Las cuitas en torno a la muerte de algunos faraones egipcios no se limitan a Tutankhamón o a Cleopatra. Hay otros que de un tiempo a esta parte también han pasado a engrosar la lista de susceptibles de haber sido asesinados (Hatshepsut, Tutmosis III, Seti I…) y el último en sumarse a ella, al menos último en términos mediáticos, ha sido Ramsés III.
El tercero de la dinastía ramésida, cuyo nombre completo era Usermaatra-Meriamón Ramsés-Heqaiunu, es famoso por dos razones fundamentalmente: una, su labor constructora -que, por cierto, sufrió la primera huelga conocida de la Historia-, de la que son pruebas las ampliaciones de los templos de Karnak y Luxor, la construcción del templo de Medinet Habu o su propio hipogeo en el Valle de los Reyes; la otra, las invasiones de los llamados Pueblos del Mar, a los que consiguió rechazar y por ello se le considera el último gobernante egipcio con cierto poder.
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