No importa dónde te encuentres, en las noches entre el 10 y el 14 de agosto verás una lluvia de estrellas, las Perséidas, comúnmente llamadas estrellas fugaces o lágrimas de San Lorenzo.
En el Hemisferio Norte, la lluvia de estrellas anual de Perséidas es una de las citas preferidas del año para observar estrellas fugaces. Esta gran lluvia de estrellas ocurre durante los días calurosos del verano, cuando muchas familias están de vacaciones. Un momento ideal para disfrutar del frescor de la noche bajo una lluvia de estrellas.
La intensidad de las estrellas fugaces comenzará a aumentar a principios de agosto. El pico lo tendremos entre el 12 y 13 de agosto, comenzando a las diez de la noche, cuando podrás ver hasta 50 o más estrellas a la hora, pudiendo llegar hasta 150. La mayor y mejor lluvia de estrellas del año. Una media luna, antes de la media noche, nos permitirá ver este espectáculo en su máximo esplendor.
Cómo ver las Perséidas, las estrellas fugaces de San Lorenzo.
El mejor lugar para ver las Perséidas es un lugar alto y sin luces artificiales.
Para ver las estrellas fugaces no se necesitan equipos especiales y no es necesario saber reconocer las constelaciones sino tomar algunas medidas esenciales:
Encuentra un lugar oscuro. Será esencial encontrar un cielo oscuro con una vista amplia para aumentar tus posibilidades de ver las estrellas fugaces y disfrutar plenamente del espectáculo.
Tómate tu tiempo. ¡No tengas prisa! Desconecta y relájate durante un par de horas. Tus ojos tardarán unos 20 minutos en adaptarse totalmente a la oscuridad, permitiéndote ver más estrellas y con más nitidez.
El origen de las Perséidas.
No es raro que nuestro Sistema Solar esté atravesado por cometas. Uno de ellos es el cometa Swift-Tuttle que cada 133 años gira alrededor del Sol hasta alcanzar el punto de distancia mínima de nuestra estrella (Perielio). Cada año, del 17 de julio al 24 de agosto, nuestro planeta atraviesa el rastro de restos dejado por el cometa Swift-Tuttle, por así decirlo la “madre” de la lluvia de Perséidas.
Los restos, de hecho, impactan en la atmósfera terrestre a altas velocidades (alrededor de 200.000 km/h) y se desintegran en un rastro incandescente que ilumina el cielo nocturno.
Fuente Ecoinventos