La antigua ciudad de Maresha (fundada en la Edad del Hierro), cercana a la actual Beth Guvrin en el centro-sur de Israel, y conocida en el período helenístico como Marisa, es uno de los conjuntos arqueológicos más ricos de éste último período, entre los siglos III y II a.C.
En esa época la ciudad era un importante centro comercial y cruce de caminos, y los descubrimientos realizados hasta ahora han arrojado luz sobre la manera en que las diversas culturas y grupos étnicos interactuaron en la zona, que fue conquistada por el rey macabeo Juan Hircano I (sumo sacerdote de la familia de los asmoneos) en el año 107 a.C.
Maresha fue excavada por primera vez en 1900 por los arqueólogos Bliss y Macalister para el Fondo de Exploración de Palestina. En 1988 se retomaron los trabajos a cargo de la Autoridad de Antigüedades de Israel bajo la dirección de Amos Kloner, y desde el año 2000 de Ian Stern.
El yacimiento Tell Maresha es hoy en día parque nacional y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, gracias a las miles de cuevas y cámaras subterráneas halladas bajo los restos de la ciudad helénica, y a los numerosos descubrimientos realizados en ellas.
La temporada de excavaciones más reciente encontró siete salas subterráneas repletas de fragmentos de vasijas de cerámica, la mayoría datadas en el período helenístico. Se descubrió que todas estas estancias habían sido modificadas en la Antigüedad, apreciándose el derrumbe de muros e incluso el cavado de trincheras y zanjas en ellas.
Aparecieron, además, dos lámparas de aceite y una cacerola romana, algo extraño porque la ciudad había sido abandonada alrededor del año 107 a.C. y restos posteriores a esa época son raros. Por ello, los arqueólogos apuntan que las cuevas pudieron utilizarse como refugios subterráneos durante la Rebelión de Bar Kojba entre el 132 y el 135 d.C., también conocida como Segunda Guerra Judeo-Romana, contra el Imperio Romano. Precisamente la gran destrucción y pérdida de vidas causada por esta revuelta hace que muchos investigadores la consideren el comienzo de la diáspora judía: la mayor parte de la población fue asesinada, esclavizada o forzada al exilio, y se prohibió su religión.
En una de las estancias se encontró un grupo de grandes recipientes de almacenamiento, pero también la que es la gran sorpresa para los arqueólogos: más de 1000 bullae (plurar de bulla) diseminadas por el suelo. Las bullae son pequeñas esferas de arcilla que contienen representaciones icónicas de animales o mitología, y que se usaban en las transacciones comerciales desde la época mesopotámica.
En este caso las bullae están sin cocer, y los arqueólogos opinan que se utilizaban para sellar los nudos de cuerda con que se ataban los papiros. Éstos no habrían sobrevivido a los más de 2.000 años en la atmósfera húmeda de las cuevas, pero dado el número de bullae debieron conformar un enorme archivo privado. Las huellas de las cuerdas e incluso impresiones de los papiros son todavía visibles en muchas de las bullae.
Las imágenes de las bullae encontradas incluyen deidades grigas como Atenea, Apolo y Afrodita, cornucopias, escenas eróticas, y animales. Junto con las numerosas inscripciones en griego y arameo descubiertas en el lugar, son ya una importante fuente de información para conocer el aspecto multicultural del Israel helenístico.
Fuente: Hebrew Union College / Wikipedia/LBV.