666, el número de la Bestia que originalmente era 616

El número 666 / foto Shutterstock

«Aquí hay sabiduría: El que tenga inteligencia, calcule el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es 666” (Apocalipsis 13, 18)

Más allá de su ámbito religioso, este versículo del Apocalipsis ha arraigado en el imaginario popular como Número de la Bestia, es decir, del Diablo, por una canción del grupo heavy Iron Maiden y por la película de terror La profecía. La cifra está considerada de mal agüero y a menudo se evita en las numeraciones, caso de carreteras (la que debía ser la Ruta 666 de EEUU pasó a ser la 491), teléfonos (los vecinos de la ciudad hondureña de El Progreso solicitaron que se cambiase el prefijo 666 que se le había asignado), fechas (hubo embarazadas que pidieron adelantar o retrasar el parto porque les coincidía el 6 de junio de 2006), juego (hacer un trío de seises en el póker), etc.

 

 

 

 

Cartel del la nueva versión de La profecía/Imagen: Leelibros

A esta aversión, que curiosamente afecta tanto a creyentes como a ateos, se la conoce medio en serio medio en broma con el término hexakosioihexekontahexafobia y uno de sus más célebres representantes fue el expresidente de EEUU Ronald Reagan, que llegó a cambiar su dirección del 666 de St. Cloud Road, Los Ángeles, al 668 de la misma calle. El caso es que los tres seises constituyen además un buen icono, al adaptarse muy bien a su colocación seguida o dispuestos en círculo. Ahora bien ¿y si en realidad no fuera ése el número de la Bestia bíblica? ¿Y si originalmente la cifra hubiera sido otra?

El disco de Iron Maiden/Foto: Wikimedia Commons

Lo cierto es que el 666 sólo aparece citado como número del mal una vez en toda la Biblia y son varias las interpretaciones que se han hecho sobre él y la frase de que forma parte. La palabra clave de ésta es el verbo calcular o contar, según qué traducción, porque también se puede interpretar como decidir o incluso votar; al fin y al cabo, todo el Apocalipsis es un relato de simbologías y metáforas continuas. Y resulta que algunas ediciones recientes del libro sagrado están cambiando el número por el 616. ¿Por qué? Porque son varias las fuentes documentales, especialmente las más antiguas, en las que ése parece ser el guarismo original.

Es el caso del Papiro 115, que forma parte de los llamados Papiros de Oxirrinco, una serie de textos en latín de los siglos I al VI, la mayor parte de los cuales se encuentra en el Ashmolean Museum of Art and Archaeology de la Universidad de Oxford; es el manuscrito más antiguo que se conoce (mediados del siglo III) con un fragmento del Libro de la Revelaciones en griego. También del Codex Ephraemi Rescriptus, un manuscrito uncial del siglo V que se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia.

El Papiro 115/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Hay más ejemplos, como la versión latina del Commentarium in Apocalypsis escrita por el hereje donatista Ticonio Afro e influencia decisiva para el Beato de Liébana, o San Ireneo de Lyon, que vivió a caballo entre el siglo II y el III y es autor de la obra Contra las herejías, informando de la existencia previa del 616, aunque él utiliza el 666. En suma, de la lectura y transcripción de estos textos, cronológicamente los más cercanos a la redacción del Apocalipsis por su autor, San Juan, se deduce que el verdadero número citado en dicho libro era el 616, lo que lleva a buscar una explicación para su sustitución.

Unos apuntan a su analogía con el 888, considerado el número de Jesús porque es lo que suman las letras de su nombre en griego; otros creen que simplemente se debe al hecho de tratarse de una cifra triangular; y no falta quien expone que 666 es la suma de los primeros 36 números (1 + 2 +3 + 4 etc). Pero las teorías más complejas aluden a la isopsefía, es decir, la práctica de sumar los valores numéricos de las letras de una palabra para formar una cifra. Es la versión helena de la gematría hebrea, por eso utiliza el alfabeto griego. La palabra, en este caso, sería el nombre del Anticristo… pero no exactamente del demonio.

El número de la bestia (William Blake)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Hay que situarse en el contexto histórico: los primeros pasos del cristianismo y las persecuciones a que eran sometidos sus seguidores por parte de los emperadores romanos. Si traducimos del hebreo César de los romanos (Qysr rwmyn) la gematría arrojaría el número 666; pero si traducimos César de Roma (Qysr Rwm) el resultado es 616. Además, en la numeración latina el 666 se escribe DCLXVI, considerado un acrónimo de la expresión Domitius Caesar Legatos Xti Violenter Interfecit, o sea, “El césar Domicio mató vilmente a los enviados de Cristo”.

No está claro a quién hace alusión el nombre Domicio; lo más obvio sería Domiciano, un emperador que se distinguió especialmente en el acoso a los cristianos, pero la mayoría de exegetas se decantan más bien por Nerón, otro que también se esforzó en ello y que se llamaba Domicio antes de ser adoptado por Claudio. De hecho, en la gematría, la suma de los caracteres hebreos Nero Cáesar da 666, pero en latín es frecuente sintetizar las expresiones y el nombre del emperador se resumía como Nro, que al pasarlo al hebreo da 616.

Nerón en Jerusalén (La Dirce cristiana), por Henryk Siemiradzki/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La datación de la redacción del Apocalipsis, que a priori podría ser una pista para saber a quién se refiere, no aclara mucho. Unos dicen que es posterior al suicidio de Nerón en el 68 d.C. y anterior a la destrucción del Templo, que tuvo lugar dos años después. Otros los sitúan en la parte final de la etapa de Domiciano, entre el 95 y el 96 d.C. Hay quien da una vuelta de tuerca al asunto al sugerir una identificación entre los dos césares en la mente de los cristianos perseguidos. Y luego está la leyenda, muy difundida en las provincias orientales y recogida por Suetonio, de que Nerón no habría muerto en realidad y regresaría; es más, se sabe que hubo tres impostores que se autopresentaron como Nerus redivivus.

Pero es que otra palabra de la cita del Apocalipsis, la “marca de la Bestia” en algunas traducciones, usa el término griego charagma, normalmente aplicado a monedas, documentos y al sello imperial con que se rubricaban éstos. Como quiera que uno y otras llevaba la faz del césar, ésta era omnipresente, lo que debía resultar doblemente ominoso para sus perseguidos porque, además, tampoco podían evitar su uso. Únicamente en el año 66, durante la primera rebelión contra Roma, los judíos acuñaron su propio dinero; gobernaba Nerón y, como decíamos antes, fue aproximadamente la época en que San Juan escribió su obra.

Áureo de Domiciano/Foto: Classical Numismatic Group en Wikimedia Commons

También se ha apuntado a Mahoma como designatario del número porque el papa Inocencio III le llamó Anticristo. No obstante, para que sus letras sumaran 666 fue necesario traducir el nombre al griego como Maometis, versión que nunca se había utilizado y que casi todos rechazan, aparte de que ese pontífice fue el único que definió así al Profeta. Claro que para Lutero, Calvino y los demás protestantes el Anticristo era la propia Iglesia Católica o su representante, el Papa.

Ellen Gould White, líder de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, cimentó esa tesis en el siglo XIX con un tramposo encaje de bolillos ad hoc: el emperador Constantino donó el Imperio Romano a la Iglesia y su sumo pontífice asumió el titulo de Vicarivs filii dei, revelándonos la isopsefía de esta expresión que la suma de sus letras da 666. En realidad el título adoptado era Vicarius Christi y los valores que otorgó a las letras estaban manipulados, pero tampoco hay que tomar a la señora muy en serio, ya que sus opositores, que la consideraban una falsa profetisa, sacaron exactamente la misma cuenta de su nombre.

Ellen G. White en 1899/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Por tanto, la balanza se inclina del lado romano y fuera quien fuese el personaje designado como Anticristo, hay una hipótesis más que le da la vuelta al asunto: la de que el propio emperador impulsó su identificación con el número en cuestión debido a que los tres seises simbolizaban la trinidad armonía-belleza-encanto, aunque desde el otro lado lo trocarían en traición-amargura-venganza. En ese sentido y dado que el judaísmo consideraba al 7 como el número perfecto, el 6 era el imperfecto; tres veces imperfecto, pues, y además en la Biblia el 6 es el número usado para designar a la Humanidad (y con ella sus limitaciones, frente al poder ommímodo de Dios). Aunque si la cifra verdadera era 616 hay que seguir especulando.

Fuentes: El misterio de las cifras (Marc-Alain Ouaknin)/Como interpretar la Biblia uno mismo (Richard L. Mayhue)/The white goddess. A historical grammar of poetic myth(Robert Graves)/666. Apocalipsis I-XIII. Una profecía cumplida (Ángel Mirete Pina)/¿Quien es el 666 del Apocalipsis? (Martín Zavala en Autores Católicos)/Wikipedia/LBV