Seducen a los insectos y los atraen a trampas mortales para luego devorarlos. Mira las fotografías de Helene Schmitz
Una mosca hambrienta vuela entre los pinos de Carolina del Norte. Atraída por el olor a néctar que desprende una mancha escarlata de aspecto floral que hay en el suelo, la mosca se posa sobre la carnosa almohadilla de una hoja rojiza. Bebe un sorbo del dulce líquido que rezuma la hoja, mientras con una pata roza un finísimo pelo de la superficie, y después otro. De pronto el mundo de la mosca tiene paredes a su alrededor. Los dos lados de la hoja se cierran uno sobre otro, y los dientes de los bordes encajan como los de un cepo. La mosca trata de escapar mientras la trampa se cierra. La hoja ya no secreta el dulce néctar, sino enzimas que carcomen las entrañas de la mosca y las transforman lentamente en una sopa viscosa.