El análisis de antiguas monedas medievales sugiere que la única mujer que logró llegar a Papa pudo ser real
Fresco de la época que representa a la Papisa Juana
Las leyendas medievales sobre la primera y única mujer que logró convertirse en Papa podrían, después de todo, ser ciertas. De hecho, el análisis de una serie de antiguas monedas de plata llevado a cabo por el arqueólogo Michael Habicht, de la universidad australiana de Flinders, sugiere que la Papisa Juana, que supuestamente ejerció su pontificado a mediados del siglo IX, podría haber existido realmente. Los hallazgos de Habitch se detallan en un libro publicado hace apenas dos semanas.
Según los antiguos relatos, un Papa llamado Juan Ánglico, que reinó en esa misma época, fue en realidad una mujer. Algo que corrobora también una vieja historia del siglo XIII, escrita por un monje dominico polaco llamado Martin, y que también se refiere a la Papisa Juana, que llegó incluso a quedarse embarazada y dar a luz durante una procesión.
Sin embargo, existe un acalorado debate sobre si el Papa Juan Anglico existió realmente. Y mucho más aún sobre si ese Papa fue un hombre o una mujer. En parte, la duda se debe a la gran confusión que existe sobre las identidades de los Papas durante el siglo IX. Por ejemplo, explica Habicht a la revista Live Science, en la copia más antigua que se conserva del «Liber Pontificalis», el volumen que recoge las biografías papales durante la Alta Edad Media, «el Papa Benedicto III está ausente por completo».
Descubrir si la Papisa Juana fue o no real no solo resolvería un misterio tanto histórico como religioso, sino que también repercutiría en las discusiones actuales sobre el papel de la mujer en la Iglesia. «El debate sobre la ordenación femenina -explica Habicht- es algo que todavía perdura en la Iglesia».
Según el arqueólogo, una serie de símbolos grabados en monedas medievales indican que el Papa Juan Anglico pudo ser real, y por lo tanto también la Papisa Juana. «Las monedas -afirma Habicht a Live Science- han cambiado las tornas entorno a esta historia, encubierta pero verdadera». La investigación empezó mientras Habicht estudiaba en Roma los enterramientos de los Papas. «Al principio -asegura- también creía que la historia de Juana no era más que ficción, pero cuando investigué más a fondo fue surgiendo, cada vez con mayor fuerza, la posibilidad de que hubiera más detrás de la historia».
Habitch analizó una serie de antiguos denarios de plata, de uso muy común en Europa Occidental durante la Edad Media. Esas monedas fueron acuñadas con el nombre del emperador de los Francos en una cara, y con el monograma papal (hecho con sus iniciales) en la otra. En concreto, el arqueólogo se centró en las monedas que tenían el símbolo del Papa Juan VIII, que ejerció entre los años 872 y 882. Y descubrió que algunos de esos denarios tenían, efectivamente, el monograma de Juan VIII, pero que otras, las de su última época, mostraban unos símbolos totalmente diferentes.
Para Habicht, esas «otras» monedas pudieron pertenecer a un Papa Juan diferente: a Juan Anglico o, lo que es lo mismo, a la Papisa Juana. «Los monogramas -explica el investigador- fueron los precursores de las firmas actuales. Por lo tanto, es probable incluso que tengamos una especie de firma de la Papisa Juana».
De esta forma, Habitch sugiere que la secuencia de papas a mediados del siglo IX debería incluir a León IV, entre los años 846 y 853, seguido de Benedicto III entre 853 y 855, Juan Anglico (la Papisa Juana) entre 856 y 858 y Nicolás I, entre 858 y 867.
Según Habicht, la literatura científica anterior sostiene que esas monedas no eran falsificaciones, ya que «prácticamente no existe mercado de coleccionistas para esas monedas medievales», por lo que los falsificadores no suelen interesarse por ellas.
Al final, concluye el arqueólogo, «algunos abrazarán mi estudio y encontrarán nuevas pruebas que avalen la existencia de sacerdotisas durante los primeros siglos del Cristianismo. Otros rechazarán por completo la idea y harán un gran ruido mediático en contra de tales afirmaciones. Seguirá una gran batalla de bolas de barro. Una que podría durar para siempre».
Fuente ABC