Las atípicas elecciones estadounidenses de 1824, en las que los 4 candidatos eran del mismo partido y no ganó el más votado

Los candidatos en plena carrera presidencial: delante, Quincy Adams, Crwafor y Jackson toman ventaja mientras Clay se detiene, descolgado/Imagen: Harpweek

En los procesos electorales autonómicos y municipales españoles solemos ver a menudo cómo el candidato más votado se queda fuera del gobierno debido a los pactos postelectorales. Es algo que suele asombrar y/o desconcertar a mucha gente pero en EEUU hubo un caso que rompió todos los esquemas que podamos hacernos sobre este tema: los cuatro candidatos que se presentaron a las elecciones presidenciales de 1824 eran del mismo partido -que además ya no existe- y no ganó el que más votos recibió.

 

 

Por supuesto, el sistema electoral estadounidense es distinto a los europeos, dado el carácter presidencialista de su forma de estado. Aún así, ese episodio es un rara avis en la historia del país pero fundamental porque dio origen a los dos principales partidos políticos que actualmente participan en el juego democrático, el Demócrata y el Republicano, aparte de un tercero, el Whig, que duraría poco más de una veintena de años desapareciendo en 1856.

Un burro y un elefante se convertirían en símbolos de los partidos Demócrata y Republicano respectivamente a raíz de estas caricaturas, publicadas en 1837 y 1874/Imágenes: 1-dominio público en Wikimedia Commons – 2-dominio público en Wikimedia Commons

Cuando se convocaron aquellas elecciones, las décimas de la corta historia nacional, a celebrar entre el 26 de octubre y el 2 de diciembre de 1824, ocupaba la presidencia James Monroe. Estaba en el poder desde 1817 en representación del Partido Demócrata-Republicano, que había fundado en 1782 Thomas Jefferson, Secretario de Estado del ejecutivo de George Washington, como oposición a su compañero Alexander Hamilton, Secretario del Tesoro, con quien tenía fuertes discrepancias y que una década después fundaría a su vez el Partido Federalista.

Este último lograría colocar en la presidencia, sucediendo a Washington, a John Adams. Pero no pasó de ahí. Los tres presidentes siguientes fueron todos demócratas-republicanos y el Partido Federalista fue disolviéndose poco a poco hasta prácticamente desaparecer en 1816, integrándose lo que quedaba en el Partido Nacional-Republicano en 1824. En realidad su contrario, el Partido Demócrata-Republicano, también pasaba por un momento decadente, sin estructura ni ideología definida, hasta el punto de que ni siquiera organizaba cáucus para designar candidatos; los comicios de ese año le devolvieron la vida, si bien en una especie de canto del cisne.

James Monroe (por Samuel Morse)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Viendo la descomposición del partido, Monroe trató de encauzar la dirección de sus tendencias para aquellos comicios -que a la postre, serían los últimos en los que los demócratas-republicanos participasen como tales- proponiendo la candidatura de cuatro miembros de su gabinete: el secretario de Estado John Quincy Adams, el secretario del Tesoro William H. Crawford, el secretario de Guerra John C. Calhoun y el secretario de Marina Smith Thompson.

El primero era hijo del otro Adams, el sucesor de Washington; diplomático y procedente del federalismo, colaboró en la creación de la Doctrina Monroe (la que se suele sintetizar en la frase “América para los americanos”). Crawford, juez de carrera, había sido vicepresidente interino con John Madison y embajador ante el Imperio Francés de Napoleón, en 1812. Calhoun, filósofo político, era un activo defensor de la esclavitud (lo que décadas más tarde le convertiría en una referencia ideológica para la Confederación) y contrario a los derechos de las minorías (aunque impulsó el sufragio universal… para los blancos). Por último, Smith Thompson era un jurista neoyorquino, miembro de la Corte Suprema de EEUU.

Retratos de Quincy Adams (por Gilbert Stuart) y Crawford (por John Wesley Jarvis) /Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

A ese grupo añadió otros dos nombres: el general Andrew Jackson y el portavoz de la Cámara de Representantes Henry Clay. El primero se había labrado prestigio en la Guerra anglo-estadounidense de 1812 -con papel destacado en la Batalla de Nueva Orleans- y luchando luego contra los semínolas. Su invasión de la Florida como parte de esa campaña terminó con la obligada cesión de ésta a EEUU por parte de España en el Tratado de Adams-Onís. Ello permitió a Jackson ser elegido senador por Tennessee en 1822.

Andrew Jackson en 1824 (por Thomas Sully)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El segundo, Clay, se había ganado el apodo de Gran Pacificador por haber sido el artífice de lo que se conoció como Compromiso de Missouri, que solucionó una grave crisis política que hubo en 1819: la entrada de Missouri en la Unión en 1819 rompía peligrosamente el equilibrio en el Senado entre estados esclavistas y no esclavistas (algo que no pasaba en la otra cámara del Congreso porque sus representantes no eran territoriales sino por población, más numerosa en el Norte) y a Clay se le ocurrió admitir también a Maine para compensar; Missouri era esclavista y Maine no.

Henry Clay en 1818 (por Matthew Harris Jouett)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Este episodio contextual se combinó con otro de naturaleza puramente económica para revitalizar el panorama político: el llamado Pánico de 1819, en el que una crisis financiera colapsó la economía de EEUU a causa de la recuperación europea tras las Guerras Napoleónicas, el exceso de papel moneda y una especulación inmobiliaria que llevó a los bancos a ejecutar las hipotecas de granjas, provocando quiebras, empobrecimiento general y paro. Quizá Monroe no hubiera conseguido motivar a los demócrata-republicanos en otras circunstancias más tranquilas.

El caso es que no tenían rival porque los federalistas ya no existían de facto, habiéndose desintegrado tras la Guerra Anglo-Estadounidense de 1812; es más, Monroe se había presentado en solitario en 1820 y como ya había cubierto los dos períodos de gobierno que la etiqueta exigía -ninguno de sus predecesores en el cargo estuvo más tiempo en el poder- cedió el testigo a nuevos candidatos. El vicepresidente, Daniel D. Tompkins, quedaba descartado por impopular y por enfermo (murió al año siguiente) y se presentaron los seis citados, todos del mismo partido.

Retratos de Calhoun y Thompson/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

De ellos, John C. Calhoun y Smith Thompson se retiraron, quedando la cosa a dirimir entre los otros cuatro. Jackson, que inicialmente no tenía pensado postularse y quería retirarse a su hacienda de Hermitage, vio la oportunidad y cambió de idea; Calhoun, que sólo quería ser vicepresidente, fue avalado para ese cargo por los seguidores de Adams y Jackson, aunque él sólo respaldó a éste porque, como esclavista, lo consideraba más propicio para su Carolina del Sur natal (y para los estados del Sur en general).

Pese a proceder todos del mismo partido, el proceso fue agrio. Los candidatos fueron elegidos por una camarilla del Congreso de la que casi todos se desvincularon por antidemocrática, al entender que en el fondo apoyaba a Crawford para la presidencia. Éste, que llevaba a Albert Gallatin como segundo, sí se mantuvo fiel a ella, claro, pero perdió posibilidades cuando Gallatin dimitió abrumado por las críticas de los demás. Mientras, Jackson organizó una convención en Pensilvania y se fue perfilando como el gran favorito junto a Quincy Adams, que había sabido ganarse a los antiguos federalistas y explotaba hábilmente el ser hijo de un ex-presidente.

Votos por colegios electorales/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En realidad los cuatro recibían apoyos, fundamentalmente, por regiones: Quincy Adams, del noreste; Crawford, del sur; Clay del oeste, que estaba menos poblado y por eso se fue retrasando; y Jackson estaba más repartido geográficamente, aunque con un núcleo fuerte también en el sur. Así, fue este último quien obtuvo mayor número de votos (151.271, el 41,35%) pero inútilmente, ya que eso, aunque equivalía a 99 votos electorales, no le daba la mayoría de 131 que hacía falta para declararse ganador. Quincy-Adams sacó 113.122 (30,92%, equivalentes a 84 votos electorales) y los demás quedaron a bastante distancia.

En otras palabras, nadie obtuvo mayoría para ser presidente; sólo Calhoun lograba imponerse con claridad para la vicepresidencia al tener los apoyos de dos candidatos. Por tanto, la decisión final se dejó en manos de la Cámara de Representantes (la cámara baja del Congreso), en la que cada estado tenía representación proporcional a su población. Pero, según la Duodécima Enmienda, en un caso así sólo podía elegirse entre los tres aspirantes más votados, lo que dejaba a Clay fuera; como daba la casualidad de que éste era presidente de dicha cámara y políticamente estaba más cercano a Quincy Adams, le dio su voto.

Resultados de la votación en la Cámara de Representantes/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Era el decimotercero, frente a los 7 cosechados por Jackson y los 4 de Crawford. A despecho de las críticas de los partidarios de Jackson -incluso con artículos de denuncia en prensa-, que vieron muy sospechoso que Clay fuera nombrado inmediatamente Secretario de Estado, no hubo investigación oficial. Jackson se resarciría ganando los siguientes comicios en 1829, representando ya al Partido Demócrata a secas. Pero, antes, el 9 de febrero de 1825, John Quincy Adams se convirtió en el sexto presidente de EEUU. El primero que se impuso sobre el candidato más votado popularmente.

Fuentes: The Routledge Historical Atlas of Presidential Elections (Yanek Mieczkowski)/Presidential Elections, 1789-2008. County, State, and National Mapping of Election Data (Donald Richard Deskins, Hanes Walton y Sherman C. Puckett)/The Antebellum Era. Primary Documents on Events from 1820 to 1860 (David A. Copeland)/A Companion to John Adams and John Quincy Adams (David Waldstreicher)/Wikipedia/LBV