Encuentran la tumba de Soleimán el Magnífico en Hungría

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Uno de los momentos más delicados por lo que pasó la civilización occidental ocurrió en la primera mitad del siglo XVI, cuando un colosal ejército otomano penetró por la parte este, ocupó -no sin esfuerzo- el reino de Hungría y continuó su demoledor avance hasta llegar a Viena, a la que puso sitio. Corría el año 1529 y la ciudad resistió tenazmente hasta que el sultán decidió dejarlo por imposible y marcharse. En realidad volvería a intentarlo tres años después con el mismo resultado pero estos fracasos no mermaron su fama ni su lugar en la Historia. Se llamaba Soelimán y acaba de localizarse su tumba, que se creía perdida. En Hungría.

 

 

Nacido en 1494 en la costa del mar Negro, Soleimán era el único hijo de Selim I, quien había subido al poder matando a sus hermanos y sobrinos, por lo que ordenó asesinar a los hermanastros de Soleimán para que no tuviera los mismos problemas al heredar el trono. Lo hizo en 1520, a la edad de 26 años, recibiendo también como legado el gran objetivo estratégico que su abuelo Mehmet II no había podido conseguir: conquistar Hungría. ¿Por qué? Porque era la puerta hacia Europa, la primera línea de defensa en la que personajes como Matías Corvino, Janos Hunyadi o Vlad Tepes habían resistido todos los intentos de invasión turca.

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Pero en 1521 los húngaros estaban sumidos en una crisis dinástica y Soleimán supo ver en ello la oportunidad. Así que, con un enorme contingente de tropas, avanzó, tomó Belgrado, hizo un alto para embarcarse al mando de una flota descomunal con la que conquistó la isla de Rodas y regresó para atacar Hungría, que también cayó en sus manos levantando la alarma en el resto de Europa. Carlos V y su hermano Fernando, quien había asumido la corona húngara, lograron frenar la expansión y liberar Viena, ayudados por una climatología adversa que impidió a los otomanos hacer buen uso de su superioridad en armas de fuego.

Soleimán cambió entonces de estrategia. Por una lado, desarrolló campañas en dirección contraria hasta dominar casi todo el mundo árabe; por otro, se alió con el rey de Francia, Francisco I, para adueñarse del Medietrráneo. Así, los corsarios de Barbarroja se hicieron con Argel, Túnez y Trípoli, convirtiéndose en un quebradero de cabeza para Carlos V, que sólo los pudo detener en Malta muchos años después, en 1565, en colaboración con los caballeros de la orden homónima que la defendían. Para entonces las cosas habían cambiado y Soleimán se dispuso a intentar otra vez la aventura europea. En ella perdió la vida.

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Fue en 1566, durante el sitio de la ciudad de Szigetvár. Los defensores se refugiaron en el castillo y resistieron cinco desesperadas semanas. Habían perdido su caballería en una heroica carga suicida y su número era exiguo comparado con el del enemigo. Sin embargo, como era frecuente, la peste se extendió entre los sitiadores matando a 20.000 de sus 100.000 hombres; el sultán fue uno de ellos, cuando estaba a punto de cumplir 72 años. Irónicamente, Szigetvár cayó al día siguiente.

El cuerpo se envió a Constantinopla pero se le extrajeron los órganos internos para enterrarlos allí mismo y darle la satisfacción de reposar -aunque fuera sólo en parte- en el lugar cuya conquista no había llegado a ver por tan poco. Cuenta la leyenda que el corazón y las otras vísceras se guardaron en un ataúd de oro que fue sepultado en un sepulcro de la localidad de Turbek, donde se ubicaba el campamento turco. Los restos de este asentamiento, que acabó arrasado por las tropas imperiales cuando echaron a los invasores en el año 1680, se descubrieron en 2013 siguiendo las indicaciones de un mapa de la época que tiene la inscripción Aqui yace Soleimán.

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Desde entonces las excavaciones arqueológicas han ido desenterrando una pequeña mezquita, un cuartel y un monasterio derviche. También una pared con fragmentos de decoración exactamente igual a los de la tumba de Soleimán en Constantinopla, lo que indicaría el punto exacto donde se inhumó su corazón, allí donde se antes se ubicaba su tienda de campaña. No es un trabajo fácil porque hay indicios de haber sufrido saqueo, según explicó Norbert Papanicolau, jefe del departamento de Geografía Política, Regional y Estudios del Desarrollo de la Universidad de Pécs, que está al frente del equipo de investigadores; pero cree que han dado con la sepultura casi con total seguridad. Quizá se confirme en abril, cuando se reanude la tarea, ahora interrumpida por el invierno.

Soleimán no fue únicamente un gran conquistador. Su labor en el Imperio Otomano fue vasta, modernizando las fuerzas armadas y reformando el sistema judicial; promovió la urbanización de sus ciudades, construyendo presas y acueductos, escuelas y baños públicos, puentes y jardines. Una ingente labor que se le reconoció con el nombre de Süleyman I Kanuni (Legislador); Soleimán el Magnífico, para los europeos.