Cómo un botánico francés llevó a Europa el primer testimonio escrito completo de la civilización mesopotámica

Detalle de la Piedra de Michaux / foto dominio público en Wikimedia Commons

A finales del siglo XVIII la escritura cuneiforme era todo un misterio para los historiadores europeos. El primero en dar noticias de una extraña escritura tallada en templos y tablillas de arcilla fue el embajador veneciano Giosafat Barbaro, quien en 1474 había estado en Persépolis. Luego en 1598 Robert Shirley encontró la monumental inscripción de Behistún, cuya parte persa no sería completamente descifrada hasta 1838 por Henry Rawlinson. Con ese material, él mismo junto a otros erúditos lograron a finales de la década de 1850 descifrar la escritura cuneiforme, dando comienzo al desarrollo de la asiriología moderna.

 

 

Pero antes de todo eso los pueblos que habían empleado la escritura cuneiforme, sumerios, acadios o hititas, ni siquiera tenían todavía un nombre que los identificara en la historiografía.

Detalle de la inscripción de Behistún / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Los primeros pasos en el estudio de estas antiguas y desconocidas civilizaciones empezarían a darse en las últimas décadas del siglo XVIII. Y la causa de todo sería el viaje de un simple botánico, que antes había sido labrador y campesino.

Se llamaba André Michaux y poseía una granja en Satory, cerca de Versalles. Cuando tenía 24 años se quedó viudo, le dejó la granja a su hermano y comenzó a estudiar botánica con Louis Guillaume Le Monnier, el médico y botánico real. Nueve años más tarde, ya conseguida su licencia, se le empiezan a encomendar misiones en expediciones fuera de Francia.

Una de ellas es la que en 1782 le llevó a Persia con el objetivo de recoger raros y nuevos especímenes de plantas, acompañando al cónsul francés Jean-François Rousseau. El viaje no empezó demasiado bien, ya que cerca de Basora le robaron todo su equipaje, salvo los libros. Ya en Persia, pasaría dos años en la región explorando las costas del Golfo Pérsico y el Mar Caspio. Parece ser que incluso trató al mismísimo Sah de algunas complicaciones de salud, ganándose su aprecio, aunque no existen pruebas documentales de esto. Lo más probable es que sea una leyenda basada en su interés por las propiedades medicinales de las plantas persas.

Antigua Ctesifón / foto Karl Oppolzer en Wikimedia Commons

En una ocasión, visitando a un amigo que era médico en Bagdad, se acercaron a unas antiguas ruinas cerca de la ciudad de Semiramis (actual Taq Kasra). Allí Michaux encontró una extraña piedra negra. Tenía una serie de grabados raros en su parte superior y lo que parecía un tipo de escritura extraña en la inferior. Según cuenta en su diario se quedó con ella y la llevó consigo tres años y medio más tarde, en 1786, cuando regresó a Francia con un gran herbario y abundantes semillas de diferentes plantas que le valieron el título de Botánico Real.

Allí se la vendió al Museo de Antigüedades francés en el año 1800 por unos 1.200 francos, que la guardó en la Biblioteca Nacional. Los historiadores de toda Europa nunca habían visto nada igual, y la noticia de su descubrimiento corrió como la pólvora por la sociedades científicas del continente. Porque el caso es que aquella piedra era el primer testimonio escrito completo de la existencia de la antigua cultura mesopotámica que llegaba a Europa.

Grabado de la Piedra Michaux en una publicación de 1854 / foto dominio público en Wikimedia Commons

Se trataba de un kudurru (un registro de propiedad) y las ruinas donde había sido encontrada eran las de la antigua Ctesifón al sur de Bagdad y a orillas del Tigris, del siglo XII a.C. Pero todavía habría que esperar 57 años hasta que se descifrase la escritura cuneiforme para saber lo que ponía en la piedra y para qué servía.

Rawlinson fue quien propuso la primera transcripción de la estela en 1861. Pero la traducción completa llegaría de la mano de Jules Oppert en 1895. La inscripción comienza:

El campo en la ciudad de Abna Nebo a orillas del río Tigris, situado en la finca del hombre Killi, en forma de un rectángulo alargado. 180 medidas son la longitud de su lado este, frente al montículo alto de tierra levantada. Y 180 medidas a lo largo de su lado oeste, orientadas a la finca del hombre Tunatzu. Y 90 medidas son la longitud de su lado norte, frente a la finca de Killi. Y 90 medidas son las longitud de su lado sur, también frente a la finca de Killi. Elisut-ussur, hijo de Killi, ha dado este campo para siempre a su hija ahora que vive en la ciudad de Kar-Sargina, y que es la esposa del hombre Khiga-ship-Marduk, hijo de In-beth-shagathu-siirashbit. Y Khiga-ship-Marduk, hijo de In-beth-shagathu-zirashbit. En recuerdo perpetuo de ella, ha tallado las imágenes horribles de los grandes dioses y diosas sobre esta tabla de piedra.

La Piedra Michaux, hoy en la Biblioteca Nacional de París / foto dominio público en Wikimedia Commons

Está escrita en acadio, en dialecto babilonio con signos cuneiformes y ortografía arcaica. Se trata de un contrato de donación de tierras por parte de un padre a su hija, con una serie de maldiciones finales en caso de violación de la propia estela o impugnación de la donación. La tierra en cuestión se situa en el pueblo de Kar-Nabu, al noreste de Babilonia, y tiene 162 hectáreas de superficie.

Y continúa con las maldiciones:

Si alguno en días futuros, entre los hermanos o descendientes de la casa de Killi ; cualquiera de sus hombres o mujeres, sirvientes masculinos o siervas, ya sean jóvenes o…ordenen destruir esta escultura y arruinar estos escritos, rompan cualquier parte de esta escultura, ya sea lesionando a la Divinidad o ya sea cambiando el número de líneas de escritura, o alterara la escultura e hiciera nuevas; o diga que la forma del campo no ha sido fielmente representada de modo que se trate de un rectángulo alargado, o bien con una decisión intencionada levantase esta inscripción tan alto que sea inútil; o hiciera una nueva y la colocase de forma llamativa, mientras que ésta se deja en un lugar descuidado. O quién la arrojara al río; o la destrozara en pedazos; o la cuadrara para emplearla como piedra de construcción o la quemara en el fuego ; o raspara su superficie y escribiera en ella algo más; o la colocara en un rincón oscuro; Que las grandes deidades Anu, Siu, Bita y Mulch le corten como un hombre derriba un árbol. Que se lleven las tumbas de sus padres y saqueen las posesiones de su raza! Que Marduk, el gran Señor, lo persiga con grilletes que no se pueden romper! Que el Sol, el gran Gobernante del cielo y de la tierra, lo entregue a sus enemigos, un esclavo condenado al trabajo forzado! Que Sauna, diosa de los arroyos corrientes, le suelte las copiosas aguas del cielo y arrastre en ruinas las cosechas de maíz de sus campos! Que Ishtar, reina del cielo y de la tierra, que se sienta en su trono en el Tesoro de “dios y el rey”,’ lo postre hasta la mismísima tierra!

El kudurru en sí tiene 46 centímetros de alto por 20 de ancho y pesa 22 kilogramos. Está datado entre los años 1099 y 1082 a.C., durante el reinado de Marduk-nadin-ahhe en Babilonia. En su cara y reverso contiene 95 líneas escritas en cuatro columnas, coronadas éstas por dos registros que contienen 21 símbolos iconográficos representando animales fantásticos, atributos divinos y estrellas.

Aunque en principio se pensó que estas piedras podrían ser una especie de marcas fronterizas que se colocarían en los campos, lo cierto es que todas las encontradas proceden de templos, por lo que se supone que era en ellos donde se guardaban, mientras que al interesado se le daba una copia en arcilla.

Caillou Michaux
by Grands sites archéologiques
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En cuanto a Michaux, Luis XVI le envió en 1785 a los Estados Unidos, en busca de nuevas plantas que pudieran ser útiles en medicina, construcción y agricultura. Durante diez años envío cajas de plantas y semillas a Francia, al tiempo que introducía en América nuevas especies. A su regreso el barco en que viajaba naufragó, aunque logró sobrevivir y salvar la mayoría de ejemplares que traía consigo.

En 1800 se embarcó en la expedición de Nicolas Baudin a Australia, pero la abandonó a medio camino, en Mauricio, desde donde pasó a Madagascar atraído por su exótica flora. Allí murió en 1802 de fiebres tropicales sin saber nunca lo que ponía en la famosa piedra que hoy lleva su nombre.

Fuentes: Orient Cunéiforme / Le caillou de Michaux (Jules Oppert) / Translation of Some Assyrian Inscriptions (H.Fox Talbot) / Wikipedia/LBV.