EL ASTROLABIO: QUÉ ES Y CÓMO FUNCIONA

Qué es el astrolabio

Técnicamente, podríamos definir al astrolabio, como un buscador de astros, siguiendo esa tradición helena y de otras civilizaciones anteriores, de fascinación por lo que se veía en el cielo. Con el paso del tiempo, se empezó a utilizar, como una representación de la esfera celeste.

Los astrolabios clásicos estaban construidos de latón y tenían entre 15 y 20 centímetros de diámetro, si bien había una gran diversidad de tamaños, tanto más grandes, como más pequeños.

El cuerpo principal de un astrolabio, consta de un mater, un disco agujereado en el centro. Además, tenemos un aro que marca los grados de latitud, incluso el tiempo, en su versión europea más moderna. En la parte central, está el tímpano, que está grabado con círculos de altitud y de altura.

Asimismo, también existe la red o araña, que consiste en un  disco cortado para observar el tímpano debajo de él, con las puntas representando el número de estrellas.

Justo, sobre la araña tenemos la aguja o índice, que apunta al astro, señalando la posición de las estrellas. Por su parte, la alidada, sirve para, sosteniéndola de manera vertical, haciéndola rodar, determinar a qué distancia se encuentra una estrella avistada.

El funcionamiento, históricamente, ha sido bastante complejo, ya que muchos de sus usuarios, han necesitado, tradicionalmente, manuales de cientos de páginas, para comprenderlo. Pero el objetivo, siempre ha sido determinar la posición de las estrellas en el firmamento, observando su movimiento.

Además, tradicionalmente ha sido el instrumento de navegación por excelencia, para obtener información sobre la hora y la latitud en la que los marineros se encontraban.

Cómo funciona el astrolabio

El astrolabio viene a ser un proyección de una esfera celeste, con una circunferencia graduada, con una aguja, con punto de mira que gira a su alrededor. La finalidad es medir la altura angular, medida en grados de arco, sobre los objetos en el horizonte. Normalmente, se enfoca al astro, por el sorbete del objeto, y otra persona tiene que leer el número de cuerda en la escala del astrolabio.

Otra de sus funciones es medir la latitud. Para ello, tenemos que reconocer una estrella en el cielo, así como su declinación, que se obtiene a través de unas tablas (Sirio, de la constelación Can Mayor en -16 grados, Aldebaran en la constelación Tauro, en 17 grados, Antares, en la constelación escorpio en -26 grados y Rige, en la constelación Centauro en -61 grados) y necesitamos una brújula y nuestro propio astrolabio.

Para medir la latitud de un lugar, tenemos una sencilla fórmula matemática, que varía si estamos en el hemisferio norte o en el hemisferio sur. En el primer caso, consiste en sumar la altura media de la estrella y la declinación de la estrella, restando 90 grados. En el segundo caso, hay que sumar la altura media de la estrella y la declinación de la misma.

Historia del astrolabio

Los orígenes del astrolabio están en la Grecia clásica. Apolonio, en el 225 a.C., fue la primera persona, en estudiar su proyección. Fue básicamente, un codificador de secciones cónicas.

Hiparco, nacido en Asia Menor, actual Turquía, avanzó bastante en la proyección del astrolabio, y trabajó bastante al respecto, en Rodas, en torno al 180 antes de Cristo.

Claudio Tolomeo, en su obra El Planisferio, escribió de una manera extensa sobre esta proyección, ya en el siglo II de nuestra era, perfeccionando la geometría del sistema solar, para aplicarla en este tipo de objetos posteriormente.

La España musulmana, fue pionera en Europa en el desarrollo de los astrolabios. Había palabras latinas justo al lado de la terminología original en arábigo. Esto queda reflejado en la influencia árabe en los nombres de algunas estrellas. Es el caso de cenit, nadir, azimut, etc.

A partir de la Reconquista de Toledo, por parte de los Reyes Católicos, el astrolabio, empezó a expanderse por toda Europa.

En Europa tuvo una importancia tremenda el astrolabio, especialmente en la Edad Media y posteriormente en el Renacimiento. Estamos hablando de los siglos XV y XVI, en los que la astronomía era una parte importante de toda educación de calidad. Saber usar correctamente el astrolabio, solía ser sinónimo de haber tenido una buena educación.

El danés Tycho Brahe creó un astrolabio de 3 metros de radio, que ganó bastante en precisión. Hasta Isaac Newton los estudió para terminar creando los sextantes, incluyendo un largavistas y un juego de espejos.

Los principales centros de fabricación estaban en lo que hoy conocemos como Alemania, en Augsburgo y Núremberg, así como en Francia y en el norte de Bélgica, concretamente en Lovaina.

Inicialmente, los astrolabios eran de latón, que son tal y como los hemos conocido tradicionalmente. Pero, aparecen las primeras figuras de cartón, con la llegada de la imprenta.

También llegaron posteriormente, los astrolabios universales, aunque no perduraron mucho en el tiempo, ya que tenían tanto un alto coste como un manejo complicado.

El clásico astrolabio circular, derivó en su momento, en forma de cuadrante, llamados ‘quadrans Novus’, creados en la zona de Montpellier, en Francia, y desarrollados en la zona del imperio otomano, incluso hasta principios del siglo XX.

El astrolabio empezó a decaer, al menos en Europa, a partir del siglo XVII, con la invención de instrumentos más exactos de medición, tanto en astronomía, como en navegación, como es el caso de los telescopios. En el mundo árabe, el astrolabio continúo utilizándose con normalidad, hasta entrado el siglo XX.

Sin duda alguna, los astrolabios han sido determinantes para mejorar la cartografía y calcular el tiempo de navegación. No se pueden entender los descubrimientos científicos, así como la llegada a América de Colón, ni otro tipo de avances en la Edad Media y en la Edad Moderna, sin los astrolabios y las brújulas, que sirvieron de orientación a los navegantes en los mares, muy lejos de las costas.

Fuente Sobrehistoria