Naturaleza, patrimonio histórico, cultura, gastronomía, y tradición se unen en una de las regiones más cautivadoras y a la vez desconocidas del territorio español
Delimitada al norte por las estribaciones meridionales del Sistema Central y los Montes de Toledo, al sur por Sierra Morena y rozando Portugal al oeste, Extremadura se conforma como el puente geográfico entre las mesetas castellanas y el sur de la península Ibérica.
Entre ambas cordilleras y separados por las Sierras Centrales Extremeñas, los ríos Tajo y Guadiana dividen el territorio en dos grandes cuencas hidrográficas. Sendos ríos atraviesan sus tierras otorgándole un contraste que se traduce en un variado mosaico de paisajes y hábitats naturales; desde las extensas praderas y pastizales de la Siberia Extremeña, pasando por las ubicuas dehesas, hasta encontrarnos con un gradiente boscoso que se mueve entre el matorral y los bosques mediterráneo y atlántico.
Un tesoro natural
Muchos de estos ecosistemas se enmarcan dentro de las múltiples figuras legales de protección que garantizan su conservación y suponen más de un 30% de su superficie.
Son los casos del Parque Nacional de Monfragüe o los Parques Naturales de Cornalvo y del Tajo Internacional, refugio para un importante número especies amenazadas de la fauna Europea, entre las que podrían citarse algunas tan icónicas como el lobo, el lince o el desmán ibérico.
A su vez, a lo largo de sus ríos encontramos numerosos embalses que convierten a la comunidad en la mayor reserva de agua dulce de todo el territorio nacional. Estos, junto a las innumerables charcas de sus dehesas, -herencia de una antigua tradición ganadera-, se constituyen como zonas relativamente húmedas y significativamente importantes para el turismo ornitológico, otro de los puntos fuertes de la región.
Y es que en territorio extremeño se pueden avistar durante todo el año diversas especies de aves muy difíciles de encontrar en otros lugares de Europa. De este modo, Extremadura es conocida sobre todo por las grandes rapaces que surcan sus cielos dominados por el águila real, el águila imperial española o las águilas perdiceras, culebreras y calzadas, que comparten espacio con buitres negros y leonados.
Otros rapaces de menor porte, entre los que destacan milanos negros y reales, aguiluchos cenizo y cernícalos primilla, también cuentan con una población considerable.
Por otro lado, las llanuras de Cáceres y de la Comarca de la Serena, son nicho ecológico del sisón común, la avutarda, alcaravanes, gangas o canasteras. Durante la época de invernada, estas comparten la estepa con las miles de majestuosas grullas que, haciendo las delicias de los amantes de las aves esteparias, acuden a la región en busca de tranquilidad y alimento.
Mientras tanto, embalses como el de Orellana, Puerto Peña, García Sola o Tentudía, en la provincia de Badajoz, son morada de los más diversos grupos de aves acuáticas: limícolas, ardeidos, anátidas o paseriformes se dan cita en sus aguas y alrededores.
Un paseo por la historia
Sin embargo, al margen de su diverso patrimonio natural, y del mismo modo resultado de su situación en el mapa, Extremadura fue la cuna de diversos pueblos prerromanos y enclave estratégico para algunos de los grandes imperios que se han forjado en el Mediterráneo durante los últimos 2.000 años, cuyo legado permanece latente a largo y ancho de su geografía.
Los dólmenes megalíticos de Valencia de Alcántara o las Cuevas de Maltravieso en la capital cacereña, dan cuenta de las andanzas de los primeros seres humanos que anduvieron por estas tierras durante el paleolítico, hace unos 700 miles de años.
De presunta ascendencia celta, -aunque historiadores y arqueólogos aún se encuentran discutiendo su origen étnico-,algunas de las primeras culturas de las que se tiene constancia que habitaran la región fue la de los pueblos Vetones, Celtas y Lusitanos. Estos se habrían establecido en sus tierras allá por el siglo VI a.C. dejando su marca histórica indeleble.
De entre ellos, los lusitanos, con fama de curtidos guerreros, serían el pueblo que se consolidara de manera más firme en la región. Bajo el liderazgo del general Viriato -un pastor venido a militar por azares del destino-, los lusitanos llegaron a suponer una auténtica pesadilla para el posterior expansionismo romano, hasta el punto de ser esta una de las regiones ibéricas que más resistió a la invasión.
Unos siglos más tarde, afianzado el poder de la antigua Roma en la península Ibérica, la actual Extremadura se incluiría en lo que en tiempos del imperio fuera la provincia de la Lusitania, con capital en la ciudad de Emérita Augusta. Hoy la ciudad conocida como Mérida posee uno de los conjuntos arqueológicos de la época romana mejor conservados en la actualidad, lo que motivó su declaración por la Unesco en 1993, como Patrimonio de la Humanidad.
Con la caída del imperio y tras las invasiones bárbaras del año 409, la antigua Lusitania pasaría a estar ocupada por los distintos pueblos godos, que se disputaron la hegemonía local. Pero tan solo tres siglos después, rondando el 711, tras el derrumbamiento del reino visigodo, sería ocupada por los musulmanes con relativa facilidad, dando comienzo la era de la Extremadura andalusí.
Sobre moros y cristianos
La conquista árabe de España dejaría una notable huella en la región de la que dan testigo las alcazabas de Mérida y Badajoz, el aljibe de Cáceres o el castillo de Trujillo.
Disputada por los reinos de Portugal, León y Castilla, los más de 500 años de dominio árabe en Extremadura acabarían con el inicio de la Reconquista. Es en esta época, en el año 1186 que el rey Alfonso VIII de Castilla funda la ciudad de Plasencia. Poco más de medio siglo después la corona de León tomaría definitivamente la ciudad de Cáceres. Sin embargo no sería hasta finales del siglo XIV que Extremadura pasaría a estar completamente bajo el paraguas del cristianismo. Es precisamente a finales de este siglo, con la unión de los reinos de León y Castilla, que en las Cortes de Toro de 1371 Extremadura fue reconocida por primera vez como región administrativa, denominándose Provincia de Extremadura en las Cortes de Segovia de 1390.
Durante los siglos XV y XVI tras la caída del reino Nazarí, la situación de España poco tenía que ofrecer a la región, haciendo de Extremadura una tierra de inmigrantes que en su mayoría se pusieron rumbo a América en busca de fortuna. Es por ello que quizá, una gran parte de conquistadores que cruzaron el atlántico expandiendo ultramar el imperio español llevan nombre y apellidos extremeño: Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Nuflo de Chaves, Pedro de Valdivia o Vasco Núñez de Balboa …
Los años trágicos
Los posteriores siglos XVII, XVIII y XIV son fundamentales para entender la situación actual de la región. El comienzo en 1640 de la Guerra de Restauración Portuguesa, (1640- 1668) supone para Extremadura una sucesión de trágicas guerras que marcaron su destino desde entonces en adelante.
Es en este contexto y concretamente en el año 1653, que se puede hablar por primera vez de Extremadura como entidad política, con la unión de las ciudades de Plasencia, Badajoz, Mérida y Trujillo y las villas de Cáceres y Alcántara para comprar el voto en las Cortes.
Sin embargo, los años venideros acabarían de mermar por completo a la región. De nuevo con Portugal, la Guerra de Sucesión Española (1702–1713) se traduciría en la destrucción de gran parte de los pueblos del valle del Tajo y del Guadiana.
Apenas un siglo después Extremadura sufriría de nuevo un periodo de convulsión al estar situada en una encrucijada estratégica que enfrentó a españoles y franceses en la Guerra de la Independencia Española (1808-1814). Durante su transcurso, en 1810, los franceses dividirían la provincia en las prefecturas de Cáceres y Mérida, que en 1822 pasarían a conformarse definitivamente en las provincias de Cáceres y Badajoz antecedentes de las actuales.
La Extremadura contemporánea
Durante el siglo XX, Extremadura volvió a estar marcada por la inmigración, esta vez hacia otras regiones del España u otros países de Europa. El hito más importante de la historia reciente de la región tiene lugar en el año 1983, cuando la promulgación de la Ley Orgánica 1/83 de 25 de febrero del Estatuto de Autonomía, convirtió Extremadura en una Comunidad Autónoma.
Pese a las dificultades de los últimos siglos y el estancamiento demográfico e industrial de la región arrastrados durante los últimos 400 años, puede decirse que el tiempo ha tratado bien a Extremadura, haciendo de ella en la actualidad un oasis de naturaleza y tranquilidad, que unido a los episodios de la historia desarrollados sobre sus escenarios, la convierten en uno de los lugares más desconocidos e interesantes por los que dejarse enamorar. En la galería de imágenes encontrareis algunos de sus secretos mejor guardados. Aunque no todos.
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