Cómo un obispo y un alcalde salvaron a los judíos de la isla griega de Zante en la Segunda Guerra Mundial

El obispo Chrysostomos y el alcalde Loukás Karrer, héroes de Zante junto con la población local/Foto: Antonella Patsidou

A la mayoría de la gente no le dirá nada el nombre de Demetriou Chrysostomos. Fue el obispo ortodoxo de la metrópolis (jurisdicción religiosa) de Zante, una isla griega del Mar Jónico, que ha pasado a la historia con la vítola de héroe junto al alcalde local, Loukás Karrer, por haber desafiado a los nazis desobedeciendo su orden de entregar a los miembros de la comunidad judía insular a las SS.

Zante (Zakynthos en versión original) se llama así por Zacinto, amo de Arcadia e hijo de Dárdano (al que Zeus engendró con la pléyade Electra, hija de Atlas) que era rey de Frigia y fundador de Troya. La isla, que ya aparece citada en La Odisea, es un pedazo de tierra de unos 40 kilómetros de longitud por 20 de anchura que suman 409 kilómetros cuadrados famosos porque allí nació Dionisio Solomos, autor del himno de Grecia y por ese maravilloso enclave que es Bahía Navagio.

 

 

Situación geográfica de la isla griega de Zante/Imagen: Pitichinaccio en Wikimedia Commons

Leyendo los libros de Gerald Durrell sobre su infancia en la vecina Corfú se hace difícil imaginar que un lugar tan tranquilo como el archipiélago Jónico pudiera ver interrumpido el calor plomizo de la tarde y el canto continuo de las cigarras por los tambores de guerra y las pisadas de botas militares, pero si algo caracteriza precisamente a la guerra es que rompe la paz de cualquier rincón, por tranquilo que sea; si le pasó a los enclaves paradisíacos del Pacífico con más razón en un sitio tan cercano como aquél.

Y así, el 6 de abril de 1941 la Wehrmacht inició la invasión del país en colaboración con las fuerzas armadas de Italia y Bulgaria, dividiéndose el territorio en tres partes: los italianos se quedaron con dos tercios (incluyendo el Dodecaneso, que tenían desde 1912) y los búlgaros se anexionaron casi todo el noroeste mientras los alemanes se reservaron Atenas, Salónica, el centro de Macedonia, Creta, las islas del Egeo y la parte fronteriza con Turquía.

Reparto de Grecia por el Eje/Imagen: Furfur en Wikimedia Commons

La cosa cambió cuando Roma se rindió a los Aliados en otoño de 1943 y los germanos tuvieron que cubrir su hueco; ya lo contamos en el artículo dedicado a la Masacre de Cefalonia. El caso es que a partir de entonces se incrementaron las deportaciones de judíos iniciadas en mayo de ese año en la zona búlgara. En Grecia había dos grupos de judíos: por un lado los romaniotas, descendientes de los que se habían establecido allí, de forma dispersa, desde la Antigüedad; por otro los sefardíes, unos 50.000 cuyos ascendientes eran los expulsados de España y Portugal y que se concentraban en Tesalónica.

La mayor parte de estos últimos acabaron en Auschwitz y Treblinka, ya que esa ciudad estaba administrada directamente por los alemanes. Los romaniotas de la que había sido zona italiana tuvieron más suerte inicialmente porque Damaskinos, el arzobispo de Atenas, que tuvo fuertes enfrentamientos con las autoridades teutonas, había ordenado al clero proteger a la comunidad judía e incluso mandó imprimir certificados de bautismo falsos para ellos. Otros prelados siguieron el ejemplo de Damaskinos (que sería Primer Ministro tras la guerra), lo que permitió la salvación de un pequeño pero considerable porcentaje de judíos.

El arzobispo de Atenas, Damaskinos, en 1945/Foto: Kessel en Wikimedia Commons

El caso de Zante fue excepcional porque allí se libraron todos, los 275 de la isla, y también fue gracias a la decidida intervención de un obispo; en este caso, el citado Chrysostomos. Tenía 54 años y debió llevarse una desagradable sorpresa a finales del verano de 1944, cuando vio fondear en el puerto tres barcos alemanes con un siniestro cargamento: 2.000 judíos de Corfú y 400 de Cefalonia a los que se debían sumar los de Zante para ser trasladados a Patras, la tercera ciudad griega en tamaño y el puerto más importante de la costa occidental, donde se los subiría en trenes con destino a los campos de exterminio.

Un año antes, el 9 de septiembre de 1943, los italianos se habían ido y en su lugar llegaron los germanos. Su comandante, Alfred Lüt, había llamado al alcalde, Loukás Karrer, para que elaborase una lista con las identidades y direcciones de todos los miembros de la comunidad hebrea, de manera que cuando desembarcasen sus hombres pudieran arrestarlos sin demorarse demasiado. Pero éste acudió al obispo, que decidió hacer de mediador (hablaba alemán al haber estudiado en Múnich) y pedir que se suspendiese esa orden.

Loukás Karrer, alcalde de Zante/Foto: Yad Vashem

Cuando el oficial nazi desoyó los requiebros del religioso e insistió en lo de la lista, el sacerdote le entregó un papel en el que sólo se podían leer dos nombres: Chrysostomos y Karrer. Ambos se negaban a colaborar y advertían de que si se procedía a hacer las detenciones tendrían que llevarles también. El atrevido desplante descolocó al comandante, que pidió instrucciones a sus superiores, eso dio tiempo a tomar medidas preventivas.

Porque el obispo y el alcalde no se habían quedado de brazos cruzados y, tras advertir de la apurada situación a Moisés Ganis, el líder hebreo, coordinaron con él una insólita operación para poner a salvo a su gente: todos debían dejar sus hogares cuanto antes con lo mínimo imprescindible para refugiarse en casa de vecinos cristianos de las aldeas y granjas del interior de Zante, repartiéndose por ellas como si se tratase de familiares suyos.

Chrysostomos, obispo de Zante/Foto: Yad Vashem

Inauditamente dio resultado y aunque los alemanes estuvieron varios meses en la isla nadie les delató. Cuando el curso de la guerra empezó a suponer un peligro inminente para las fuerzas de ocupación, ante el avance imparable del Ejército Rojo, los invasores reembarcaron y se fueron; días después, el 12 de septiembre de 1944, la isla fue liberada. No obstante, hoy no queda ninguno de los supervivientes, quienes emigraron a Atenas e Israel tras un terremoto que sacudió la región en 1953, destruyendo el barrio en que vivían.

En 1978 Chrysostomos y Karrer (al igual que Damaskinos de Atenas) serían distinguidos con el título de Justos entre las Naciones que el Yad Vashem (la institución israelí creada para mantener la memoria de las víctimas del Holocausto) otorga a los gentiles que salvaron a judíos de la Shoah.

Fuentes: The Holocaust in Greece/Short history of the jewish communities in Greece/Yad Vashem /La Segunda Guerra Mundial (Henri Michel)/The agony of greek jews, 1940-1945 (Steven B. Bowman)/A hidden child in Greece. Rescue in the Holocaust/LBV