El tesoro del Vita’, cargado con los tesoros del patrimonio histórico artístico español durante la Guerra Civil

Imagen del «Vita», el barco había sido un yate de lujo de 690 toneladas que había pertenecido al Rey Alfonso XIII con el nombre de “Giralda”.

El episodio del yate Vita, barco de recreo y asuntos diplomáticos, que antes se llamó Giralda y, para ser vendido al mejor postor después de la peripecia criminal Abril, enfrenta a dos personajes taimados, socialistas del PSOE ambos, ambiciosos sin escrúpulos, falsos, soberbios y de traza gansteril, que disputaron el fruto de la rapiña a los españoles, robo o expolio, llámese como guste, en los años confusos que enmarcaron la II República, el Frente Popular y la Guerra Civil finalizada en 1939; aunque fueron varias las guerras civiles dentro del mismo marco. Una de estas guerras divide al PSOE en partidarios del Frente Popular de obediencia comunista soviética, aparentemente dirigidos por Juan Negrín, que es el político designado por los agentes de Joseph Stalin para implantar su tiranía en España, en contrarios a someterse al dictado soviético y finalmente beligerantes ante el predominio comunista en los ámbitos sociales, militares y políticos, y una tercera facción, en la que destaca Indalecio Prieto, y no solo por su voluminosa figura, que aspira a ser y estar siempre y por encima del resto desde una posición artera, confortable y resguardada.

De Juan Negrín se publican opiniones de personajes que bien le conocieron y mucho trataron en el artículo Memoria recobrada (1931-1939) XV; ahora en este complementadas, como botón de muestra para el tema que nos concierne, con otras dos definiciones que no requieren de comentario añadido. La primera es del anarquista Francisco Olaya Morales: «Negrín gestionó el final de la Guerra Civil con la misma irresponsabilidad que gobernó el país y la administración del patrimonio nacional» (recogido en su obra La gran estafa de la Guerra Civil, capítulo 2: La intoxicación comunista); la segunda del socialista Wenceslao Carrillo: «El gobierno Negrín es el más inepto y también el más desaprensivo de cuantos gobiernos ha conocido España» (recogido en el Archivo Luis Araquistáin, legajo 67, expediente 71).

Mientras que de Indalecio Prieto, destacamos el explícito y desglosado muestrario que ofrece José María Zavala en su obra Los gángsters de la Guerra Civil, de cuya página 16 extraemos que Indalecio Prieto no es el impulsor de la democracia social como se ha querido transmitir a la opinión público, ni basta su demanda de perdón por sus responsabilidades a lo largo de su dilatada vida política. Prieto fue uno de los cabecillas de la huelga revolucionaria de 1917, con acento marxista soviético, y poco después implicó sin pruebas al rey Alfonso XIII en el desastre de Annual, lo que propició el derrumbe del régimen constitucional; en 1934 se puso de parte de Largo Caballero para ser actor principal en el golpe de Estado que supuso la revolución de socialistas y separatistas con anarquistas y comunistas, se convirtió además en contrabandista de armas y desplazó dentro del PSOE al líder moderado Julián Besteiro. Urdió con Azaña y Strauss la liquidación del Partido Radical de Lerroux y también en connivencia con Azaña expulsó a Niceto Alcalá Zamora de la Presidencia de la República allanando el camino al Frente Popular y al enfrentamiento armado. En 1937 favoreció la caída en desgracia de Largo Caballero por orden comunista, hasta que transcurrido un año sin rivales el poder soviético lo apartó de la Administración. Y quien arteramente se apropió del valioso tesoro del Vita, que para sí quería Negrín, quien lo había amasado por delegación, compuesto por joyas y otros objetos de valor requisados a ciudadanos españoles.

Estos son los actores protagonistas y a continuación su teatro, cuya sinopsis es: Negrín robó a los españoles y Prieto quitó a Negrín lo que éste había ordenado embarcar en un yate que azarosamente dio en recalar donde aquél se encontraba, lo que resultaría un enredo cómico al espectador sino fuera por lo terrible de su origen y significado.

El yate Vita, donde I. Prieto y Negrín trasladaron botín del saqueo, a la venta en Alemania.

El medio de transporte para sacar el tesoro de España

Finalizaba el año 1938 cuando Marino Gamboa (uno de los tres directores de la empresa naviera del gobierno republicano Mid-Atlantic, personaje de tramoya que ocupó altos puestos de responsabilidad durante la Guerra Civil, sin motivo justificado aparente, y que desaparece después de haber servido al Partido Comunista), hombre de paja utilizado por Negrín siendo ministro de Hacienda y Presidente del Gobierno, ya en calidad de testaferro adquirió el yate Giralda, de 690 toneladas, dos palos y dos potentes motores, que bautizó Vita (el barco fue comprado con fondos del gobierno republicano, y cual práctica de Negrín se puso a nombre de un tercero, en este caso Gamboa), para trasladar un grandioso tesoro fuera de España. Como Gamboa era filipino nacionalizado estadounidense la bandera del Vita fue la de Estados Unidos. La adquisición se hizo aprovechando la competencia de Mariano Manresa (privado de Negrín, había sido capitán del buque Tramontana que entre 1936 y principios de 1937 transportaba el oro español entre Cartagena y Marsella), agregado comercial de la embajada de España en Londres que intervino en la compra; y el yate se puso a las órdenes del capitán José de Ordorica con una tripulación de máxima confianza compuesta por siete marineros nacionalistas vascos.

La primera travesía del Vita fue un crucero de placer por Escandinavia para el supuesto propietario, Marino Gamboa, y su familia. Entretanto, el socialista Indalecio Prieto representaba al gobierno español en la toma de posesión del nuevo presidente de Chile, Pedro Aguirre de Cerdá, en diciembre de 1938; ocasión para él pintiparada que aprovechó, a base de excusas, para preparar su exilio dorado. Prieto se trasladó a Argentina el 7 de enero de 1939 participando en varios mítines y entrevistas, y el 17 a Uruguay donde el embajador de México le transmitió una invitación del presidente Lázaro Cárdenas para visitar su país. El 24 de enero hizo escala en Río de Janeiro y el 26 embarcó rumbo a Nueva York en el trasatlántico Brazil; allí fue recibido por el embajador de la República española Fernando de los Ríos. El 7 de febrero el embajador mejicano en Estados Unidos, Francisco Castillo Nájera, le reiteró la invitación del presidente Cárdenas, pero Prieto fingió que antes de aceptar necesitaba la autorización protocolaria de Negrín. El 13 de febrero, por último, emprendió viaje por ferrocarril a México Indalecio Prieto, y familia, siendo recibido al cabo de una semana por el presidente Cárdenas, que lo agasajó.

A todo eso, avanzando las tropas nacionales hacia la frontera con Francia, las órdenes que llegaban al embajador De los Ríos, por conducto de Gonzalo Zabala (los dos titulares de las cuentas monetarias oficiales en Estados Unidos), le urgían a girar los fondos de su cuenta a la de Gamboa en el banco ruso de Londres, y al coronel Trejo, otro testaferro, de vender inmediatamente los bienes a su nombre en Estados Unidos y Canadá; principalmente aviones, en número de cuarenta.

Al tiempo que aceleradamente iban distribuyéndose por los comisionados al efecto bienes y dinero, unificando cuentas bancarias y liquidando los depósitos con la «honrosa» excusa de disponer de fondos para los exiliados y combatientes desvalidos llegada la derrota, el ministro de Hacienda Francisco Méndez Aspe, de la confianza de Negrín y los comunistas, tuvo la idea de trasladar a México las riquezas robadas, incautadas y confiscadas más difíciles de negociar para su venta, como eran las joyas y las obras de arte; disponiendo para ello del yate Vita, y sólo este barco para el transporte, aunque precisara de unos cuantos viajes para poder con todo.

Estando atracado en Holanda con su «propiedad», Marino Gamboa recibió orden de ir a Southampton y de proceder a la legalización de un contrato de fletamento del yate a favor de Méndez Aspe; en ese puerto británico embarcó Mariano Manresa, en calidad de segundo, y se procedió a la legalización del contrato, según el informe del Departamento de Averiguaciones Previas de la Procuraduría General de México. En paralelo, se desplazó a París un grupo de carabineros mandados por el teniente coronel Enrique Puente, que antes de la guerra había sido el jefe del grupo de guardaespaldas de Prieto, conocido con el nombre de La Motorizada, unidad de asalto y coacción operando en Madrid integrada mayoritariamente por socialistas de organizaciones sindicales, que con el tiempo se convertiría en unidad de carabineros (posteriormente Negrín lo recompensó por su fidelidad ascendiéndolo a comandante de Carabineros y después a teniente coronel, ignorante de que la única fidelidad de Puente era hacia Prieto), y dos oficiales del Tramontana, Isaac Echave y Antonio Brouard, que junto a Francisco Gordo, empleado de la sucursal del Bando de España en París, y Felipe Mesto, comisario de la Caja de Reparaciones de Daños y Perjuicios de la Guerra (creación del socialista Largo Caballero, su único director fue Amaro del Rosal, dirigente de la Unión General de Trabajadores y próximo al PCE; su sede se hallaba en Valencia, calle del Mar, número 55), compraron ciento veinte maletas en las que se introdujeron los ciento diez bultos de que constaba el cargamento del Vita, sin contar las cajas, que fueron enviadas al puerto de El Havre desde la embajada española en París.

 

La procedencia del tesoro

El primero de febrero de 1939, a las 22’30, se reunieron por última vez en España las Cortes de la República en el Castillo de San Fernando de Figueras, en la provincia de Gerona. A las 0’45 de la madrugada se levantaba la sesión y se dispuso el traslado a París en camiones de aproximadamente 200 bultos, entre cajas y maletas, almacenadas en el castillo, repletas con el sistemático expolio: joyas, valores y otros objetos procedentes de depósitos bancarios y del desvalijamiento de cajas particulares y demás rapiñas, confiscaciones e incautaciones ordenado por el gobierno republicano del Frente Popular; dinero y bienes pertenecientes a ciudadanos españoles cuyos domicilios fueron saqueados por los sicarios de las checas, sus moradores detenidos y paseados hasta el asesinato, y que el mermado pero terriblemente adicto gobierno de Negrín pretendía sacar de España para garantizarse una feliz estancia donde residiera.

En estas cajas había oro en lingotes y acuñado, colecciones de monedas de oro y plata de gran valor numismático, objetos artísticos y de culto que pertenecieron, por ejemplo, al papa Luna, Benedicto XIII, asimismo el joyero de la Capilla Real, el relicario del Clavo de Cristo, piezas de incalculable valor histórico, y un ejemplar del Quijote editado en hojas de corcho. Parte del oro embarcado pudo haber salido de las bóvedas del Banco de España, de donde se extrajeron 13.000 cajas en total, con destinos variados entre Moscú, París, Londres, Estados Unidos y México.

1939-Tesoro-expoliado-Frente-Popular-Negrin-Yate-VITA-Mexico

La carga

El día 14 de febrero, los servicios de inteligencia franceses detectaron la salida de la embajada española en París de numerosas cajas en tres camiones de la empresa Aget, y el día 15 otros tres que, también, descargaron sus mercancías, «mobiliario y enseres personales del embajador» en el puerto de Ruan (Rouen). A su vez, Enrique Puente, teniente coronel de Carabineros, encargado de custodiar el tesoro, también embarcó.

El 27 de febrero el Vita atracó en este puerto para embarcar en su bodega con precipitación y secreto las cajas provenientes de la embajada española y zarpó acto seguido, en esta misma fecha, con dirección al puerto de El Havre; aquí cargó las ciento veinte maletas (Carlos Sainz Valdivieso, Indalecio Prieto, pág. 217, afirma que eran cerca de doscientos bultos entre cajas y maletas, agregando que nadie supo jamás el número exacto de bultos) y subieron a bordo José María Sabater, delegado de Hacienda y portador de la documentación e inventario del cargamento (nunca especificado al detalle), nombrado responsable de la mercancía; Mariano Manresa, como sobrecargo, acompañado por su hermano Antonio, ambos afectos a Negrín y los comunistas; los oficiales del Tramontana y los carabineros de Puente. Al día siguiente, cuando ya se había reconocido oficialmente por el gobierno francés el nacional de Franco, apresuradamente pese a las malas condiciones del mar por el temporal reinante, el yate abandonó el puerto debiendo hacer escala en Southampton por razones de seguridad.

El 4 de marzo de 1939, aún con la furia del temporal, el Vita y su pabellón de conveniencia largaron amarras para evitar una inspección del cargamento por las autoridades locales. El 17 de marzo, amainado el temporal, hizo escala en la isla norteamericana de Santo Tomás, desde la que Enrique Puente envió dos telegramas: uno dirigido a Méndez Aspe, pidiéndole precisara el nombre del destinatario del cargamento; y el otro a Indalecio Prieto, que supuso era la persona designada para la recepción, lo que dio lugar a graves consecuencias porque no lo era (Puente desconocía que Prieto no era persona de confianza de Negrín y que entre Prieto y el gobierno se había suscitado un litigio por cuestión de intereses a principios de marzo cuando el ministro de Asuntos Exteriores, Julio Álvarez del Vayo, negrinista y en la órbita comunista, había exigido de Prieto la entrega del material aeronáutico que León Trejo había puesto a su disposición, surgiendo divergencias en torno a la suma de 258.874 dólares que Fernando de los Ríos tenía en depósito, asunto en el que había interferido Prieto so pretexto de la información que le había facilitado Francisco Cruz Salido, miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE, de que se preparaba en Francia la salida para México de treinta mil familias españolas, aludiendo que ese dinero no se necesitaba devolver porque en Francia debía haber «fondos en muy considerable cuantía»), pero él, Prieto, sí se adjudicó la «responsabilidad».

 

La llegada a México del Vita

El Vita llegó con algún susto a Veracruz, pero sin mayores problemas. Los sustos y problemas se producirían en tierras mexicanas.

Indalecio Prieto seguía maniobrando en México a su antojo e impunemente; procedió a liquidar la deuda del Estado mejicano con España que superaba los doscientos mil dólares y a la venta de los aviones depositados en el aeródromo de la capital federal, que León Trejo tenía a su nombre en Estados Unidos y Canadá, y al traslado de los baúles de Gonzalo Zabala que fueron enviados a la embajada española en México el 25 de febrero (según el embajador Gordón Ordás, Mi política fuera de España, págs.. 784-5, «Gonzalo Zabala, sin prevenirlo siquiera, le envió los dos baúles con las acciones y obligaciones que posteriormente fueron entregados a Prieto»). Por su parte, y siempre a instancias de Juan Negrín, Méndez Aspe comisionó a José Puche para hacerse cargo en México de las riquezas que transportaba el Vita y sobre las que nadie más debía poner las manos ni la codicia.

El yate Vita arribó sin contratiempos reseñables el 23 de marzo de 1939 frente al puerto de Veracruz, en la costa atlántica de México. Negrín había dispuesto que fuese el capitán Ordorica quien entregase personalmente el tesoro a José Puche; pero éste no acudió a la cita según informó Ordorica. El Vita enarbolaba la bandera de Estados Unidos situado frente a la costa mexicana sin atracar en el puerto y con la tripulación de una tercera nacionalidad. Advertido el cónsul de Estados Unidos ordenó retirar el pabellón del barco y su desalojo, mientras el jefe de la Aduana subía a bordo para inspeccionar la carga, cosa que no pudo efectuar porque el capitán Ordorica estaba en tierra y su camarote cerrado. Entonces apareció Prieto con sus influencias, previamente avisado por Enrique Puente y Mariano Manresa que lo visitaron el día anterior; a las iniciales reticencias de Prieto para intervenir en un asunto que no le concernía, cambiaron las tornas al conocer la carga del barco.

Escribió Prieto en sus Memorias:

«Desde luego reconocí y proclamé que su situación [la del Vita, los tripulantes y el peculiar pasaje] era peligrosa. Por la naturaleza especialísima de la nave que venían tripulando, ésta tenía que llamar extraordinariamente la atención al prolongar su estancia en puerto cuyas condiciones no justificaban semejante permanencia, contribuyendo a ello la circunstancia de ser todos los tripulantes [y pasajeros] de nacionalidad distinta a la del pabellón del barco» (citado en el libro de Francisco Olaya Morales).

La excusa, obviamente cierta, del pabellón sirvió a Prieto una argucia para apoderarse del fabuloso cargamento antes de que fuera incautado o dirigido a su destinatario según los deseos de Juan Negrín.

Telefoneó  al Palacio Nacional para hablar con el presidente Cárdenas, quien le remitió al responsable de la Aduana Federal que dijo: «Voy a dar instrucciones para que el barco se traslade a Tampico y descargue bajo protección del Ejército Federal. Ahora bien, si acepto esta responsabilidad es a condición de que usted y sólo usted [Indalecio Prieto] se haga cargo de lo que el barco traiga». La sugerencia del cambio de puerto era de Prieto: trasladar el barco a un lugar donde se dieran máximas y excepcionales facilidades para la descarga, es decir, ni preguntas ni miradas, era una apuesta ganadora e irreprochable si alguien le pedía rendir cuentas en el futuro inmediato.

Una carga no declarada es contrabando, como sucediera con el Turquesa en 1934, con el mismo protagonista: Prieto asumió el acto y, también, el Gobierno mejicano.

 

El atraque en el puerto seguro

Escoltado, el Vita puso rumbo al puerto de Tampico el 28 de marzo.

La víspera de la partida del yate, José Puche, que era el comisionado de Negrín para hacerse cargo de lo transportado en el Vita, llegó a México desde Nueva York, y ese mismo día 27, aún convaleciente de una enfermedad, se entrevistó con Prieto, aunque se abstuvo de confirmar que él era el destinatario del cargamento, más bien sólo una especie de mediador que exigía se le entregaran, además, otros valores depositados en el país, empezando por los dos baúles conducidos por Gonzalo Zabala y que ya obraban en poder de Zabala se negó a obedecer aduciendo en su descargo que no había recibido la orden del ministro de Hacienda, Méndez Aspe, así que de común acuerdo, por no quedarle otra a Puche, decidieron someter sus diferencias al arbitrio de Prieto, quien dio la razón a Zabala: sin documento justificativo no habría entrega; un aviso verbal no bastaba.

Poco después Puche requirió para sí el cargamento del Vita. Quienes lo custodiaban llevaron al agente de Negrín donde se encontraba depositado el tesoro y le requirieron el pago de salarios y gratificaciones a los marineros y, de paso, le anunciaron que el presidente Cárdenas había pedido, bajo palabra de honor «guardar absoluta reserva sobre las intervenciones habidas», confiriendo a Prieto la responsabilidad del cargamento.

Puche se sintió burlado e impotente, por lo que informó telegráficamente a Negrín.

 

La descarga del tesoro

En el puerto de Tampico se descargaron las cajas y las maletas transportadas por el Vita, bajo la vigilancia militar de los efectivos del general José Manuel Núñez, comandante de la zona militar del estado de Morelos. El presidente Cárdenas había delegado en él la supervisión de la descarga del barco. Asistido por un ayudante, el general verificó que la carga se componía de «diversidad de baúles, petacas y valijas chicas y grandes en cantidad oscilante entre 150 y 155».

Los bultos del Vita fueron trasladados por sus tripulantes, sin trámites de ninguna clase, a un muelle de la empresa Petróleos Mexicanos (PEMEX) en el río Pánuco; su contenido se expidió en dos vagones especiales que se incorporaron al tren expreso de México, estacionado en el recinto portuario. El general Núñez subió al tren junto a su ayudante y cuatro miembros de la dotación del barco. El 30 de marzo el tren llegó a la estación del Distrito Federal, donde Prieto había alquilado tres camiones para trasladar el tesoro a la lujosa barriada de San Ángel, y pidió a José María Argüelles, ex secretario de la embajada española en México, que cediera su chalé Villa Obregón, en la Avenida de las Palmas, para almacenar provisionalmente el tesoro cuya custodia recaía por alta disposición en su persona.

Acudió el delegado de Negrín, el desconcertado José Puche, a ver qué pasaba con el tesoro, y encontró plena disposición de Prieto para que diese fe de los bultos depositados en una de las salas de la mansión. Puche comprobó que los baúles y valijas «ocupaban aproximadamente los dos tercios de una habitación aproximadamente de cinco por seis metros, en un completo desorden, con bultos por todas partes, maletas abiertas mostrando su contenido; era un verdadero caos. En estas condiciones no podía uno aceptar aquello». Como si Prieto pensara ofrecérselo en bandeja de plata.

Puche no tuvo más remedio que asumir los gastos del viaje, de la descarga y de la estancia del Vita en puerto hasta que Negrín, enfrentado con Prieto, ordenó que los pagos cesasen. El tesoro del Vita permaneció un mes en el domicilio de José María Argüelles; luego fue trasladado a la vivienda alquilada por Prieto en el número 64 de la Avenida de Michoacán, que comunicaba con el domicilio de Prieto, adquirida a nombre de su fiel escudero Enrique Puente, donde se estableció como depósito definitivo..

Expone Puche la peripecia del tesoro (testimonio publicado en el libro de  José María Zavala):

«El que se hizo cargo de los bienes de la República fue don Indalecio Prieto. La excusa que dio para intervenir no era válida, pues decía que el gobierno había abandonado todo lo que venía en el Vita, cosa que no era cierta. Lo que pasó es que, siendo un cargamento con alto poder material, podía convertirse en poder político.

No existía tal abandono puesto que el Gobierno me había dado instrucciones para hacer lo que conviniera, a reserva de nuevas instrucciones; es decir, mis instrucciones eran posesionarme de la embarcación y esperar órdenes, que de ningún modo eran las de desembarco. Se dijo que, de cierto modo, la llegada de un barco sin autorización del Gobierno suponía una transgresión a las leyes marítimas; no era una objeción válida ya que el Gobierno de México estaba enterado de que venía dicha embarcación, y aún más, el Gobierno presidido por don Lázaro Cárdenas, sobre todo en aquel momento, estaba dispuesto a ayudar como pudiera a los refugiados españoles dentro del cumplimiento de las leyes. De manera que, en realidad, el argumento de que su intervención había sido forzada por el abandono por parte del Gobierno es completamente insostenible.

Hubo una cierta precipitación que yo atribuyo, y es una opinión personal, al deseo de controlar algo que podía tener, desde el punto de vista pragmático, valor material y, desde el punto de vista político, valor de poder.

La interpretación que yo daría es que se implicó en el asunto del Vita un aspecto político y otros de oportunismo pensando que el que pega primero pega dos veces. En este caso, don Indalecio asumió  una responsabilidad de gran importancia por las consecuencias que he sabido por referencias; yo no tuve ninguna intervención directa. Lo cierto es que lo que luego sucedió con el dichoso cargamento fue lamentable para el prestigio de la República y de la emigración.»

 

Implicaciones para justificar la apropiación del tesoro

A espaldas de Negrín y sus emisarios y testaferros, Prieto maquinaba para que le fuera concedida la potestad de organizar la recepción y asentamiento de los españoles que se dirigieran a México. Negrín se opuso y le mandó un telegrama conminatorio. Los restos orgánicos del PSOE todavía obedientes a Negrín, encargaron a Ramón Lamoneda, de la Ejecutiva del partido, que sometiera a los disidentes y oportunistas; que así se calificó a Prieto y sus adláteres. Al verse acosado por quienes reclamaban todos los bienes acarreados desde España, más aquellos en el extranjero ultramarino vendidos y por vender, Prieto ingenió una salida exculpatoria de sus acciones y a la par hábil para su propósito: arguyó telegráficamente al conturbado Negrín que en Francia se disponían de abundantes recursos para atender las necesidades perentorias de los altos cargos políticos y militares en desbandada.

Indalecio Prieto hacía tiempo que daba por muerto al gobierno del Frente Popular y a la República, y apostado tras la barrera, lejos de los formalismos políticos y aún más de los compromisos éticos, al igual que Juan Negrín y tantos que sólo miraban por su particular interés y supervivencia, optó por la vía dilatoria de los dimes y diretes legalistas.

El 7 de abril Prieto envió un telegrama a Negrín anunciando su disposición a entregar el cargamento a Puche y a Lozano, los emisarios del destinatario; lo que no hizo.

El 12 del mismo mes, ya finalizada la guerra, Prieto envió a la Diputación permanente un informe de diez hojas relatando su actuación desde el 24 de enero de 1939, omitiendo datos y fechas que le comprometieran, y para dejar en evidencia la ilegalidad del Gobierno que le reclamaba.

Reinando el caos, las ambiciones y los engaños entre los contendientes por la adquisición de los bienes expoliados situados principalmente en Francia y en México, Prieto siguió elaborando su plan y sumando aliados a partir de la segunda quincena de abril. Fernando de los Ríos, que desconocía cómo proceder con los fondos en moneda y plata que tenía en depósito, se los ofreció a Prieto; León Trejo le traspasó los aviones Bellanca estacionados en Estados Unidos y la veintena de aviones Grumman, comprados en Canadá, que debía haber vendido a cualquier precio, cual demandaba Negrín, y Gordón Ordás, siguiendo la inercia, le entregó cuatro millones de dólares que también tenía en depósito.

A la par, el 24 de abril, el subordinado de Prieto, Enrique Puente, replicaba duramente por carta a Ramón Lamoneda, Secretario general del PSOE y ferviente partidario de Negrín y la sumisión a los dictados soviéticos de Stalin, defendiendo los postulados e iniciativas de Prieto: «Le ruego que haga lo posible por romper las amarras que ligan al Partido a este desastre y elévelo por encima de las ruinas legales que se han empeñado en hacerlo cómplice, cuando no responsable, de una política que empiezo a creer ha sido calculadamente estudiada para destrozarnos», introduciendo en el juego de trileros un tema diferente, aunque vinculado, al que Lamoneda abordaba.

 

Las bazas de Prieto

En carta dirigida a Luis Fernández Clérigo, presidente de las Cortes en sustitución de Diego Martínez Barrio, Indalecio Prieto explica las circunstancias en las que llega a su poder el cargamento del Vita y como obra en consecuencia para el mayor beneficio común (carta publicada en el libro de José María Zavala):

«México 8-6-39

Señor don Luis Fernández Clérigo.

Presidente interino de la Diputación Permanente de las Cortes.

París.

Querido amigo: Adjunto a esta carta va un documento que suscriben conmigo los señores Giral, Barcia, Pozas y Gordón Ordás, todos a título de ex ministros de la República española. El documento, como verá, contiene una propuesta a la Diputación Permanente de las Cortes. Dada la naturaleza y la urgencia del asunto, me atrevo a suplicar a usted que convoque con la mayor prontitud posible a la referida Diputación y, además, que cablegráficamente me dé usted cuenta del acuerdo recaído  para ajustar yo mi conducta a la resolución, ello sin perjuicio de que por correo y en forma oficial nos comunique usted lo acordado.

Para el caso de que un acuerdo afirmativo determinase el traslado a México de la Diputación Permanente o de una Comisión de su seno, como alternativamente proponemos, me permito indicarle que el ministro plenipotenciario de México en París, don Narciso Bassols, está administrando la suma de treinta millones de francos, procedentes del fondo del Estado Español, para el pago de pasajes a México. Podría, pues, dicho señor facilitar el importe de los pasajes a los miembros de la Diputación Permanente que hubieren de venir y a sus respectivos familiares. De otra parte, le diré que en poder de la Agencia Fiscal de México en París, una especie de Delegación de la Secretaría de Hacienda, obra un giro de 258 mil y pico de dólares que fue hecho al señor Martínez Barrio como presidente de las Cortes y del cual no pudo éste hacerse cargo por no haber sido notificado en forma de la existencia de dicho giro, por lo que es posible que dicho giro sea transferido a usted a virtud de la circunstancia de desempeñar interinamente las funciones presidenciales del Parlamento de la República. Pero si surgieran dificultades para extraer de una u otra parte la suma que le fuera a usted necesaria, bastaría un simple aviso cablegráfico que a mí e dirigieran para situarles ahí, también por telégrafo, lo que necesitaran.

Salúdale muy amistosamente su amigo, Indalecio Prieto.»

Lo que suponía una confesión del uso del tesoro del Vita, avalado por el documento adjunto a la carta; en él insiste en que la carga del Vita se le concedió a condición de que «ya en tierra el cargamento, fuese yo el director responsable de su custodia».

Virgilio Botella, ex director general de los Servicios Administrativos del gobierno republicano en el exilio, recuerda una anécdota ilustrativa referida por Fernández Clérigo de la actitud cambiante e interesada de Prieto (testimonio publicado por José María Zavala):

«—Usted primero, señor presidente —rogaba Prieto a Fernández Clérigo—; no faltaba más.

Y señor presidente por aquí, y señor presidente por allá, pero una vez logrado que votáramos el desconocimiento del Gobierno Negrín y nos hiciéramos cargo de todos los fondos que tuviera el mismo fuera de España para confiárselos a la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles), creada en esa misma ocasión, ya no me dirigió la palabra y volvió a ser el hombre adusto que para mí había sido siempre.

Si ahora nos volviéramos a reunir todo sería muy distinto.

En realidad Prieto desprecia la emigración, y no lo oculta. Dice que es una emigración de pedigüeños.

Pero, ¡nos ha jodido! ¿A quién van a pedir las familias necesitadas sino a quien tiene todo lo del Vita

A finales de abril, todo prisas para transportar las incautaciones y expolios de Europa a América, todo desconcierto, argucias y trapazas para disimular el fondo del asunto, Méndez Aspe ordenó a Gamboa que hiciera regresar el Vita a Francia; pero el capitán del yate se abstuvo de dar respuesta tras consultar con Prieto.

El 3 de mayo, Prieto renueva su iniciativa con el envío de un informe a todas las personalidades y organismos republicanos en el exilio, complementario al dirigido el 12 de abril a la Comisión Permanente de las Cortes; en este documento detalla sus negociaciones con el presidente mejicano que, dice, han tenido por objeto el establecimiento en México de poblados agrícolas, industrias y cooperativas. Asimismo, Prieto anunciaba el interés de Brasil, Bolivia, Argentina y Chile por abrir sus fronteras a los españoles que a dichos países quisieran dirigirse para trabajar, gestiones llevadas de modo altruista, pese a la desautorización de Negrín.

El 11 de mayo, para beneficio de Prieto, por conducto de Augusto Barcia, el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, respondió al citado informe ofreciendo a Prieto el texto íntegro del acuerdo de la Diputación Permanente (sita en Francia), cuya letra y espíritu modificaban la situación precedente y garantizaban a Prieto la consecución del proyecto que únicamente él conocía.

«Sólo por un fenómeno de amnesia puede afirmarse la afirmación inexacta del Sr. Negrín, en su telegrama a usted, de que se le han concedido máximos poderes por la Diputación Permanente. Ni así está en el texto aprobado [que se adjunta] ni estuvo nunca en el ánimo de la Diputación. Las hipérboles del Sr. Negrín corren a cargo de su fantasía o de su falta de memoria» (citado en el libro de Francisco Olaya Morales).

La descalificación a Negrín corría pareja a la favorable estimación respecto a las aludidas gestiones de Prieto, lo que le allanaba definitivamente la estrategia; pese a que el 12 de mayo recibió una carta de Ramón Lamoneda en la que se le informaba de la próxima visita a México de Juan Negrín para «disipar las dudas y mal entendidos que pueden existir». La única pretensión de Negrín con el viaje era recuperar el tesoro del Vita que consideraba de su propiedad.

Movió pieza rápido Prieto escribiendo a la Diputación Permanente dando acuse de recibo de la misiva firmada por Lamoneda.

«Del tono de la carta parece deducirse que la Ejecutiva [del PSOE] reduce a los términos de una mezquina querella personal la cuestión a que se contraen los documentos citados, y esto exige de mi parte alunas puntualizaciones» (citado en el libro de Francisco Olaya Morales).

La mayoría antinegrinista en Francia apoyaba cualquier toma de posición contraria al finado Jefe de Gobierno proviniera de donde fuera, de modo que, consciente Prieto de la animadversión reinante, la Diputación Permanente volvió a escribir a Prieto con aún mayor énfasis.

«La Diputación Permanente acordó comunicar al Sr. Prieto que, conocido su documento, reconoce y proclama que ha procedido con toda corrección y honorabilidad, por nadie puesta en duda, e inspirándose, como siempre, en el supremo interés de la República» (citado en el libro de Francisco Olaya Morales).

A todo eso, Negrín recibía otro varapalo legal a su ilícito plan financiero al plantear el Gobierno Nacional de España un litigio en Inglaterra por la disputa de tres millones de libras esterlinas que se reclamaban legítimamente de vuelta a España junto a los bienes de la empresa Mid-Atlantic creada con fondos españoles.

Por último, para culminar su obra envolvente, Prieto aseguraba poder apoyar económicamente a la oposición antinegrinista desde México, con influencia entre las autoridades y con los recursos de toda índole por él apropiados.

 

Responsabilizado del tesoro por la Diputación Permanente de las Cortes en París y por el gobierno mejicano, Prieto había convocado una reunión con los ex presidentes del Consejo de Ministros de la República José Giral y Augusto Barcia, a la que asistieron los ex ministros Sebastián Pozas y Félix Gordón Ordás, para proponer que todos los bienes se pusiesen a disposición de la Diputación Permanente de las Cortes, único órgano que a juicio de los presentes encarnaba la auténtica legitimidad republicana frente a las pretensiones de Juan Negrín.

Prieto, echando el resto sobre el tapete de juego, voló a París para hacer entrega del restante tesoro del Vita a la Diputación Permanente que, tras una breve deliberación, dejó en su administración el preciado cargamento para distribuirlo en ayudas; a tal fin se constituyó la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) el 26 de junio. De este modo, Prieto lograba el control «legal» del tesoro y el alejamiento de Negrín del poder ejecutivo y de cualquier decisión efectiva, jefe de un gobierno inexistente que ya era rehusado salvo por los comunistas y los nacionalistas vascos, éstos por no integrarse en la Diputación Permanente, actuando por libre como de costumbre.

Prieto se convirtió en el único amo del tesoro del Vita; y cuando le convenía justificarse por reclamaciones de terceros alegaba que obedecía a indicaciones de la Diputación Permanente -en realidad ajena a toda supervisión- y de la JARE de París; pero en la capital francesa los dirigentes de ésta aseguraban lo contrario: que era Prieto quien mandaba sobre los fondos y desde México. Y gracias a esta gestión de Prieto los dirigentes de la JARE y el SERE (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles o Servicio de Emigración de los Republicanos Españoles, que fue el primer organismo de auxilio, creado en París en febrero de 1939, teóricamente supervisado por Juan Negrín, que delegó en Francisco Méndez Aspe; en julio de 1939 se creó la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles, vinculada a Indalecio Prieto), especialmente los primeros, vivían espléndidamente; y nadie más. (Guillermo Cabanellas, La guerra civil y la victoria, pág. 477: El tesoro del Vita sirvió para que unos inescrupulosos se enriquecieran en tanto que la masa de exiliados soportaba injustas acusaciones; de esta forma culminaba un acto de piratería que no tiene precedente en la historia. La sombra del Vita envilece a los que participan en esta aventura, no sólo carente de heroísmo, sino de dignidad). (Largo Caballero, Mis recuerdos, pág. 265: El tesoro [delVita] que le birlaron a Negrín sirvió para sembrar el disgusto y la discordia entre toda la emigración. El dinero que debía servir para atender muchas necesidades de los emigrados, si hubiera sido escrupulosa y desinteresadamente administrado, y para preparar una posible repatriación, se ha gastado en ahondar más las diferencias entre los compatriotas, en crear un cisma).

 

Fundiciones y distracciones

El clamor contra Indalecio Prieto y su papel como administrador del tesoro del Vita se hizo notar en la medida de lo posible por parte de quienes se sintieron agraviados y perjudicados de la apropiación indebida y el reparto selectivo. El socialista Juan Sapiña puso empeño en desvelar la mascarada y a su guionista a través de una carta en la que denunciaba la fabulosa fortuna de Prieto; mientras éste, amo y señor del tesoro a resguardo todavía de señalamientos, de acuerdo con su controlada JARE, ordenaba fundir en un taller al efecto las vertientes numismáticas y de metales preciosos (al igual que en su momento hicieran Negrín y Stalin, por cierto), bajo la supervisión de Anastasio de Gracia y el general Sebastián Pozas.  Hubo una explosión en el taller y un muerto, además de alguna que otra distracción de efectos valiosos, y empezó a correr el rumor, hasta confirmarse, de que Prieto negociaba la venta de una partida de piedras preciosas valoradas en 9 millones de dólares, al norteamericano Isidro S. Lipttchutz, conocido como el rey de los diamantes.

Como nunca existió una relación oficial y fidedigna del tesoro del Vita, Prieto pudo mentir y desmentir a su conveniencia, sumando patrimonio y gozando de sus privilegios. (Máximo Muñoz, dirigente socialista,  en Acusación, págs. 20-21, cuenta: Prieto utilizó, con sus amigos, el yate como vehículo de recreo).

El expolio criminal contra el patrimonio histórico y artístico de España y el expolio criminal contra la propiedad privada culminaba en la transformación de los objetos para su nuevo y material uso.

 

Acciones contra Indalecio Prieto

Pasado un mes y medio desde que el Vita arribara al puerto de Veracruz en su primera recalada en territorio mejicano, Juan Negrín viajó a Nueva York acompañado de su ministro de Hacienda y hombre de confianza Francisco Méndez Aspe, al que encomendó se desplazara a México para entrevistarse con Prieto y entregarle una misiva personal, que a continuación se transcribe recogida del libro de José María Zavala, manteniendo un tono conciliador y benevolente aunque fingido. Negrín deseaba recuperar para sí el tesoro que había ordenado sacar de España y administrarlo a su conveniencia, como hacía Prieto.

«Mi querido y buen amigo:

Aprovecho la salida para México de nuestro común amigo don Francisco Méndez Aspe para anunciarle, con estas líneas, mi próxima llegada ahí.

Pronto tendré ocasión de exponerle v arias razones de mi viaje, pero no es la menor, y desde luego ha contribuido a anticiparlo, mi deseo de que en una entrevista se aclaren los equívocos y las malas inteligencias surgidas en los últimos meses.

Puede haber habido errores, de una y otra parte y quizá de ambas, pero como nos ha guiado el mejor buen deseo y para mí su estimación y amistad están por encima de cualquier otra consideración, estoy seguro de que con pocas palabras se desvanecería cualquier enojo o molestia que usted sienta.

Con el afecto y cariño de su amigo,

J. Negrín.»

Intentar atraer a alguien que está convencido de que ha obrado adecuadamente es un esfuerzo vano; no en vano Prieto se sabía respaldado por la Diputación Permanente de las Cortes que, desde París, le permitía disponer a su antojo de lo contenido en los baúles y las valijas creyendo que el destino era el pactado. Por lo que su respuesta a la demanda de Negrín, recogida del libro de José María Zavala, fue como sigue.

«Estimado correligionario:

En respuesta a la carta de usted que me trajo el señor Méndez Aspe al venir de Nueva York,  debo decirle que nuestra amistad ya muy quebrantada a partir de abril de 1938, la considero rota por completo a partir de abril de 1939. Consiguientemente no debe verificarse la entrevista conmigo que proyecta usted a su llegada a esta capital. Habría de ser muy penosa.  Desde luego lo sería en alto grado para mí. Los hechos que motivan mi actitud son tan notorios y de tal volumen que no podrían ser desvirtuados por ningún género de explicaciones. Y puesto que la entrevista resultaría, además de inútil, desagradable, es preferible evitarla.

Si, aparte de esta amistad ya muerta, tuviera usted algo que decirme, ruégole que lo haga por escrito para que sea también escrita mi respuesta. Así, ante palabras perdurables, se eliminarán los riesgos de interpretaciones equívocas.

Atentamente le saluda,

Indalecio Prieto.»

Prieto siempre fue consciente de donde se metía al apropiarse del cargamento del Vita, incluidas las reservas del Hospital de Madrid y del Instituto del cáncer madrileño, y el radio procedente del Hospital de Valdecilla de Santander, que viajaron a bordo del yate y que al descubrir expidió de vuelta a España; una cosa era quedarse con los bienes rutilantes y de fácil permuta producto de saqueos e incautaciones y otra, muy distinta, adueñarse de material clínico. Tenía que guardar las apariencias, de ahí que, junto a esta devolución asomó en Prieto un intento negociador, representando a la Diputación Permanente, con el Gobierno de Francisco Franco, representado por el embajador José Félix de Lequerica, con el objetivo de cambiar lo que iba quedando del tesoro del Vita por el regreso de los exiliados políticos, sin éxito.

Tampoco quería Prieto que se cuestionara su honradez en la administración del tesoro ni sus intervenciones en favor de los emigrados que llegaban a México, por eso accedió a rendir cuentas al gobierno republicano en el exilio afincado en México a través de una comisión de tres personas que éste organizó para fiscalizar las partidas del JARE. Pero el remedio no fue la solución. Uno de los comisionados, Virgilio Botella, funcionario de la Intervención General de la Administración del Estado, invalidaba las conclusiones dadas sobre la gestión del JARE al desconocerse los bienes traídos por el Vita y, en consecuencia, los dispuestos por la JARE.

A Virgilio Botella los responsables de la JARE y comisionados por Prieto le hicieron ver lo inconveniente de tal denuncia cuando el gobierno republicano en el exilio dependía de los recursos que ya controlaba Prieto y su gente; una amenaza que se cumplió. Aunque la JARE corrió una suerte paralela al ser censurada y liquidada a instancias del gobierno mejicano que procedió a sustituirla por la Comisión Administradora del Fondo de Auxilios a los Refugiados Españoles (CAFARE), organismo constituido por las secretarías de Relaciones Exteriores y de Gobernación del gobierno de México. La CAFARE asumió el control, custodia y administración de los bienes de la JARE, en los que no podían incluirse todos los transportados por el Vita.

Desde París, a su vez, el gobierno republicano requirió judicialmente a Prieto para que entregase los bienes del Vita que seguían en su poder, sin conocer ni la cantidad ni el valor de los mismos. El magistrado del Tribunal Supremo Carlos de Juan formuló el requerimiento. Y Prieto, bien aposentado en México, lo ignoró.

El rotativo mejicano Últimas Noticias, con fecha 11-9-1940, acusa a Prieto de falta de honestidad en la administración del tesoro del Vita, de soborno de personalidades y de culpabilidad por denegación de auxilio de la muerte de millares de personas en los campos de concentración y del fusilamiento de otros muchos que se vieron obligados a regresar a España (sic).

El magistrado español Miguel de Mora Reguejo declaró a un periodista mejicano:

El señor Prieto reparte el dinero que no le pertenece con verdadero nepotismo entre políticos vergonzantes que juzga convenientes a sus planes o entre aduladores sin escrúpulos. Durante la guerra, prevaliéndose de su cargo, consiguió que se le reconociese un crédito a todas luces ilegal, de novecientas mil pesetas, por la supuesta expropiación de El Liberal, de Bilbao, periódico que no era sólo suyo. El gobierno republicano abono al señor Prieto esa absurda suman en francos, al cambio de antes de la guerra, sin tener en cuenta la devaluación de la peseta, con lo que este ser privilegiado logró situar en el extranjero cerca de dos millones de francos. Más tarde, eludiendo otra vez el cumplimiento de sus deberes, el señor Prieto envió a su hijo a Londres, a pesar de hallarse en edad militar, con un cargo oficial para el que no tenía aptitudes, y pagándole unos servicios que no prestaba a costa del tesoro republicano  y, por último, cuando salió de España rumbo a América, recibió cincuenta mil dólares que no justificó jamás. (Citado en el libro de Francisco Olaya Morales).

 

Inventario del Vita

Reiteraba Prieto al ser preguntado por la cuestión, que la falta de un inventario exhaustivo imposibilitaba a cualquiera el conocimiento fehaciente de los bienes transportados por el Vita. Es público y notorio que hubo gran precipitación al acopiar los bienes sustraídos por parte de Negrín y nulo interés por conocer en detalle las partidas almacenadas en las cajas y maletas por parte de Prieto. (Francisco Giral y Pedro Santidrián, La República en el exilio, pág. 80: Tenemos que recordar que Prieto siempre encontró la forma de evadirse cuando le pedían una declaración detallada de cuanto llegó a bordo del Vita).

Sin embargo, consta una referencia suficiente acerca del contenido genérico de los muchos bultos cargados en su bodega para el viaje trasatlántico, y Prieto disponía de ella, de manera que ciertos allegados recuperaron las joyas que denunciaban sustraídas de los lugares donde se produjeron robos y expolios, como, por ejemplo, la esposa de Augusto Barcia, Rita Labra.

La sucinta relación de los bienes empaquetados y etiquetados es de José María Sabater, publicada en el libro de José María Zavala.

Bultos

1 al 10: Objetos entregados por la Caja de Reparaciones

11: Depósitos Banco de España de gran valor

12: Monte de Piedad de Madrid. Gran valor.

13: Monte de Piedad y depósito Banco de España. Gran valor.

15: Depósitos Banco de España.

16: Depósitos y una custodia de gran valor.

17: Depósitos banco de España.

18: Depósitos Banco de España y una custodia de la Caja de Reparaciones.

19: Depósito Banco de España y especial de Caja de Reparaciones.

20: Depósitos Banco de España y una custodia de la Caja de Reparaciones.

21: Depósitos Banco de España y dos custodias de la Caja de Reparaciones.

22: Depósitos Banco de España y una custodia de la Caja de Reparaciones.

23: Depósitos Banco de España.

24: Depósitos Banco de España y una custodia de la Caja de Reparaciones.

25: Objetos religiosos de la Caja de Reparaciones de excepcional interés.

26: Depósitos de Alicante.

27: Depósitos Banco de España.

28: Depósitos Banco de España y objetos religiosos de la Caja de Reparaciones.

29: Depósitos Banco de España y dos custodias de la Caja de Reparaciones.

30: Depósitos Banco de España y Castellón.

31: Depósitos Banco de España.

32: Depósitos Banco de España y entregas al Ministerio de Hacienda. Gran valor.

33: Depósitos Banco de España y entregas al Ministerio de Hacienda.

34: Depósitos Banco de España.

35: Depósitos Banco de España y entregas al Ministerio de Hacienda.

36: Depósito.

37: Objetos varios.

38: Cajón entrega Generalidad de Cataluña oro amonedado.

39: Depósitos de bancos y reliquias del Patrimonio Real. Todo el joyero de la  Capilla Real. El Clavo de Cristo.

40: Depósitos Monte de Piedad.

41: Depósitos Banco de España y custodia.

42: Depósitos Banco de España y lingotes de oro.

43: Depósitos Banco de España y lingotes de oro.

44: Depósitos Banco de España y objetos históricos de la catedral de Tortosa.

45: Depósitos Banco de España y objetos históricos de la catedral de Tortosa.

46: Objetos religiosos y ropa de gran valor artístico e intrínseco.

47: Objetos religiosos de gran valor artístico e intrínseco.

48: Entrega Generalidad de Cataluña. Objetos de gran valor.

49: Ropas y objetos religiosos procedentes de la catedral de Toledo, entre ellos el Manto de las cincuenta mil perlas.

50: Ropa y objetos religiosos de Toledo. Depósitos del Monte de Piedad de Madrid y tres sobres de la Caja de Reparaciones conteniendo brillantes de alta calidad y gran valor.

51: Depósitos del Monte de Piedad de Madrid.

52 al 54: Depósitos del Monte de Piedad de Madrid.

55: Depósitos Banco de España.

56: Depósitos Banco de España.

57: Una colección de relojes de valor histórico y artístico.

58: Colecciones de monedas de oro de valor numismático. Ejemplares únicos de incalculable valor histórico.

59: Colecciones de monedas de oro de valor numismático. Ejemplares únicos de incalculable valor histórico.

60: Depósitos objetos de valor. Caja de Reparaciones.

61: Depósitos y entregas Ministerio de Hacienda.

62: Colección de monedas valor numismático y objetos de valor. Ministerio de Hacienda.

63: Caja de Reparaciones. Objetos de  valor.

64: Caja de Reparaciones y Monte de Piedad.

65 al 78: Depósitos Monte de Piedad.

79: Depósitos Monte de Piedad y Banco de España.

80: Depósitos Monte de Piedad y Banco de España.

81: Caja pequeña de madera conteniendo el monetario de la Casa de la Moneda de Madrid, de oro. Mucho valor.

82 al 84: Depósitos Banco de España.

85 al 87: Caja de Reparaciones. Objetos de gran  valor.

88: Depósitos bancos y Monte de Piedad.

89: Entrega de la Generalidad y Monte de Piedad.

90: Entrega de la Generalidad y Monte de Piedad.

91 a 93: Depósitos Monte de Piedad.

94: Entregas de acuerdo con Decreto. En depósito.

95: Depósitos Generalidad y otros.

96: Entregas de acuerdo con Decreto.

97 y 98: Depósitos Monte de Piedad.

99: Depósitos de la Generalidad y sacos con monedas de oro, sin revisar su valor numismático.

100: Varios bultos con objetos de valor.

101 y 102: Objetos de culto de la Capilla Real de Madrid.

103 al 110: Depósitos Monte de Piedad.

 

Valoraciones del tesoro

Un informe del Banco de México confirma que entre enero y mayo de 1940 la JARE de Prieto le envió un fabuloso cargamento de oro fino para que procediera a fundirlo: entre el 15 de enero de 1940 y el 17 de mayo de 1940 se entregaron 1.488.105, 720 kilos de oro fino valorado en 9.765.534,35 pesos.

Parte del oro recibido por el Banco de México fue expedido en 1942 a Estados Unidos, donde también se enviaron lingotes de oro que el Vita transportó hasta Tampico, sin motivo cierto salvo la sospecha de que ante una inminente intervención del gobierno mejicano, la JARE resguardó en lugar seguro su incautación. El 9 de diciembre de este año la JARE presentó al serle reclamado un informe al gobierno del general Ávila Camacho, sucesor de Lázaro Cárdenas. En el documento, la JARE administrada por Prieto, Esplá y Andreu, declaraba unos ingresos totales de 38.837.615,84 pesos mejicanos por todos los conceptos: cargamento del Vita, los valores de diversas nacionalidades que con la caída de la República se depositaron en Nueva York y el material aeronáutico transportado de Estados Unidos a México. De esta suma sólo quedaban 10.295.434,42 pesos cuando se hizo cargo de su administración la Comisión creada por Ávila Camacho (recogido en el libro de José María Zavala).

El cargamento del Vita puede valorarse en tres mil millones de francos, según Luis Fischer, hombre de confianza de Negrín, ó en 500 millones de dólares según el propio Juan Negrín; el Departamento de Averiguaciones de México calcula que asciende a 24 millones de libras esterlinas. Antonio Manresa dice que se estimaba su valor en 400 millones de pesos, y que era fabuloso el tesoro.

 

Fuentes principales

José María Zavala, Los gángsters de la Guerra Civil, Random House Mondadori – DeBOLS!LLO (2006).

Francisco Olaya Morales, La gran estafa de la Guerra Civil, Belacqva de Ediciones y Publicaciones (2004).

Momentosespañoles

Fotos Fuentes Varias