El escudo-linterna, un gadget renacentista para combatir de noche y deslumbrar al adversario

Réplica de un escudo-linterna. en la parte de arriba se aprecia la tapa para el farolillo/Imagen. Anvil Bay

El Kunsthistorisches Museum o Museo de Historia del Arte de Viena es uno de los más importantes del mundo de su tipo. Alberga importantes fondos de arte, arqueología, numismática y artes aplicadas, incluyendo el tesoro imperial y la colección más destacada que hay sobre Rubens, obras de Velázquez, Durero, Caravaggio, Brueghel y muchos más. También tiene algunas piezas excepcionales por motivos diversos. Un ejemplo puede ser el famoso salero de Francisco I que hizo Cellini, que protagonizó un famoso robo; otro, y es lo que nos interesa aquí, el inaudito laterneschild o scudo-lanterna, conservado en la copiosa sección de armas, armaduras y uniformes.

 

El nombre, que obviamente significa escudo-linterna, no es metafórico sino literal; se trata de un escudo circular pequeño, más bien un broquel, de unos treinta centímetros de diámetro y de apariencia bastante abigarrada por lo que comentaremos a continuación, que debe ese apelativo a que dispone de un gancho destinado a colgar de él un farolillo. Un diseño insólito que se concibió para usarse en horario nocturno y en ámbito urbano, cuando circular por las calles a altas horas podría resultar peligroso.

El escudo-linterna tomado como modelo para la réplica anterior: el conservado en el Kunsthistorisches Museum de Viena/Imagen: My Armoury

Situémonos en contexto. En el siglo XVI el Renacimiento trajo una revolución en el arte bélico al generalizar el uso de las armas de fuego (escopetas, arcabuces, mosquetes, cañones… la pistola aún habría de esperar hasta el XVII) pero no por ello dejaron de usarse las blancas. Eso sí, adquirieron cierto relieve algunas que venían del siglo anterior, como el montante, o las manopla-espada, a la vez que las rodelas y adargas se mantenían vigentes. El scudo-lanterna era casi una combinación de todo ello.

No se lo cita en italiano porque sí. El renacimiento nació en Italia y aunque es su imagen cultural la que prima, hay que tener en cuanta que las repúblicas de aquella península se habían pasado el Medievo peleando entre sí y continuaron haciéndolo, ora por su cuenta, ora integradas en alianzas con España, Francia o el Sacro Imperio Romano Germánico. El scudo-lanterna nació probablemente un poco antes, en el siglo XV (el Quatroccento), aunque siguió utilizándose en el siguiente.

Parte interior del escudo-linterna de Viena/Imagen: My Armoury

Para entonces, la ciudad había empezado a recuperar su posición como centro de la vida, la misma que había perdido con la caída del Imperio Romano y la entrada en una Edad Media eminentemente rural. Y se puede considerar una estampa clásica la del ciudadano que es asaltado de noche cuando transita por callejones mal iluminados, como también la de los matasietes y rufianes, pendencieros que se citan en duelos nocturnos para dirimir cuentas pendientes amparándose en la oscuridad para evitar las rondas de corchetes.

Cierto que esto último suele vincularse iconográficamente más bien al siglo XVII (los tres mosqueteros de la novela de Dumas y el capitán Alatriste de Pérez-Reverte son referencias obvias que representan todo un género literario-cinematográfico, el de capa y espada), pero era algo que ocurría ya una centuria antes (y ahí está el mismísimo Hernán Cortés dejándose barba estratégicamente para tapar una cicatriz de su rostro sufrida en una de esas reyertas, en aquellos años que vivió “a la flor del berro” entre Salamanca y América).

Exterior del escudo-linterna de la Torre de Londres/Imagen: My Armoury

Pues bien, ése es el contexto del escudo-linterna. No está claro si su objetivo era realmente utilizarlo como arma en peleas o se trataba más bien de algo disuasorio, en el sentido de que un asaltante que viera a su usuario portando eso se lo pensaría dos veces y preferiría buscar otra víctima potencial. Es decir, a sus cualidades defensivas y ofensivas se unirían las disuasivas. Porque el aspecto de ese artilugio no es precisamente tranquilizador. Se conservan varios ejemplares, todos por un estilo con ligeras diferencias: en la Royal Armoury de la Torre de Londres, en el Musée de l’Armée de París, etc, aunque el más espectacular es el de Viena, datado hacia 1540.

Parte interior del escudo-linterna de Londres/Imagen: My Armoury

Como decíamos antes, se trata de un broquel circular donde se enganchaba el farol, que según unos serviría para deslumbrar al oponente y según otros sólo para iluminar y disuadir. En el primer caso, hay ilustraciones bibliográficas donde se muestra al usuario combatiendo con el artilugio en una mano y la linterna, previamente retirada, en la otra, manteniéndola en la espalda. No obstante, la idea era dejarla colgada del gancho y tapada con una tapa de cuero o metal que, en un momento determinado del duelo, podía levantarse para cegar o confundir al enemigo.

Claro que para atemorizar disponía de otros elementos complementarios que también parecen de gran efectividad psicológica: el scudo-lanterna era, en la práctica, una especie de navaja suiza llena de gadgets, entre los que cabe reseñar un guantelete para sostenerlo con navajas serradas tipo Degenbrecher (para romper el arma del adversario), una hoja larga de dos filos que quedaba paralela al antebrazo prolongándolo y haciendo de él un arma de ataque, una cuchilla saliente hacia fuera del umbo… A veces, el propio borde del escudo estaba dentado.

Un guerrero ruso armado con hacha y tarch (Aleksandr Viskovatov)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Este tipo de escudos caracterizaron el renacentismo manierista y no se limitaron a la península itálica, pues otros modelos parecidos son el tarch ruso y la pata india. El primero, desarrollado a partir del siglo XV en el Principado de Moscú (también conocido como Gran Ducado de Moscú o Moscovia, un estado que existió entre los siglos XIII y XVI hasta que se integró en el Zarato Ruso en 1548), era una rodela de acero de cuyo umbo sobresalía un guantelete, a veces terminado con una hoja de daga o espada, haciendo de él un arma híbrida, para ataque y defensa.

Una pata india/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En cuanto a la pata india, era un poco diferente porque carecía de la parte de escudo: consistía en un guantelete con espada desarrollado por los guerreros de la etnia maratha, sobre todo para enfrentarse a la caballería en el contexto de las invasiones mongolas. Su nombre seguramente se lo dieron los portugueses y la inspiración de su diseño habría que buscarla en el katar, un arma blanca de hoja ancha que usaban los kshatriya (una casta hindú de origen persa) y que tiene una empuñadura en forma de H que permitía afirmarla en el antebrazo, al ir sujeta a un guante que envolvía éste.

Un katar ornamentado/Imagen: Saad Akhtar en Wikimedia Commons

Con todo ello, resulta pausible que un agresor optara por evitar riesgos, razón por la cual no parece probable que el scudo-lanterna llegara a ser un arma de uso cotidiano. No obstante, se conserva el relato de un combate nocturno librado en Madrid en 1623 entre espadachines españoles e ingleses. Cuenta cómo Sir Kenelm Digby, un típico hombre del Renacimiento, culto y político pero también guerrero, visitó la villa aquel verano. Una noche, tras cenar en casa de su tío, el conde Bristol (a la sazón embajador inglés), rechazó volver a su domicilio con escolta de sirvientes con antorchas, dado que había luna llena y el tiempo era agradable.

Acompañado de su primo y un amigo, paseaban por las calles vacías cuando se acercaron a escuchar a una mujer que cantaba en un balcón, cayendo en lo que en realidad era una emboscada por parte de varios agresores. La transcripción de la narración se hizo en el siglo XIX y cambia los nombres de los protagonistas y sitios por otros de corte clásico, situando la acción en Alejandría, considerando egipcios a los asaltantes españoles y llamando Theagenes a Sir Kenelm. Baste decir que éste se defendió utilizando un escudo-linterna:

“Teagenes entonces se encontró en gran perplejidad, por haberse retirado a un lugar estrecho de la calle, para poder mantener a sus asaltantes todos en frente de él, los áticos colgantes le quitaron la luz de la luna, y sus enemigos teniendo en la cima de sus hebillas linternas artificiales, cuya luz se proyectaba hacia adelante al estar fabricadas con una lámina de hierro del lado de sus portadores, para que sus cuerpos permanecieran en tinieblas, no sólo tenían la ventaja de verlo cuando no podía verlos, sino que también deslumbraban y ofendían sus ojos con las muchas luces cercanas, que le hacían confundir aquellos objetos que discernía tenuemente.”.

Una sala de la armería del Kunsthistorisches Museum/Imagen: Sandstein en Wikimedia Commons

En cualquier caso, si un aficionado a la militaria histórica siente una irrefrenable curiosidad y no le bastan las fotografías, puede acercarse hasta la Ringstraße, la avenida que circunvala el centro histórico vienés, y entrar al palacio coronado por una estatua de Atenea que sirve de sede al Kunsthistorisches. Está frente a otro edificio parecido que se inauguró paralelamente en 1891 por el emperador Francisco José I y que acoge al Naturhistorisches Museum (Museo de Historia Natural).

Fuentes: The Extraordinary Street Fight of Sir Kenelm Digby (Paul Kirchner en Arma, The Association of Reinassance Martial Arts)/A History of Weapons: Crossbows, Caltrops, Catapults & Lots of Other Things Tha Can Seriously Mess You Up (John O’Bryan)/Tools of War: History of Weapons in Early Modern Times(Syed Ramsey)/Medieval Russian Army 1250-1500 (David Nicolle y Viacheslav Shpakovsky)/The Book of the Sword (Richard F. Burton)/Indian and Oriental arms and armor (Lord Egerton of Tatton)/Wikipedia/LBV