Los 33 triángulos polícromos de la Serranía de Hornocal

La Serranía de Hornocal tiene el singular aspecto de haber sido pintada con aerógrafo, como un gigantesco grafiti. 

Sin embargo no está hecho por la mano del Hombre; se trata de otro ejemplo de esos maravillosos caprichos de la Naturaleza que suelen atraer la atención del turismo, aunque en este caso son pocos los que se acercan a contemplarlo in situa causa de los accesos, tan estrechos que no permiten el paso de autobuses.

Como seguro que más de uno se está frotando las manos mientras piensa en colocar el lugar en posición preferente de su agenda de próximas visitas, hay que advertir que lo primero que va tener que hacer es sacarse un billete a Sudamérica, ya que este insólito paraje se encuentra en la provincia argentina de Jujuy, a unos veinticinco kilómetros de la ciudad de Humahuaca. Forma parte de una formación calcárea que se conoce como Yacoraite, consistente en una sucesiva superposición de vetas de colores (hasta catorce tonos reconocen algunos), cada una correspondiente a un mineral distinto.

 

 

Y es que los estratos fueron acumulándose y sedimentándose durante millones de años, acompasados a la génesis de la propia cordillera, que es el escalón inmediato para subir a la puna (el altiplano). Su curiosa disposición en forma de zig-zag corresponde a un plegamiento anticlinal y la erosión posterior, que dejó los estratos a la vista agrupados en 33 triángulos que se conocen por el nombre de Los 33 Arcos. Yacoraite se extiende linealmente desde Perú, pasando por Bolivia y la Quebrada de Humahuaca en la citada Jujuy para terminar en Salta, estos dos últimos lugares ya en Argentina. Su altitud es considerable, situándose a 4.761 metros sobre el nivel del mar.

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La mejor forma de contemplar ese espactáculo natural quizá sea subir hasta el mirador que hay frente al cerro, situado a una cota 300 metros más abajo. Hay que partir de la citada localidad de Humahuaca por la carretera provincial 73 dirección Santa Ana; como decíamos antes, los autobuses no podrán circular por el estrecho y tortuoso camino de subida, pedregoso y polvoriento, pero un automóvil, si va con cuidado, sí. También se puede hacer en pick-up, que es el medio de transporte que ofertan algunas agencias locales. En cualquier caso, la norma es seguir siempre los repetidores de televisión.

El trayecto dura unos tres cuartos de hora y luego hay que caminar un poco campo a través; conviene no hacerlo muy rápido para no ahogarse, dada la escasez de oxígeno y el riesgo de sufrir mal de altura. Por otra parte, hay quien recomienda hacer esa visita por la tarde, que es cuando el sol bajo ilumina directamente la serranía y destaca de forma especial su cromatismo.

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Una vez allá arriba y tras pagar la entrada al representante de la comunidad indígena, sólo hay que disfrutar, dejándose llevar por los sentidos; no sólo la vista, que está claro que será el más activo, sino también por el oído (apenas hay visitantes, si es que se cruza alguno, y tan sólo se oirá el ulular del viento). Asimismo, probablemente se motivará el olfato, especialmente si se encuentran cerca vacas o guanacos pastando. Y sólo quedará añadir que desde ese mirador apenas se percibe una mínima parte, ya que la serranía multicolor se prolonga unos 11 kilómetros. Patrimonio de la Humanidad, por supuesto.

Fuentes: Argentina Travel / Welcome Argentina / Wikipedia/LBV