En 1940 el vizconde de Uzqueta, el arquitecto Luis Moya y el escultor Manuel Laviada dieron a conocer un proyecto faraónico que podría haber albergado los restos del militar
Si hay algo que no se puede negar del Valle de los Caídos, el mismo que tantas páginas de prensa escrita y minutos de televisión atrae en las últimas semanas, es que cuenta con unas dimensiones colosales. Su cruz, por poner un ejemplo, pesa nada menos que 200.000 toneladas y mide unos 150 metros de altura desde la base. Sin embargo, este monumento funerario se hubiera quedado pequeño ante la majestuosidad de la pirámide de hormigón (de influencia egipcia para algunos expertos y americana para otros) que tres curiosos personajes diseñaron en 1940 para ubicar en mitad de Madrid. Un templo que pretendía albergar a «un héroe único». Para ellos, partidarios del alzamiento, quizá pudieran ser José Antonio Primo de Rivera o Francisco Franco (quien, por entonces, ya buscaba ideas para edificar su tumba).
Los artífices de este diseño fueron, tal y como señala a ABC el investigador y divulgador histórico José Luis Hernández Garvi (autor de «Ocultismo y misterios esotéricos del franquismo» -Luciérnaga, 2017-), el vizconde de Uzqueta, el arquitecto Luis Moya y el escultor Manuel Laviada. Tres individuos que permanecieron ocultos en el Madrid republicano durante la Guerra Civil hasta que Franco obtuvo la victoria.
Durante ese tiempo, como ellos mismos desvelaron en un extenso artículo publicado allá por 1940 en la revista falangista «Vértice», pasaron las horas muertas dibujando un monumento funerario tan majestuoso como imponente. Una mole más alta que la misma pirámide de Keops. Y todo ello, para «hacerse un refugio interior donde pueda sobrevivir el pensamiento por encima del medio (el Madrid rojo)».
El pasatiempo quedó sin terminar por el final de la contienda, pero pronto fue retomado y presentado en sociedad a través de la prensa. Al fin y al cabo, y como ellos mismos explicaron, siempre lo consideraron «un sueño perfectamente razonado, llegando hasta el más mínimo detalle» para el que no se «había escatimado tiempo ni esfuerzo». En palabras de Garvi, Franco barajó la posibilidad de que fuese el monumento funerario que albergara sus restos, pero al final rechazó el proyecto. Lo cierto es que aquel monumento megalómano no se podía levantar, pues era además una de las múltiples piezas de un gigantesco complejo que incluía un arco del triunfo de dimensiones exageradas.
Acrópolis
En el artículo de «Vértice» los autores explicaron de forma pormenorizada las características de su obra. Para empezar, desvelan que elaboraron su diseño en base a tres puntos de partida: «una exaltación fúnebre», «una forma militar, reacción contra la indisciplina ambiente» y una «idea triunfal». «Se concretan estas tres ideas en una ciudadela, que contiene una gran pirámide y un arco triunfal, situados en foros o plazas rodeados por edificios militares y representativos», añadían.
A continuación, incidían en que «como no es bueno cimentar en el aire» ya habían buscado un emplazamiento para su particular sueño, «y el sitio elegido es el cerro que se extiende en Madrid, entre el cementerio de San Martín y el Hospital Clínico, lugar de los más altos dentro de la capital». Entonces, eso sí, una zona no demasiado edificada. «En conjunto una ciudadela, acrópolis de este siglo. Ordenada a la española, como el Escorial», desvelaban.
Para ser más concretos, el complejo contaría con un «eje principal de triunfo» y otro «transversal para lo fúnebre». «El primero, desde una anteplaza, sigue entre bastiones, hasta una plaza de distribución para circular». En la misma se encontraría el arco del triunfo, «puerta a la gran plaza interior», en la que el visitante podría pasar unos minutos de asueto. «Al fondo, suntuoso edificio enriquecido con un atrio de columnas dedicado a la conmemoración y a reunión en un inmenso salón cubierto a la española. Alrededor de la plaza, edificios porticados con balcones, teatro de esta ciudadela», completaban.
Según sus propias palabras, esta grandiosa obra sería la «cabeza de la ciudad» y un «instrumento de dominio» que evitaría las revueltas sociales. El resultado sería una victoria ante el desorden que, según ellos, había implantado antes de la llegada de la Guerra Civil.
Pirámide y arco
A pesar de la importancia del complejo, el punto central de la ciudadela sería la pirámide. Una construcción -según Garvi- de unos 150 metros que, atendiendo a la descripción que el arquitecto Antonio González-Capitel hace en su tesis doctoral «La arquitectura de Luis Moya Blanco», no sería maciza, sino que estaría hueca e incluiría en su interior los restos de un «Héroe» y los de los caídos por España.
«La pirámide, negando la condición maciza que incluso la entrada parece confirmar, será por el contrario gran hueco, enorme basílicaque cobija la insólita llama pétrea sobre la cripta de los mártires». A su vez, y según el mismo experto, la estructura estaría formada «mediante un doble plano de hormigón unido por losas horizontales». Todo ello daría como resultado una «pirámide interior y otras exterior, semejantes y paralelas», cuyo objetivo sería, entre otros, aumentar su resistencia.
Así definieron los propios diseñadores esta pirámide:
«La nueva versión de la pirámide los recoge y ajusta mejor, valiéndose de la nueva técnica. La pirámide tiene la misma forma dentro y fuera. La iluminación por medios puntos, bocas de nichos. La cripta se abre hacia la basílica superior por el centro y por los bordes; del centro sale como una llama, un monumento; atraviesa el piso, saliendo del mundo subterráneo, y llena el ámbito de la basílica; un gran paño, el Sudario de la Pasión, llevado por Ángeles: otros Ángeles se entremezclan llevando la lanza, el lienzo de la Verónica, la Columna, la Cruz, en lo alto. Al pie los caídos, ocho figuras representativas, entre la cripta y la basílica, vistos desde ambos. Y en el fondo, en el centro, el sepulcro, no de un democrático soldado desconocido, sino de un Héroe único. Irradian las naves de la cripta hasta la galería de contorno, que une otra vez los ámbitos de arriba y de abajo».
La entrada al templo no sería menos monumental que la propia pirámide. «Atrio hundido entre muros de granito con hornacinas; jardines elevados alrededor, coronados de «funesto ciprés»», destacaban.
Los artistas, de hecho, pensaban rehabilitar como uno de estos jardines el cementerio de San Martín, entonces destruido a pesar de haber sido uno de los más destacados de la época. Esa sería la entrada principal. Con todo, habría un segundo acceso. «Otra entrada lateral desde el cementerio viejo de San Martín en rampa descendente, que se estrecha entre muros de cipreses y se hunde hasta la boca de la cripta, baja y obscura», finalizaban.
Por su parte, el arco del triunfo desafiaría «las leyes de la gravedad física y de la gravedad arquitectónica», aunque no tendría categoría de edificio como tal. La finalidad de los diseñadores es que fuera como «un retablo madrileño» edificado en columnas sobre ménsulas. Una de sus caras tenía el objetivo de convertirse en un monumento a la enseña nacional al incluir a «Santiago Apóstol en medio de una gran bandera de piedras de color rojo y amarillo» y cuatro batallas en bajorrelieve: la de Covadonga, la de las Navas de Tolosa, la de América y «la del Movimiento». «La otra [cara] lo es al resurgimiento: dos figuras plantando un árbol», completaban.
José Luis Hernández Garvi: «El diseño de la pirámide me recuerda a las ideas megalómanas de Hitler»
1-¿Influyó la admiración de Franco por Felipe II en la elección de Cuelgamuros como enclave para el Valle de los Caídos?
Francisco Franco fue un gran admirador de los Austrias mayores, entre ellos Carlos V. Pero sin duda al que más adoraba era a Felipe II por su idea del imperio católico global. Y qué mejor sitio para construir su gran monumento funerario que a una decena de kilómetros del Monasterio del Escorial. Pudo haber elegido cualquier enclave, pero se decidió por la sierra madrileña.
Pero también influyó de forma directa el cristianismo. Franco quiso construir una cripta gigantesca en el interior de una montaña. Eso enlaza con los evangelios apócrifos, en los que se afirma que Jesús no nació en un portal, sino en una caverna. Además, las cuevas siempre han sido templos atávicos en los que los elegidos (entre ellos, los santos) han entrado en contacto con las fuerzas superiores.
2-¿Estaba Franco obsesionado con el tamaño de la cripta?
Existe una anécdota histórica en la que se cuenta que Pedro Muguruza, arquitecto y jefe del proyecto hasta que falleció y fue sustituido por Diego Méndez, recibía de vez en cuando la visita de Franco. Dicen que estaba obsesionado y que siempre le decía que tenía que ser más grande.
3-¿Fue el diseño actual del Valle de los Caídos el primero elegido por Franco?
No. Hubo más. El más llamativo fue uno en el que actual basílica sería una pirámide de 150 metros. Es decir, más grande que la de Keops. El proyecto era literalmente faraónico e incluía la construcción de un gigantesco arco del triunfo en Moncloa (Madrid). Desde ese punto saldría una gran avenida de cuatro carriles por sentido que llegaría hasta la propia pirámide. Este diseño me recuerda a las ideas megalómanas de Adolf Hitler y de su arquitecto, Albert Speer, que querían construir una nueva capital del Reich con una cúpula 17 veces más grande que la de San Pedro del Vaticano.
4-¿Quién fue el artífice de este proyecto faraónico?
El vizconde de Uzqueta, el arquitecto Luis Moya y el escultor Manuel Laviada. Eran tres personas que se habían quedado escondidas en Madrid al comenzar la Guerra Civil para evitar las represalias republicanas. Cuando terminó la contienda se declararon proclives a Franco. El proyecto apareció publicado en la revista «Vértice», órgano de difusión falangista, en 1940. La idea era que la gran pirámide fuese hueca. En ella se ubicarían los nichos de los caídos por España.
5-¿Le gustó a Franco la idea?
Salta a la vista que no le gustó demasiado el proyecto. Rechazó aquella gran pirámide por temas meramente económicos. Era imposible construir esa mole en mitad de la montaña. Además, otra cosa que le pudo repeler fue que en ella no había una cruz, y Franco quería que su monumento funerario tuviese una. Criticaba cualquier diseño que no la tuviera. Al final, el boceto de la cruz que se construyó sobre el altar mayor lo hizo él mismo. Franco era un aficionado a la pintura y realizó los mismos planos.
6-¿Hay alguna influencia de esa arquitectura egipcia en el Valle de los Caídos?
Lo que no estamos viendo estos días en la televisión, la parte de atrás del Valle de los Caídos, se parece mucho al complejo de un templo egipcio por la distribución. Toda esa zona es menos conocida, pero incluyó una Escolanía con un monasterio. Además se edificaron muchas capillas, aunque algunas han sido derruidas. También había cruces góticas con inscripciones en latín que todavía pueden verse. Como curiosidad, en los años 70 se construyó un tren funicular que conectaba la base con la parte superior.
7-En su obra afirma que Franco quería inaugurar su propia dinastía real.
Quería que su hija fuera la fundadora de una dinastía reinante en España. Luego trasladó esta idea hasta su nieta, Carmen Martínez-Bordiú, que se casó con Alfonso de Borbón y Dampierre, duque de Cádiz, nieto de Alfonso XIII y pretendiente legítimo al trono francés. Pero al final, en un momento dado, tomó conciencia de que esas ínfulas imperiales no se podrían llevar a cabo.
8-También hace referencia a cuatro columnas ubicadas en la entrada del Valle de los Caídos que están relacionadas de forma íntima con Felipe II.
Si. Eran los “Juanelos”, unas columnas cuya autoría se achaca a Juanelo Turriano y cuyo diseño supervisó presuntamente Felipe II. Se desconoce para qué iban a ser utilizadas. Una posibilidad es que sirvieran de pilastras para un edificio de la realeza, aunque también se baraja que pudieran haber estado destinados a servir como contrapeso al “Artificio de Juanelo”, una máquina hidráulica que tenía como objetivo llevar agua del Tajo hasta Toledo.
Todo lo que rodea a estos “Juanelos” es desconcertante. Se desconoce cómo decidió Franco que fueran utilizados para el Valle de los Caídos. Solo se sabe que estaban abandonados. Tres de ellos fueron hallados en Nambroca y el restante en la cantera original. En cualquier caso, Franco estableció que adornarían el complejo y llegó a supervisar su colocación. Además, se preocupó de que fueran ubicados en un emplazamiento concreto.
9-¿Quién era Juanelo Turriano?
Un personaje curioso. Turriano fue conocido, según las crónicas, por diseñar un ingenioso hombre de palo que recorría las calles de Toledo pidiendo limosna. Una leyenda preciosa. También construyó un artilugio hidráulico que nadie sabía utilizar salvo él. Cuando Carlos V se retiró a Yuste fue una de las pocas personas que le acompañó, aunque para mantener la colección de relojes que tenía.
Todo lo que rodea a este personaje está impregnado de leyenda. En las crónicas antiguas se contaba que Turriano había transportado hasta Nambroca los tres “Juanelos” originales él solo con la ayuda de su hija. Pero cuando se llevaron al Valle de los Caídos Franco tuvo que traer camiones que se usaron en la Segunda Guerra Mundial para mover tanques. Además, hubo que fabricar unas góndolas especiales para que no se partieran.
10-¿Qué simbolizaban para Franco?
Nunca ha sido aclarado. En una entrevista a Diego Méndez le preguntaron qué significaban aquellas columnas. En su momento fue una elección extraña porque no eran especialmente estéticas. No tenían adornos, eran sencillas… Él se limitó a responder que serían las columnas sobre las que nacería la nueva España.
11-¿Existe algún otro secreto del Valle de los Caídos que explique en su libro?
Muchos otros. El que más me llama la atención es el de los cuatro arcángeles que se encuentran antes del Altar Mayor. Uno de ellos es Azrael. Aunque es poco citado en la tradición religiosa, en los misterios del cristianismo es un psicopompo. Un guía encargado de llevar las almas al cielo o al infierno. En un principio iban a colocarlo en la entrada a la cripta, pero les pareció tan tétrico y siniestro que prefirieron cambiarlo de lugar.
Pero esta no es la única referencia de carácter ocultista que existe en el Valle de los Caídos. También hay un gran crucifijo que preside el Altar Mayor dentro de la cripta cuya cruz fue tallada en el tronco de un enebro de los montes segovianos de Valsaín. Este árbol fue escogido en persona por Francisco Franco. La tradición hebrea y de las Sagradas Escrituras afirma que del fruto del enebro se puede extraer un bebedizo que permite entrar en contacto directo con los ángeles al que lo ingiere. Después de ello, un ángel baja del cielo para cumplir cualquier deseo que le pida.
Fuente ABC