Operación Dulcinea: el secuestro de un transatlántico para protestar contras las dictaduras portuguesa y española

El 22 de enero de 1961 se produjo un insólito incidente en alta mar, a bordo del buque Santa María, cuando un grupo de asaltantes armados tomaron el control de la nave.

Lo hicieron proclamando su oposición a las dictaduras de Franco y Oliveira Salazar e intentando desviar el itinerario hacia África para iniciar una revuelta en los territorios locales de estos países. A aquella acción se la llamó Operación Dulcinea y la precariedad de medios con que se planeó y ejecutó la condenaban al fracaso desde el primer momento.

El responsable fue Henrique Galvão, un exmilitar portugués que, paradójicamente, había dado sus primeros pasos profesionales apoyando la Revolución de 1926 y, seis años más tarde, el ascenso al poder de Oliveira Salazar, siendo así uno de los beneficiados de aquel Estado Nuovo al ser nombrado gobernador de Huíla (una de las 18 provincias de Angola).

Galvão, convencido del positivo papel que podía jugar Portugal en el desarrollo de África, se esforzó en aplicar una sincera política colonizadora y en conocer la región donde trabajaba, lo que le llevó a publicar varios libros de antropología y zoología.

Todo cambió al regresar a Lisboa en 1946 y encontrarse con que nadie valoraba su trabajo y que el concepto colonial de la metrópoli hacia sus colonias estaba más cerca del decimonónico que del siglo XX. Tras denunciar la utilización de mano de obra indígena en régimen de semiesclavitud por parte de los hacendados lusos sin que la administración hiciera nada por impedirlo, Galvão fue cambiando poco a poco de posicionamiento ideológico y entabló contacto con la oposición.

Henrique Galvão/Foto: Correio de Venezuela

Eso le valió su expulsión del ejército y la posterior detención con condena a prisión, entrando así de lleno en la política y ayudando al principal candidato opositor, el general Humberto Delgado.

En 1959 Galvão logró escapar de su encierro, atravesando el océano hacia Argentina y, después, solicitando asilo político en Venezuela. Su choque con el Partido Comunista Portugués, que consideraba prematuro derrocar al dictador, le llevó a ingresar en las filas del DRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación), una organización armada fundada por exiliados portugueses y españoles que dirigía el citado Humberto Delgado y que llevó a cabo una serie de atentados en ambos países, uno de los cuales produjo la muerte de un bebé de 22 meses.

Asimismo, se negoció con la oposición brasileña una ruptura diplomática con Lisboa para cuando asumiera el gobierno, cosa que iba a ocurrir en breve; para precipitar esto se diseñó la Operación Dulcinea.

Humberto Delgado/Foto: Portugal Resident

El plan consistía en que un comando se infiltraría entre el pasaje del Santa María para después hacerse con su control y atraer la atención mundial sobre la situación en la Península Ibérica. El Santa María era un paquebote de la Companhia Colonial de Navegação, construído en 1953 en un astillero belga, que medía 186 metros de eslora y desplazaba 20.900 toneladas, contando con capacidad para 1.088 viajeros en tres clases.

En enero de 1961 había zarpado de Lisboa con destino a Miami llevando a bordo 616 pasajeros y 356 tripulantes; la mayoría españoles, holandeses, estadounidenses, portugueses y venezolanos. El itinerario preveía una ruta con escalas en Madeira, Tenerife, La Guaira, Curaçao y San Juan de Puerto Rico, antes de arribar a Florida. Galvão decidió llevar a cabo el secuestro en el viaje de retorno, aunque estuvo a punto de fracasar antes de empezar ante la dificultad para encontrar fondos.

Finalmente, la madrugada del 22 de enero, cuando la nave ya se había alejado lo suficiente de Curaçao, sus 24 hombres, dirigidos por él y dos ayudantes españoles (Xosé Velo y José Fernández Vázquez, alias Jorge de Soutomaior), subieron al puente de mando exigiendo a los oficiales ponerse a sus órdenes. Pero algunos opusieron resistencia y el tercer piloto, João Nascimento Costa, resultó muerto de un disparo mientras que otros dos recibieron heridas graves.

El capitán Mario Simões Maia no tuvo más remedio que rendirse, dándosele a elegir entre tres opciones: colaborar, unirse al DRIL o ser considerados prisioneros de guerra. Obviamente se decidió por la primera y, así, la tripulación continuó a cargo de la navegación, aunque siempre bajo vigilancia armada. A los 586 pasajeros se les trató de tranquilizar, asegurándoles que no corrían peligro.

Postal del Santa María/Foto: simplonpc.co.uk

Lo cierto es que resultaba previsible que las autoridades, en cuanto supieran de la acción, intentaran recuperarla, así que el Santa María empezó a moverse en zig zag, algo que le permitiría eludir los radares pero, como contrapartida, le haría consumir mucho más combustible; los propios tripulantes se encargaron hábilmente de acentuar esa situación a la par que aseguraban contar con menos reservas de agua de las realmente existentes a bordo.

No era el único problema: uno de los marineros heridos necesitaba hospitalización urgente y, pese a las reticencias iniciales, Galvão tuvo que autorizar su desembarco y el de su compañero en la isla de Santa Lucía, por entonces una colonia caribeña británica. Por supuesto, ello dio a conocer lo que pasaba en el Santa María y un destructor de la Royal Navy zarpó inmediatamente en su busca. En esos momentos se movía rumbo a África rebautizado como Santa Liberdade y con las siglas del DRIL pintadas en su casco.

El gobierno salazarista catalogó el incidente como un caso de piratería, solicitando ayuda de EEUU y Reino Unido que, sin embargo, rechazaron esa calificación al no ajustarse a derecho, ya que los asaltantes tenían reivindicaciones políticas, no económicas. No obstante, dado que a bordo del Santa Liberdade viajaban bastantes ciudadanos estadounidenses, Washington movilizó varios aviones y buques de la Segunda Flota que enseguida, gracias a la astucia de los operadores de comunicaciones del Santa Liberdade, lo localizaron y lo escoltaron contra posibles acciones de las fuerzas armadas portuguesas.

La Operación Dulcinea empezaba a desintegrarse y entró en crisis abierta cuando el populista Jânio Quadros derrotó en las elecciones brasileñas a Juscelino Kubitschek de Oliveira, tal como estaba previsto… pero no rompió las relaciones diplomáticas con Portugal. De pronto, aquella acción armada no sólo perdía buena parte de su sentido original sino que se encontraba con que el propio Quadros recomendaba a Galvão ponerle fin.

Jânio Quadros/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

El transatlántico entró en el puerto de Recife el 2 de febrero y procedió a desembarcar a pasajeros y tripulantes, que fueron trasladadaos al Vera Cruz (un buque gemelo del Santa María y perteneciente a la misma naviera), quedando a bordo los miembros del comando con la esperanza de que se les facilitara, tal como se había dicho, el traslado a África. Pero el nuevo ejecutivo no quería empezar su mandato con líos internacionales y rechazó esa idea, ofreciéndoles a cambio asilo político.

El último episodio de la operación, iniciar un movimiento armado en las colonias contra la dictadura, se frustaba también así. Al día siguiente no quedó más remedio que aceptar, deponiendo las armas y entregando el barco, que días después retornaba a Lisboa, siendo recibido en loor de multitudes. De hecho, la prensa mundial hablaba de “piratas de la libertad”; en cambio, el franquismo ocultó la historia todo lo que pudo y no menciónó que la mitad del comando estaba compuesto por españoles.

Galvão sería juzgado en ausencia por secuestro, lesiones y homicidio pero antes, ese mismo año, persistió en la idea planeando el secuestro de un avión comercial que hacía la ruta Lisboa-Tánger para usarlo en el lanzamiento desde el aire de pasquines contra Salazar, aunque él no participó directamente en la acción porque se había vuelto demasiado conocido. De todos modos fue perdiendo apoyos progresivamente de sus mismos correligionarios.

El Santa María rebautizado/Foto: Diário de Noticias

El líder del DRIL, Humberto Delgado, se desmarcó de su chapucera operación con el Santa María para intentar salvar del descrédito al grupo, algo tan patente que, aunque continuó actuando un tiempo, en 1964 terminó por disolverse. Porque, encima, las colonias portuguesas habían iniciado sus revoluciones independentistas en 1961 y Galvão se opuso a esos procesos al considerar que no estaban preparadas y que Portugal aún podía realizar un papel civilizador, los mismos argumentos que usaba la dictadura.

Murió de alzheimer en 1970, completamente marginado por la oposición y tres años más tarde el Santa María también terminó su vida activa, desguazado en Taiwán.

Fuentes: Henrique Galvão, 1895-197O: Aspects of a euro-african crusade (Luis Miguel Solla De Andrade Peres) / Henrique Galvão e o assalto a Santa María. Percurso de uma dissidência do Estado Novo e suas repercussoes internacionais(Nelson Moreira Antão y Célia Gonçalves Tavares) / Wikipedia/LBV.