El Canal de Caledonia, la diagonal que cruza Escocia

Desde la llegada a Inglaterra del comercio internacional marítimo en los siglos XVI y XVII el principal problema para los barcos que se dirigían al Atlántico desde las costas orientales de Escocia era la dura travesía a través del Mar del Norte.

En especial durante la denominada pequeña Edad de Hielo entre finales del siglo XVI y principios del XVIII. En esos duros inviernos los icebergs, los hielos y las tormentas de nieve ponían en peligro barcos y vidas humanas.

La solución a estos problemas la empezó a buscar la Royal Navy en 1773, realizando un estudio en las Highlands escocesas. Había que encontrar un punto factible para construir un canal y evitar el rodeo por el norte de los barcos. 

 

 

El sitio elegido fueron los 105 kilómetros que separan el Fiordo de Moray e Inverness de Fort William a orillas del lago Linnhe y con salida al océano Atlántico.

Tras los estudios pertinentes en 1803 el Parlamento Británico aprueba la construcción poniendo el proyecto en manos del gran ingeniero escocés Thomas Telford. Las obras comenzarían unos meses después y el canal no sería inaugurado hasta el año 1822.

Para la construcción se aprovecharon tres de los profundos lagos que existen en las tierras altas escocesas, el lago Ness (con el permiso de su morador más famoso), el lago Oich (el más pequeños de los tres) y el lago Lochy.

Planos del canal / foto Scottish Canals

El resto del espacio navegable se tenía que conseguir mediante 37 kilómetros de canales. Además era necesaria la construcción de esclusas, ya que los lagos no se sitúan al mismo nivel respecto al mar, como en la localidad de Fort Augustus, donde 5 escalones estancos se van llenado o vaciando según convenga para que los barcos puedan superar dicho desnivel.

Pero el Canal de Caledonia estaba destinado al fracaso. Solo unos años después comenzaron los problemas en las instalaciones y se tuvo que cerrar para las primeras reparaciones. El periodo entre 1843 a 1849 fue un continuo despropósito de reparaciones y reaperturas. El principal problema venía de la estrechez de las instalaciones.

Los “escalones” de Fort Augustus / foto lapwing-rise.co.uk

El siglo XIX conoció grandes avances industriales, visto hoy día casi 200 años después, y ese progreso será el que acabará rápidamente con las esperanzas de rentabilizar económicamente la obra acometida, ya que se calcula que se gastaron más de 900.000 libras de la época.

Los rivales le salían por doquier, los barcos comenzaron una frenética batalla por ser los más veloces del Atlántico, la denominada carrera del té que enfrentó a los célebres clippers con los nuevos barcos de vapor.

Cada vez se hacían barcos más grandes y más rápidos, algo que no congeniaba con el canal. Por si fuera poco, el mayor invento de la Revolución Industrial, la máquina de vapor, trajo el ferrocarril y en la segunda mitad del siglo XIX ya recorrían las Highlands escocesas. Todo ello aderezado con la vuelta a la normalidad climática, llevaron a cerrar el canal en 1849, solo 27 años después de su apertura.

El canal entrando al Lago Ness / foto John Allan en Wikimedia Commons

Tras las obras de mejora a cargo de uno de los discípulos de Thomas Telford, el canal se reabrió unos años después, con visita incluida de la reina Victoria en 1873. Pero el siglo XX pasará con más pena que gloria, sirviendo para escondite de barcos durante la Gran Guerra o al servicio de turistas pioneros de los barcos de vapor.

En 1995 comenzará el último periodo de obras para adecuar las instalaciones al siglo XXI. Para 2005 el gobierno británico comienza a sacarle rendimiento, como no, gracias a una de las industrias más importantes de nuestra era, el turismo.

Hoy en día el canal es visitado por más de 250.000 personas cada año, en busca de las múltiples oportunidades para disfrutar del magnífico entorno que lo rodea, y cientos de barcos pasean por los lagos escoceses usando las remodeladas esclusas.

Esclusas / foto de José Mari Escalante

Es muy recomendable la visita al Museo del Canal de Caledonia en Fort Augustus y justo al lado de las esclusas. El sistema de éstas es realmente sencillo pero curioso, los barcos esperan su turno apostados en la orilla, mientras uno de ellos va pasando de compuerta en compuerta, ascendiendo o descendiendo según la dirección que lleve. Si no son muy grandes se combina la subida de uno con la bajada de otro, en un proceso que suele durar una media hora.

En el recorrido por el canal no podemos dejar pasar la ocasión de observar los castillos de Urquhart e Invergarry, o de explorar el lago Ness en busca de Nessy. Los más atrevidos pueden subir al Ben Nevis, la montaña más alta de Escocia y situada en la salida del canal por el Oeste al océano Atlántico.

Pero no puedo concluir el artículo sin nombrar dos de mis pasiones. El senderismo se escribe con letras mayúsculas en el Great Glen Way, un sendero que recorre la distancia entre Fort William e Inverness de forma paralela al canal. Y por último el que visite la zona no se puede ir sir ver el atardecer en la salida del canal al Mar del Norte en la capital de las Highlands, Inverness.

Fuentes: Scottish Canals (Web Oficial) / Viajar por Escocia / Turismo Fluvial/LBV