Repasamos uno de los procesos históricos más importantes de la historia del siglo XIX, la integración de los diferentes estados alemanes en un único y poderoso estado: la unificación de Alemania.
El surgimiento de los Estados Nacionales
El primer significado de la palabra nación se vinculaba a la idea de origen o descendencia. Es decir, se refería al lugar de nacimiento de una persona, cuyos límites eran imprecisos y que podían vincularse no solo a la totalidad de un territorio que compartía una ordenación común, sino también a consideraciones territoriales diferentes, como a un reino específico o a un principado determinado dentro de un conglomerado territorial aún mayor.
Sin embargo, a lo largo de los siglos XVIII y, sobre todo, XIX, se fue imponiendo un nuevo concepto de nación, que se fue creando al mismo tiempo que los distintos procesos políticos llevaban a la construcción de estados nacionales soberanos.
En estas nuevas concepciones territoriales, el país tenía un territorio bien delimitado donde todos compartían, en mayor o menor medida, unas instituciones políticas, unas leyes y una jurisdicción unitarias.
Las personas que habitaban en esos países, por lo tanto, estaban unidos por un idioma, una cultura, una historia, unas costumbres comunes y, aunque se sentían unidos a sus respectivos lugares de nacimiento, tenían conciencia de pertenecer a una unidad mayor. Sin embargo, este proceso fue largo y no estuvo exento de problemas.
Muchos países de los que conocemos hoy llevaban siglos fragmentados en unidades políticas diferentes que habían evolucionado de diferente manera, haciendo que sus habitantes tuvieran una concepción socio-política e intelectual muy diferente de ellos mismos. Esto provocaba que una unión forzada de territorios por cuestiones político-geográficas o por otras cuestiones igualmente exógenas a las características de su población provocara problemas, como sucedió en Italia o en Alemania.
Durante el siglo XIX especialmente, tras la desaparición de las características distintivas que diferenciaban diversas zonas de un mismo conglomerado territorial, se crearon sistemas administrativos, institucionales, culturales y educativos que tenían como uno de sus objetivos consolidar una única autoridad estatal y generar una identidad nacional común con unas características específicas.
Esta idea de la construcción de una identidad nacional poderosa también estaba fuertemente vinculada a los intereses de las clases sociales más destacadas de cada territorio, especialmente de la creciente burguesía, que esperaba que un estado fuerte les beneficiara política, económica y comercialmente.
La unificación de Alemania
Durante la edad Media y Moderna, el territorio que hoy conocemos como Alemania estaba fragmentado en una gran cantidad de estados diferentes que tenían su propio gobierno, sus propias leyes y sus propias costumbres, actuando cada uno de ellos de forma independiente de los demás.
Parte de estos territorios alcanzaban cierto grado de consenso y fijaban ciertas líneas de actuación común en el contexto del Sacro Imperio Romano Germánico y bajo la dirección de un emperador elegido por los votos del llamado Colegio Imperial, formado por los príncipes imperiales.
Sin embargo, el emperador no tenía ninguna autoridad real sobre los príncipes imperiales y los distintos territorios seguían siendo independientes, viéndose obligada la autoridad imperial a negociar con cada uno de ellos por separado cuando necesitaba su ayuda o su colaboración, que podía negarse a dar. Por lo tanto, pese a que la idea de Imperio nos podría llevar a pensar que Alemania tenía una cierta unidad antes del siglo XIX, en la práctica estaba lejos de ser así.
Características de la unificación alemana
Sin embargo, los distintos estados alemanes sí compartían ciertos aspectos culturales, históricos y político-sociales que les hacía concebir que pertenecían a una etnia, si no igual, sí similar y que les diferenciaba de otros conglomerados políticos, como podía serlo la cercana Francia.
Esto provocó una cierta conciencia de identidad común pese a su independencia entre sí que facilitó su colaboración político-económica en diferentes instancias y su idea de defensa común en sus frecuentes guerras contra Francia o contra el poderoso Imperio Otomano.
Durante la edad Moderna, como otros príncipes europeos, distintos titulares de los estados alemanes desearon aumentar su poderío territorial a través de la anexión, por conquista, acuerdo o herencia, de distintos territorios cercanos. Así, por ejemplo, principados electorales como el de Baviera, el Palatinado o Brandemburgo (que se convertiría posteriormente en el reino de Prusia), aumentaron paulatinamente su importancia en el contexto centroeuropeo. Sin embargo, durante la edad Moderna, llegó a haber en la zona que hoy se identifica con Alemania hasta 300 estados diferentes de mayor o menor importancia, con una destacada independencia en el gobierno de sus territorios.
Otto Von Bismarck
Finalmente, el gran constructor de la unificación alemana fue Otto von Bismarck (1815-1898), primer ministro y canciller del gobierno prusiano desde 1862.
Bismarck, conocido como el canciller de hierro, buscaba lograr la unidad de Alemania bajo la hegemonía de Prusia y establecer una política centralizada en los aspectos diplomático y militar. Pese a contarse con algunos antecedentes de índole cultural que defendían una identidad compartida por todos los estados alemanes, no se dio prácticamente ningún paso político hacia la unidad hasta la llegada de Napoleón al poder en Francia, en los albores del siglo XIX.
Napoleón atacó distintas zonas alemanas, se alió con otras y consiguió incluso someter al emperador durante un breve tiempo, dando por segunda esposa al emperador francés a su propia hija, la archiduquesa María Luisa de Austria.
En 1806 el Sacro Imperio Romano Germánico tal y como se había concebido durante las edades Media y Moderna fue disuelto. Tras la derrota de Napoleón, durante el famoso congreso de Viena de 1815, se decidió el futuro que tendrían los estados alemanes tras la caída del Imperio francés. Finalmente se acordó la creación de una Confederación compuesta por 36 estados alemanes independientes en la que también participaban Prusia y Austria, bajo la presidencia de la casa Habsburgo. Sin embargo, cada estado continuaba siendo independiente y la Confederación tenía poco poder de decisión práctica sobre los territorios que la componían.
Periodos de la unificación alemana
Se considera que el proceso de unificación se inició formalmente con la decisión que tomó el poderoso reino de Prusia de organizar una unión aduanera que recibió el nombre de Zollverein. Esta unión suprimía los aranceles y fronteras de tipo económico existentes entre los estados alemanes, con el propósito de mejorar el comercio y la circulación de mercancías en un momento en el que la Revolución Industrial empezaba a dejar huella en la zona.
El Zollverein estaba compuesto por dieciocho estados del centro y sur de Alemania y afectó a más de 23 millones de habitantes. Prusia obtuvo importantes ventajas económicas que aumentaron su ya de por sí destacado ascendiente en la zona Alemana. Estos inicios de unión económica y comercial, que dejaba fuera a Austria, el otro gran bloque político de la zona centroeuropea, constituyeron el precedente más claro hacia una unificación de tipo político bajo la batuta de la poderosa Prusia.
Las consecuencias de las revueltas francesas de 1848, donde el nacionalismo ya tuvo un peso muy claro, dio al proceso de unificación el empujón que necesitaba para empezar su andadura política. Las consecuencias de la revolución de 1848 se extendieron a la zona alemana, donde se provocaron revueltas y problemas de diferente consideración, con peticiones vinculadas a la creación de un Parlamento, a la celebración de elecciones o a la institución de libertades como la de prensa o de expresión. Federico Guillermo IV, el rey de Prusia, prometió trabajar por una Alemania unida.
Una asamblea se reunió en Francfort para discutir la composición del nuevo Estado unificado pero, carente de verdadero poder práctico, la asamblea se disolvió sin ninguna consecuencia real.
Finalmente, el gran constructor de la unificación alemana fue Otto von Bismarck (1815-1898), primer ministro y canciller del gobierno prusiano desde 1862. Bismarck, conocido con el sobrenombre de “el canciller de hierro”, buscaba lograr la unidad de Alemania bajo la hegemonía de Prusia y establecer una política centralizada en los aspectos diplomático y militar.
La unificación alemana, comandada de esta forma por Prusia, se impuso a través de la fuerza, dado que ninguno de los estados alemanes del momento podía oponerse realmente al gran poderío político-militar del que hacía gala el reino de Prusia en aquel momento. Por lo tanto, la unificación alemana no fue una revolución nacional que se impuso desde las diferentes capas sociales de los estados alemanes, sino que fue un concepción impuesta desde el poder y a pesar de la oposición de diferentes clases sociales y territorios que en ella participaron. De esta forma, se produjeron enfrentamientos militares de cierta relevancia entre Prusia y aquellos estados alemanes que no deseaban la unificación, generalmente ayudados por Austria, el gran estado enemigo de Prusia.
Guerra contra Dinamarca
La Guerra contra Dinamarca se produjo en 1864, conocida como la Guerra de los Ducadosque enfrentó a Prusia y Austria contra Dinamarca. El objetivo de este conflicto militar era el control de los ducados de Holstein y Schleswig que se encontraban bajo el poder danés pero que, en su mayoría, era una población alemana.
El resultado de esta contienda fue que Holstein quedó bajo la administración de Austria y Schlweswig de Prusia, en lo que se conoce como el acuerdo en la Convención de Gastein en 1865. Bismarck utilizó Zollverein para imponer a Prusia ante los ducados, por lo que Austria tuvo que ceder Holstein ante la imposibilidad de defenderla.
Guerra contra Austria
El más destacado de estos enfrentamientos se produjo en 1866 y es conocida como la guerra austro-prusiana, pues enfrentó a estos dos estados con la ayuda de sus respectivos aliados, poniéndose del lado de Austria aquellos que no deseaban la unificación y, con Prusia, aquellos que ya habían sido anexionados o que se inclinaban hacia esa opción.
Prusia ganó esa guerra sin apenas dilación y se anexionó directamente algunos de los estados que había colaborado con Austria, así como algunos territorios de esta. En 1867, Bismarck creó la conocida como la Confederación Alemana del Norte, compuesta por poderosos estados como Baden y Baviera, que retuvieron su independencia durante un breve tiempo, aunque esta Confederación estaba bajo el control de Prusia.
Guerra contra Francia
Apenas unos años después, cuando estalló la guerra franco-prusiana, Bismarck consiguió que a la Confederación Alemana del Norte y a la propia Prusia se unieran los estados alemanes occidentales.
Tras la victoria alemana, en 1871 se constituyó el llamado Segundo Imperio Alemán y el rey Guillermo I de Prusia fue proclamado káiser, con una política interior y, sobre todo, exterior, centralizada desde Berlín. El nuevo imperio alemán experimentó un enorme desarrollo económico, comercial y militar, llegando a adquirir una posición predominante en Europa.
Sin embargo, el estallido y desarrollo de la I Guerra Mundial (1914-1918), supuso un gran frenazo para el desarrollo del país, que sufrió grandes pérdidas durante la contienda y que fue, a la postre, el gran perdedor de la misma. Con el fin de la contienda, se negoció la firma de la paz, que recibió el nombre de Tratado de Versalles, en 1919. En este tratado se reconocía oficialmente que Alemania y sus aliados habían tenido toda la culpa del estallido de la guerra y, por ello, no solo debían reconocer públicamente su culpa, sino también recompensar a los aliados por los gastos y pérdidas incurridos con importantes concesiones territoriales y el pago de enormes indemnizaciones.
Antes de la firma del Tratado, sin embargo, el Segundo Imperio ya había caído. La llamada Revolución de Noviembre estalló en 1918 y provocó la abdicación del Káiser y la instauración de la conocida como “República de Weimar”, aunque siguió recibiendo oficialmente el nombre de Imperio Alemán.
El Tratado de Versalles conllevó la pérdida de diversos territorios alemanes, cuya pertenencia al Imperio alemán fue defendida política y culturalmente durante los años posteriores aunque Alemania, al borde del colapso político-económico, poco podía hacer al respecto.
Tras el alzamiento del nazismo en 1933, uno de los objetivos del nuevo gobierno fue unificar bajo un solo mando todos los territorios considerados alemanes o de ascendencia étnica aria, entre los que se encontraban Austria, Checoslovaquia y los territorios perdidos tras la Segunda Guerra Mundial, como Alsacia. La agresiva política de Hitler en este sentido provocó una nueva unificación alemana forzosa en los prolegómenos del estallido de la II Guerra Mundial, que dio comienzo en 1939 y que terminó con una nueva derrota de Alemania en 1945.
Reunificación de Alemania
No fue la última unificación que ha sufrido Alemania a lo largo de la historia. Lo que hoy se presenta como un país fuerte, unido y potente, fue hace solo tres décadas símbolo de la división entre la Europa occidental y la oriental.
En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el territorio alemán estaba dividido en dos. Por un lado, la parte occidental quedó configurada como la República Federal Alemana (RFA), que era partidaria de tener una sola Alemania y no reconocía a la República Democrática Alemana (RDA), un estado independiente controlado por la Unión Soviética.
Las tensiones dieron lugar al levantamiento del Muro de Berlín, uno de los principales símbolos de la Guerra Fría. El Muro de Berlín fue levantado por la RDA para evitar el “avance del fascismo”, lo que supuso una frontera entre la RFA y la RDA; cientos de personas murieron intentando cruzar al otro lado del muro.
El muro de Berlín simbolizaba la Guerra Fría, el enfrentamiento entre dos Alemanias, pero también entre dos Europas, entre los aliados y la URSS, entre los intereses americanos y los intereses soviéticos.
El Muro tenía unos 145 kilómetros, había más de 300 puestos de control e incluso fue mejorado hasta en 4 ocasiones y se calcula que 192 personas fallecieron al intentar cruzarlo. En 1989, tras 28 años en pie, el Muro de Berlín cayó, un momento denominado en Alemania como “El cambio”. La caída del muro fue producto del progresivo acercamiento de las posturas entre la ciudadanía de la RFA y la RDA y de las exigencias de libre circulación entre los ciudadanos de la RDA.
La caída del muro de Berlín fue el símbolo necesario para la Reunificación de Alemania. Fue en 1990 cuando la RDA y la RFA se reunificaron en una sola Alemania, la Alemania que conocemos hoy en día. Fue clave en este paso la transición democrática en determinados países de Europa Oriental y, sobre todo, el papel de Miijaíl Gorbachov como presidente de la Unión Soviética.
Fuente Sobrehistoria