La cruel decapitación del almirante turco en Lepanto que asqueó a Don Juan de Austria

El 7 de octubre de 1571 un disparo acabó con la vida de Alí Pachá, el comandante de la flota que se enfrentó a la Santa Liga. Su cadáver fue vejado y, a día de hoy, todavía existe controversia sobre qué pasó con su cabeza

 

Fue un 7 de octubre de 1571, en aguas del golfo de Lepanto. Aquel domingo, día del Señor para los cristianos, se libró una de las batallas navales más grandes de todos los tiempos. El guión de la contienda bien podría ser el de una película de aventuras. Y con razón, pues tuvo todos los ingredientes para ello. Desde traición, hasta heroicidad. Pero, como todas las buenas historias, no estaría completa sin un misterio. Y la contienda que Miguel de Cervantes definió como «la más alta ocasión que vieron los siglos» no iba a ser menos. El enigma, en este caso, radica en qué pasó con la cabeza de Alí Pacha, el general otomano enviado por el sultán Selim II, después de que fuera decapitado en mitad del enfrentamiento.

 

Según algunos expertos, su cabeza fue colgada del mismo buque («La Sultana») en el que había combatido hasta la muerte. ¿La finalidad? Desmotivar a sus hombres y lograr que abandonaran un combate que ya se había extendido durante varias horas. Acorde a lo narrado por otros tantos historiadores, el tenebroso trofeo fue entregado al mismísino Don Juan de Austria (hijo bastardo de Carlos I, favorito del Papa y comandante de la flota de la Santa Liga). El español, siempre según esta versión, no se sintió de ninguna manera halagado. Ni mucho menos. Por el contrario, le repugnó tanto aquello que arrojó los restos de Alí Pachá al fondo del mar. En cualquier caso el mal ya estaba hecho para unos turcos que, desmoralizados por la caída de su líder, iniciaron la retirada.

Con todo, a día de hoy las versiones sobre este suceso se cuentan por decenas. De hecho, para algunos investigadores como el doctor en historia Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla se abre incluso otra posibilidad. «Ninguna de las Relaciones que hemos analizado detalla la muerte de Alí Pachá, la captura del Sanjac y el izado del estandarte cristiano, aunque algún historiador lo describe brevemente, dividiéndose los que dicen que fue muerto y cayó al mar, y los que afirman que, después de cortada la cabeza, fue mostrada pinchada en una lanza, con enfado de D. Juan», afirma el experto español en su documentado dossier «Cervantes, Lepanto y el Escorial».

Hacia la batalla

La información que se ha popularizado a día de hoy sobre este militar turco es inversamente proporcional a la ingente cantidad de grafías diferentes que tiene su nombre en nuestro idioma (entre las que destacan Alí Bajá, Alí Pachá o Alí Pashá). Más allá de esta curiosidad, el Portal de Archivos Españoles del Ministerio de Cultura se limita a afirmar que «fue un marino otomano» que tuvo la suerte de ser nombrado «gran almirante de la flota imperial entre 1569, año en que sucedió a Piyale Pasha, y 1571». Con todo, no hace referencia a su infancia ni determina en qué año vino al mundo.

El Portal de Archivos Españoles sí explica que Alí era el hijo de un almuédano (el encargado de llamar a los fieles a la oración desde el alminar) y que «llegó a ser el favorito del sultán Selim II». Hasta tal punto era su relación estrecha, que el almirante terminó casándose con una de sus hijas. En todo caso, también se hizo famoso por ser un gran arquero en batalla y por haber dirigido la flota de 188 naves que desembarcó en la ciudad de Chipre en agosto de 1570. Después de dos meses de asedio, nuestro protagonista desangró a los cristianos tras tomar la urbe, matar a 30.000 personas (entre soldados y civiles) y capturar a otras 20.000.

Alí Pasha
Alí Pasha

Aquella victoria de Alí Pachá fue tan aplastante que provocó una reacción inmediata entre la cristiandad. Poco después de la caída de la ciudad, el papa Pío V forzó una reunión entre las principales potencias navales de la época y les propuso formar una Santa Ligapara acabar con los peligrosos buques infieles de una vez por todas. Así pues, quedaron unidas bajo la misma bandera las regiones de España (que debía sostener el peso de la mitad del total de las naves y los hombres), VeneciaGénovaMalta, el ducado de SaboyaToscana y los Estados Pontificios. Así empezó el principio del fin del militar favorito del sultán.

La Santa Liga, al mando de Don Juan de Austria, logró reunir unas 200 galeras y 6 galeazas (los ingenios venecianos ideados para desjarretar una descarga brutal de artillería al enemigo) con las que se dirigió hacia el Mediterráneo para cazar al almirante musulán. Y sus deseos se vieron cumplidos el 7 de octubre de 1571 cuando, tras escuchar misa, fueron informados de que las naves de Alí Pachá habían sido vistas muy cerca suya, a la altura del golfo de Patras. Por entonces, y a pesar de que el comandante turco tenía a su mando unas 230 galeras y unas 60 galeotas, sus oficiales le aconsejaron huir y no presentar batalla.

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Alí Pachá, sin embargo, no estaba dispuesto a darle la satisfacción a Don Juan de Austria de marcharse de allí como un cobarde. Solo quedaba batirse. Y es que, para más vergüenza, en su galera («La Sultana») estaba enarbolado el valioso «Sanjac». Un estandarte que, según recoge en sus crónicas el militar del siglo XVI Luis del Mármol, no podía portar nadie que no fuera «el Gran Turco o su Bajá». «Lo traen de tela de algodón bruñida, esculpidas en ellas letras de su devoción; y esto guardaron siempre a imitación de la primera bandera que Mahoma dicen que arboló contra los christianos, la cual dicen que era de esta suerte [SIC]» añade el cronista en su obra.

El centro

El 7 de octubre las flotas comenzaron los preparativos para la batalla a las ocho de la mañana. Tres horas después los turcos se adelantaron y cargaron contra los cristianos lanzándose de bruces contra las galeazas primero, y contra las galeras después. Cada general había dividido sus fuerzas en cuatro cuerpos: dos cubriendo los flancos, uno en reserva y otro en el centro. En este último sentaron sus posaderas tanto Juan de Austria (a lomos de su buque: «La Real») como el propio Alí Pachá sobre «La Sultana». Ambos sabían que tendrían que llevar el peso del enfrentamiento y que en esta zona se vivirían los combates más cruentos. Al fin y al cabo, en el siglo XVI las naves capitanas eran el núcleo de las miradas de todos los soldados.

Como cabía esperar, no pasó mucho tiempo hasta que comenzaron las bofetadas entre ambos centros y, de forma más concreta, entre los dos líderes de las flotas. A eso de las doce, las dos naves se embistieron con ferocidad ávidas de sangre. «Por el centro se buscaron los caudillos, guiados por los estandartes y fanales, llegando a embestir proa con proa con violencia tanta, que el espolón de la Capitana de Alí rompió la falca de la Real, penetrando hasta el cuarto banco», explica Cesáreo Fernández Duro (fuente obligada) en su obra magna «Historia de la Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón».

Don Juan de Austria
Don Juan de Austria

Aunque es cierto que «La Sultana» se dio de bruces contra su equivalente cristiana y le pegó un buen susto a sus ocupantes, los españoles le devolvieron el golpe a Alí Pachá disparando sus cañones a quemarropa. «”La Real” le contestó, causando grandes daños, demostrándose así el acertado consejo de García de Toledo de serrar los espolones, al permitir abrir el fuego en el último momento, sin estorbos a proa y en un ángulo más bajo, mientras las turcas dispararon a más distancia», explica el capitán de navío Mariano Juan y Ferragut en su extenso dossier «Lepanto, una gran victoria naval que no acabó con los berberiscos». Otro tanto pasó con los arcabuceros, que lanzaron una andanada a la capitana que defenestró a los turcos.

A partir de este instante se desató un infierno de aceros chocando y balas y flechas cortando el viento. Desde «La Sultana» trataron de saltar a la cubierta de «La Real» un grupo de jenízaron (Alí Pachá contaba con unos 400 en su bajel) que cayó ante el intenso fuego. El siguiente movimiento de aquel sangriento tablero de ajedrez lo protagonizaron los hombres de la Santa Liga quienes, al grito de «¡A la carga!», iniciaron el combate cuerpo a cuerpo. «Era terrible el sonido de las trompetas, de las carracas y los tambores, pero mucho más lo era el retumbar de los arcabuces y el tronar de la artillería; así como grande era el griterío y el rugir de la multitud, escuchándose un estrépito horrible, y uno sentía un espantoso aturdimiento», explicó el veneciano Girolamo Diedo en su crónica «La battaglia di Lepanto».

Tal y como afirma el divulgador histórico Víctor San Juan en su popular obra «Breve historia de la batalla de Lepanto», este primer envite se prolongó durante una hora en la que se sucedieron continuos ataques y contraataques sobre «La Sultana». En más de una ocasión ambas naves corrieron el riesgo de quedarse sin hombres debido a la carnicería, pero siempre llegaban más a cubierta enviados desde otras galeras cercanas que acudían en su socorro. Y es que, los capitanes de uno y otro bando sabían que, si caía su capitana, la batalla acabaría en desastre.

Batalla de Lepanto
Batalla de Lepanto

Así pues, Alí Pachá fue reforzado (entre otras) por las galeras de PertevCaracush Mahamut Saiderbey. Por su parte, Don Juan recibió hombres de los buques de varios capitanes como ColonnaVeniero, el príncipe de Parma y el también príncipe de Urbino. El resultado fue una pesadilla que no parecía tener fin. Un triste sueño en el que los protagonistas eran dos guerreros con dos formas diferentes de combatir. El primero, el mandamás cristiano, espada en mano y en primera línea. El segundo, el turco, disparando con al enemigo con su arco.

Tras unas dos horas de combate, sin embargo, la habilidad de los soldados de los Tercios que habían sido embarcados en las galeras se acabó imponiendo y los turcos comenzaron a flaquear. Poco a poco, y tras varios intentos fallidos de llegar hasta el palo mayor de «La Sultana», las tropas de la Santa Liga empezaron a ganar metros sobre aquellas plataformas de madera.

Todo parecía perdido para Alí Pachá. Su nave iba a ser tomada y los hombres de su guardia personal caían a raudales. ¿Qué podía hacer? Esta pregunta debió pasarle por la cabeza, aunque por poco tiempo. Y es que, de forma repentina, cayó herido de muerte después de que un disparo de arcabuz le diese de lleno en la frente sin que su bella celada decorada de rubíes, turquesas y diamantes (como bien señala Patrimonio Nacional en su página web) pudiera hacer nada por evitarlo.

La cabeza de la discordia

La mayoría de fuentes coinciden en que el cuerpo sin vida de Alí Pachá cayó a plomo sobre la cubierta. El gran almirante había muerto, así que solo era cuestión de tiempo que sus súbditos entendieran que la contienda estaba perdida. Sin embargo, para minar todavía más la moral de los turcos, un galeote español que se encontraba en «La Sultana» se armó con una espada y decapitó el cuerpo del mismo hombre que, meses atrás, había sembrado el terror en Chipre. A partir de este momento comienza la discordia y la verdad se difumina entre las diferentes versiones.

¿Qué ocurrió entonces con los restos de Alí Pachá? Una de las versiones más extendidas afirma que el galeote le ofreció la cabeza a un soldado y que este, a su vez, se la entregó como un presente a Don Juan de Austria clavada en una pica.

El militar, lejos de aceptar la cabeza, consideró el gesto repugnante y la arrojó al mar con gran enfado. Dicha teoría es apoyada por divulgadores e historiadores como el mismo Juan y Ferragut o el también mencionado San Juan. En su artículo para ABC «444 años tras Lepanto, la olvidada. Desde sus banderas a los naufragios, hoy» Javier Noriega también expone la misma: «El propio Alí Pasha fue muerto y decapitado, y cuando Don Juan hizo un gesto, de esos que pasarían a la historia, gritaría, arrojando la cabeza cortada del caudillo enemigo a un lado».

La Real en Lepanto
La Real en Lepanto

Uno de los máximos exponentes de esta versión es el historiador Roger Crowly. En uno de sus últimos libros, «Imperios del mar. La batalla final por el Mediterráneo», desvela que, aunque los españoles clavaron en una lanza la cabeza de Alí Pachá, Don Juan no tardó en exhortarles que la bajaran y la arrojaran al mar. «La cabeza de Alí fue cogida por el mismo Don Juan, que se sintió muy ofendido porque su adversario hubiese sido poco galantemente decapitado y ordenó que fuese tirada al mar».

De la misma opinión es el historiador T. C. F. Hopkins, tal y como lo deja patente en su libro «Confrontation at Lepanto: Christendom vs. Islam». Con todo, añade que el español dejó algún tiempo los restos a vista de todos para minar la moral enemiga. «La cabeza adornó “La Real” durante una hora», destaca.

Otros autores ofrecen una versión algo diferente y que muestra a Don Juan de Austria como un verdadero sádico. Uno de los mayores exponentes de la misma es el hispanista John H. Elliott quien, en su obra «La Europa dividida. 1559-1598», afirma que «su cabeza fue rápidamente clavada con una escarpia en la proa del bajel turco».

En territorio nacional, el religioso e historiador Juan de Ferrerastambién se mostró partidario del cruel destino de los restos de Alí Pachá en su «Synopsis historica chronologica de Espana»: «La cabeza de Alí [fue puesta] en una alta pica, donde se pudiese ver, clamando la victoria para que las galeras cristianas se esforzasen al logro final del triunfo».

«La cabeza de Alí fue cogida por el mismo Don Juan, que se sintió muy ofendido porque su adversario hubiese sido poco galantemente decapitado y ordenó que fuese tirada al mar»

Pero, sin duda, una de las versiones más crueles con Don Juan de Austria es la que dejó escrita la autora francesa Edmonde Charles-Roux. Novelista e historiadora, no tuvo piedad a la hora de defender y extender esta teoría en «La batalla de Lepanto»: «Un soldado español le cortó la cabeza y se la entregó a don Juan en la punta de su espada. Don Juan la hizo colocar en la punta de una pica y la mostró a los combatientes. Un gran grito de triunfo salió de los pechos de toda la marinería cristiana».

Fuente ABC