El Ninfeo de Mieza, el lugar donde Aristóteles instruyó a Alejandro Magno

La escuela de Aristóteles / foto Frangiscoder en Wikimedia Commons

Cuando Alejandro Magno se encontraba ya guerreando en Asia le llegaron noticias extrañas de su patria: su tutor Aristóteles había hecho públicas sus enseñanzas, aquellas mismas doctrinas con que había imbuido la mente y el alma del joven macedonio, permitiendo que todo el mundo pudiera conocerlas. La contrariedad de Alejandro queda recogida en la supuesta carta que inmediatamente le envió al filósofo, citada por Plutarco:

Alejandro a Aristóteles, felicidad. No has hecho bien en publicar las doctrinas acroamáticas; porque ¿en qué nos diferenciamos de los demás, si las ciencias en que nos has instruido han de ser comunes a todos? Pues yo más quiero sobresalir en los conocimientos útiles y honestos que en el poder (Plutaco, Vidas paralelas: Alejandro VII)

La respuesta de Aristóteles, según continúa Plutarco, fue defenderse asegurando a su pupilo que debía estar tranquilo, pues en realidad sus tratados de Metafísica no eran útiles para aprender e instruirse, por haberlos escrito desde luego para servir como de índice o recuerdo a los ya adoctrinados. Inequívocamente, sea la respuesta apócrifa o no, se trata de una clara defensa de la figura del maestro, sin cuya guía los conocimientos no pueden ser interpretados.

El Ninfeo de Mieza / foto Jean Housen en Wikimedia Commons

Aristóteles había sido llamado por Filipo II de Macedonia en el año 343 a.C. para que fuera el tutor de Alejandro. Para convencerle hubo de tener ciertos gestos de favor, incluyendo la concesión de un lugar apropiado para el desarrollo de la labor educadora, como también nos cuenta Plutarco:

Observando que era de carácter poco flexible y de los que no pueden ser llevados por la fuerza, pero que con la razón y el discurso se le conducía fácilmente a lo que era decoroso y justo, por sí mismo procuró más bien persuadirle que mandarle; y no teniendo bastante confianza en los maestros de música y de las demás habilidades comunes para que pudieran instruirle y formarle, por exigir esto mayor inteligencia y ser, según aquella expresión de Sófocles, obra de mucho freno y mucha maña, envió a llamar al filósofo de más fama y más extensos conocimientos, que era Aristóteles, al que dio un honroso y conveniente premio de su enseñanza, porque reedificó de nuevo la ciudad de Estagira, de donde era natural Aristóteles, que el mismo Filipo había asolado, y restituyó a ella a los antiguos ciudadanos, fugitivos o esclavos. Concedioles para escuela y para sus ejercicios el lugar consagrado a las Ninfas, inmediato a Mieza, donde aun ahora muestran los asientos de piedra de Aristóteles y sus paseos defendidos del sol. Parece que Alejandro no sólo aprendió la ética y la política, sino que tomó también conocimiento de aquellas enseñanzas graves reservadas, a las que los filósofos llaman, con nombres técnicos, acroamáticas y epópticas, y que no comunican a la muchedumbre (Plutaco, Vidas paralelas: Alejandro VII)

De los ocho años que Aristóteles pasó en la corte macedonia, solo dos instruyó a Alejandro, hasta que comenzó su carrera militar, al tiempo que a otros jóvenes como Ptolomeo, Clito, Hefestión y Casandro. La enseñanza tenía lugar en el Ninfeo proporcionado por Filipo, cuyos restos todavía tenemos la suerte de poder contemplar y visitar hoy en día.

Monumento a Aristóteles en el acceso al Ninfeo / foto Jean Housen en Wikimedia Commons

Se encuentra en Isvoria, a las afueras de la antigua Mieza macedonia de la que, aparte de los restos del Ninfeo, las excavaciones llevadas a cabo desde 1954 encontraron varias tumbas helenísticas ricamente decoradas, algunos edificios residenciales y hasta un teatro de época romana (descubierto en 1992). Hoy pertenece al municipio de Nausa, en la Macedonia Central y las estribaciones del monte Vermio, a apenas dos kilómetros de la capital del mismo nombre.

El lugar donde Aristóteles impartía su filosofía era un santuario dedicado a las ninfas, de ahí el nombre de Ninfeo, rodeado de vegetación, fuentes y manantiales. Todavía conserva su encanto natural, acrecentado por las ruinas de los muros que sostenían una stoa de dos pisos con columnas jónicas, y las tres cuevas naturales que se incluían en el recinto de la escuela . En la superficie de la roca vertical se aprecian todavía las aberturas donde iban las vigas que sostenían el techo de la stoa o pórtico construido ex-profeso.

Camino de acceso al Ninfeo / foto Jean Housen en Wikimedia Commons

El sitio ya era conocido desde mediados del siglo XIX gracias al viajero francés Delacoulonche, pero la densidad de vegetación hizo que se mantuviera innaccesible hasta que el arqueólogo Photis Michael Petsas lo redescubrió en 1964. Fueron precisamente los restos de la stoa de mediados del siglo IV a.C., y su comparación con las descripciones de las fuentes antiguas (Plutarco y Plinio principalmente), lo que permitió a Petsas (director de las excavaciones hasta 1968) identificar el lugar con el Ninfeo y la escuela de Aristóteles.

Fuentes: Archaeological Site of Ancient Mieza / Sxoli Aristotelous / Mediterráneo Antiguo / The Princeton Encyclopedia of Classical Sites / Wikipedia/LBV.