isótopos del agua -átomo que pertenece al mismo elemento químico que otro pero tiene distinta masa atómica- atrapada en yeso en el lago Chichancanab.
Los resultados no han podido ser más reveladores: en comparación a hoy día, la precipitación anual disminuyó entre el 41% y el 54%, con períodos de sequedad máxima en los que la reducción de lluvia alcanzó el 70%, amén de un descenso de la humedad relativa que oscila entre el 2% y el 7%. Como no es difícil intuir, semejante situación medioambiental tuvo unos efectos desastrosos sobre la agricultura y el rendimiento de cultivos básicos como el maíz se vio gravemente afectado.
Dicho conjunto acuoso se encuentra ubicado a 70 kilómetros de la ciudad mexicana de Mérida, en la península de Yucatán, donde estuvo basado el pueblo maya a partir del 250 d.C. Tal año marca el inicio de la era Clásica en la cultura maya y, también, el auge de la era en que este grupo indígena logró alcanzar su mayor esplendor.
En el plano científico destacan el uso del Cero, la creación del Sistema Numérico Vigesimal y las observaciones astronómicas con capacidad de predecir eclipses solares y lunares con gran precisión. La época estuvo igualmente marcada por el desarrollo intelectual y artístico, así como por el apogeo de una arquitectura monumental: fastuosos templos, calzadas o multitud de viviendas y tumbas dan fe de ello. Por último, durante el Clásico asistimos a un desarrollo social y político forjado en torno al crecimiento de colosales ciudades-estado.
El método
El procedimiento geoquímico empleado mide los diferentes isótopos del agua atrapada dentro de la estructura cristalina del yeso, un mineral formado en tiempos de sequía al bajar el nivel del agua. Así, es posible determinar los cambios de chubascos y humedad relativa coincidentes con el «crepúsculo» de los mayas.
La razón científica radica en la regla que dicta que, en momentos de agostamiento, se evapora más agua y, dado que la volatilización de los isótopos más ligeros es más rápida, ésta se vuelve más pesada. Por ende, una superior proporción de los isótopos de mayor peso, como el oxígeno-18 y el hidrógeno-2 (deuterio), indica un estado de sequía.
«Este método es altamente preciso y es casi como medir el agua en sí», declara Nick Evans, uno de los autores de «Quantification of drought during the collapse of the classic Maya civilization», en el comunicado emitido por la Universidad de Cambridge. En el mensaje se desliza que, para recrear la historia del agua del lago comprendida entre los años 800 y 1.000, los expertos analizaron las capas de lodo del fondo: «Cuando se forma yeso, las moléculas de agua se incorporan directamente en su estructura cristalina y registran los diferentes isótopos que estaban presentes en el agua del lago antiguo en el momento de su formación».
La fortaleza de la reconstrucción de las condiciones hidrológicas efectuada se basa en el carácter cuantitativo de los datos obtenidos. El mismo Evans refiere que el hasta ahora controvertido papel del cambio climático en el desgaste de la civilización maya ha sido debido, en parte, a que los registros anterioreres se limitaban a indagaciones cualitativas. «Nuestro estudio representa un avance sustancial ya que proporciona estimaciones estadísticamente sólidas de los niveles de lluvia y humedad durante la caída de los mayas».
El declive
Avanzadas técnicas de arquitectura, astronomía, matemáticas y agricultura caracterizaron durante milenios la construcción de un imperio -la etapa Preclásica se inicia en el 2.000 a.C.-. Empero, al amanecer el siglo IX todo se empezó a derrumbar. Tan poderosa cultura fue víctima de un colapso que llevó a la decadencia de los mayas en las tierras bajas del sur. Las dinastías llegaron a su fin al tiempo que sus afamadas ciudades de piedra caliza eran abandonadas.
Es cierto que la civilización perduró en las tierras altas de la península de Yucatán y ciudades como Chichén Itzá o Mayapán prosperaron durante el período Posclásico (1.000-1.539). El pueblo maya subsistió más allá de la fuerte sequía que lo debilitó, sí. Pero su poder político y económico se agotó.
Tanto es así que cuando los conquistadores hispanos arribaron a tierra firme, la mayoría de mayas que aún habitaban en la región vivían en pueblos agrícolas. Las majestuosas urbes del pasado perecían enterradas bajo frondosas capas de vegetación.
Como puede leerse en el abstract del informe, «la desaparición de la civilización Maya de las tierras bajas durante el período Clásico Terminal es un ejemplo bien citado de cómo el clima pasado puede haber afectado a las sociedades antiguas».
Fuente ABC