Cosquer, la gruta submarina con pinturas rupestres descubierta en 1985 en Marsella

Cosquer, la gruta submarina con pinturas rupestres descubierta en 1985 en Marsella
Caballos pintados en la gruta/Imagen: Marseille Tourisme

El reciente drama, por suerte con final feliz, de los niños tailandeses atrapados en una caverna me ha recordado un curioso rincón situado en el sur de Francia, una cueva con pinturas rupestres que tiene como principal singularidad el hecho de ser submarina, con la entrada a 36 metros de profundidad, siendo necesario bucear a lo largo de un estrecho túnel hasta llegar a las cámaras donde están las bóvedas decoradas. Me refiero a la Gruta Cosquer.

Evidentemente, antes no era así. En el Paleolítico Superior, que es cuando lo utilizaron nuestros ancestros, el lugar no estaba sumergido sino al pie de un barranco asomado a una amplia zona despejada de tipo estepario; hay que tener en cuenta que hablamos de una época con un clima diferente, bastante más frío al corresponder a la última glaciación. De hecho, la cueva ni siquiera estaba cerca del mar sino a 6 kilómetros tierra adentro y además a 120 metros sobre el nivel de las aguas.

Corte de la cueva/Imagen: Jespa en Wikimedia Commons

Fue después, durante el Holoceno (hace unos 10.000 años), cuando las temperaturas se suavizaron, ese nivel aumentó y el litoral fue retrocediendo hasta que se conformó una costa mediterránea más parecida -no igual- a la que tenemos ahora. La entrada quedó cubierta por el mar, el cual penetró además por la galería principal hasta llegar a la cueva propiamente dicha, que todavía hoy se halla parcialmente anegada. Por eso no es visitable; ni siquiera para buzos, ya que ese pasadizo está tapiado con bloques de hormigón y sólo se retiran para el acceso de investigadores.

Pero volvamos atrás, al Gravetiense, también llamado Perigordiense Superior, período cultural del Paleolítico Superior en el que el Hombre de Cro-Magnon utilizó la caverna. No para habitarla, ya que, si bien se han encontrado restos de una hoguera, no aparecían con huesos o herramientas asociadas, lo que indicaría que en la Gruta Cosquer no se vivía sino que se empleaba como santuario religioso, para las ceremonias rituales. Por eso su interior fue decorado con pinturas rupestres en cuya interpretación no voy a entrar porque ni los expertos se ponen de acuerdo y hay multitud de teorías, desde la magia simpática hasta el estructuralismo, pasando por otras muchas.

Períodos del arte paleolítico/Imagen: Wikipedia

De esa etapa, el Gravetiense, los principales motivos artísticos representados en las paredes son impresiones de manos, que se hacían colocando ésta en la roca y soplando la pintura sobre ella. Se han encontrado 65, unas en negro y otras en rojo, con una curiosa singularidad: a la mayoría les faltan uno o varios dedos, algo que unos paleoantropólogos interpretan como pruebas de mutilaciones rituales pero que otros consideran que era para hacer una especie de alfabeto de signos. También hay símbolos grabados en la piedra (cruces, líneas, puntos…) y representaciones animales, sobre todo caballos y cérvidos, aunque son las humanas las más llamativas por su claro componente sexual.

Algunas figuras no están pintadas sino grabadas en la piedra/Imagen: Marseille Tourisme

Luego hay pinturas de una segunda etapa, el Solutrense, que junto a la anterior se la considera revolucionaria en cuanto a la fabricación de utillaje lítico, al aplicar mangos de madera (de pino y abedul, para más señas) a las herramientas de piedra, y a los avances en técnica artística, ya que es ahora cuando aparecen las famosas estatuillas de venus paleolíticas. Siguen apareciendo motivos animales, predominando de nuevo los équidos pero apareciendo asimismo cabras, megaceros, bisontes y uros. En esa temática zoológica llama especialmente la atención la fauna marina, con focas, pingüinos, peces cetáceos y hasta medusas.

En total suman cerca de cinco centenares de figuras (incluyendo los grabados) que, en suma, representan la actividad de unos ocho milenios, cronológicamente situados entre el 27.000 y el 19.000 a.C, en los que el Homo sapiens le ganó la partida al neandertal, por lo que la extraordinaria figura pictórica de un hombre herido que conserva la gruta no resultaría en absoluto profética. Claro que, por desgracia, muchas pinturas se han perdido al quedar bajo el nivel del agua.

Pinturas de pingüinos/Imagen: Marseille Tourisme

Un agua por la que practicaba submarinismo Henri Cosquer en 1985 cuando descubrió por azar una oquedad que se prolongaba por la roca e, intuyendo que quizá llevaría hasta una gruta natural, se internó por ella. Moviendo sus aletas con cuidado para nadar en aquel angosto pasillo privado de luz, cubrió los 175 metros de longitud que tiene hasta desembocar en una sala de unos 50 metros de diámetro inundada sólo hasta la mitad. De su bóveda colgaban agudas estalactitas, tal como esperaba, y dedicó un rato a sacar fotos sin saber muy bien qué retrataba, ya que la única luz la proporcionaba el flash durante un segundo.

Fue al revelarlas -cosas de la era predigital- cuando se llevó la sorpresa de su vida: había plasmado algunas pinturas inequívocamente humanas, como indicaba alguna de esas manos que mencioné antes. Así que regresó a aquel insólito lugar con algunos compañeros para verlo con calma y, en efecto, ante ellos se abrió aquel mundo artístico que había permanecido oculto durante tanto tiempo. Tan maravillados quedaron que no informaron a las autoridades sino que volvieron varias veces hasta que la desgracia se cebó con ellos.

Los investigadores en la gruta/Imagen: Marseille Tourisme

Ocurrió en 1991, cuando tres de los buceadores fallecieron atrapados en el túnel de acceso. Entonces primero la DRASM (Direction des recherches archéologiques sous-marines) y después el Service régional de l’archéologie tomaron cartas en el asunto. En septiembre de ese mismo año se realizó una exploración con ayuda de l’Archéonaute, un barco del Ministerio de Cultura, dirigida por los prehistoriadores franceses Jean Courtin y Jean Clottes. El primero tenía la baza extra de ser un buzo experto mientras que el segundo es especialista en el Paleolítico Superior y arte parietal.

Ambos dataron las pinturas en torno a 20.000 años atrás, lo que las hacía más antiguas incluso que las de Lascaux (por eso éstas se ven más dinámicas, más modernas). Sin embargo, un estudio más pormenorizado requería tiempo y recursos, dadas las dificultades para llevar material, así que para evitar más accidentes optaron por mantener la gruta cerrada al público; sólo hubo una excepción, al año siguiente, para rodar la película Le Secret de la grotte Cosquer.

Vista aérea del cabo Morgiou/Imagen: Luc Vanrell en culture.gouv.fra

En 1994 se inició por fin el ansiado estudio de las figuras, que resultaría polémico por un tiempo debido a que algunos consideraban improbable la fecha de datación propuesta. El problema estaba en la imposibilidad de aplicar la técnica del carbono 14, ya que se consideraba que el resultado no sería fiable con tanta antigüedad (aunque, de hecho, se usa para piezas orgánicas de hasta 50.000 años). Ahora bien, estaba claro que no se trataba de una falsificación porque las pinturas se hallaban recubiertas de una capa de calcita que sólo podía formarse a lo largo de miles de años. La confirmación la proporcionaron en 1998 los restos de madera y polen hallados en el lugar.

En 2002 se hizo otra campaña a cargo de Luc Vanrell (un buzo y fotógrafo submarino experto en pecios y famoso por descubrir el avión con el que desapareció el escritor Saint-Exupéry). Un año más tarde llegó la tercera, otra vez dirigida por Courtin y Clottes. Después se sustituyeron los bloques de hormigón que cerraban la entrada por un portón de acero y desde entonces la gruta Cosquer duerme en un letargo preservador, dejado atrás un fallido proyecto para dotarla de una entrada con ascensor desde arriba.

Los Calanques, en la Riviera Francesa/Imagen: Christophe.moustier en Wikimedia Commons

La última noticia es que en 2016 se hizo una recreación digital en 3D con la idea de construir una réplica a tamaño real para que el público pueda visitarla. Mientras, hay que conformarse con pasear por el cabo Morgiu, donde se ubica el calanque de la Triperie (los calanques son estrechas lenguas de roca de paredes verticales que se adentran en la mar, típicas de la costa de Marsella); la caverna está debajo.

Fuentes: The archaeology of rock-art (Christopher Chippindale y Paul S. C. Taçon)/Symbols. A universal language (Joseph Piercy)/What Is paleolithic art? Cave paintings and the dawn of Human creativity (Jean Clottes)/La grotte Cosquer (Xavier Delestre en culture.gouv. fra)/Wikipedia/LBV