La República Pirata de Nassau, creada en 1706

Imagen: Frederick Elmiger en George Glazer Gallery

Una de las series televisivas más interesantes de los últimos años es Black sails, que terminó su cuarta y última temporada en 2017. Al estar concebida como una precuela de La isla del tesoro, sus protagonistas principales son ficticios: el capitán Flint, John Silverel Largo, Billy Bones y otros personajes de la novela de Stevenson. Pero también los hay históricos y todos ellos vivieron lo que se hoy se conoce como la Edad de oro de la piratería y tenían un elemento en común, la localidad de Nassau, donde establecieron la llamada república de los piratas.

 

 

 

Nassau es la capital de New Providence, isla del archipiélago de las Bahamas. Un lugar paradisíaco que actualmente constituye un importante centro turístico, con clima tropical, preciosas playas y arquitectura colonial; un atractivo rincón anglosajón en el Caribe, mar fundamentalmente de habla hispana. Pero es que Nassau fue fundada por colonos británicos en 1670 a partir de un fuerte llamado Charles Town (en honor a su rey, Carlos II), construido catorce años antes para aprovechar la ausencia de ocupación por parte de España.

Ubicación de la isla de New Providence en las Bahamas, al norte de Cuba/Imagen: Thinglink

En realidad la isla aún volvería efímeramente a manos españolas pero a la nueva dinastía reinante en Madrid, la borbónica que encarnaba Felipe V, le costaba cada vez más defender sus posesiones de ultramar debido al esfuerzo bélico que supuso la Guerra de Sucesión. De manera que entre 1703 y 1718 aquel rincón disputado por los dos imperios estuvo sin gobierno y eso favoreció que a partir de 1706 empezara a convertirse en un santuario para la efervescente piratería caribeña.

No era la primera vez que aquellos proscritos se adueñaban de un territorio insular para instalarse en él de forma más o menos organizada. A mediados del siglo anterior la primera gran generación de filibusteros utilizó la famosa Isla de la Tortuga, alargada franja de tierra de 37 kilómetros de longitud por 7 de ancho, situada al noroeste de Haití, en cuyos 180 kilómetros cuadrados de superficie encontraron un sitio perfecto para establecer una base de abastecimiento y descanso a salvo de la persecución de las autoridades.

Isla Tortuga en un mapa del siglo XVII/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Allí fundaron la llamada Cofradía de los Hermanos de la Costa, más o menos regida por un gobernador extraoficial y un consejo de ancianos mientras los verdaderos gobernadores franceses se lo permitían porque traían riqueza a la isla y además él mismo era un ex-bucanero. Aquella situación perduró hasta 1670, en que se restableció la legalidad, pero los piratas encontraron alternativas: primero en Port Royal, la capital de Jamaica, que acababa de caer en manos inglesas; luego, cuando se firmó una alianza anglo-española contra Francia (más un terremoto que destruyó la ciudad en 1692), tuvieron que trasladarse a Nassau.

En 1696 el corsario Henry Every fondeó en New Providence su barco, el Fancy, para descargar el botín que había ido acumulando a bordo. Sobornó al gobernador, Nicholas Trott, un juez de ilustre familia que era sobrino del gobernador homónimo de Bahamas, y eso atrajo a otros colegas de profesión, que poco a poco fueron imponiendo sus condiciones. España colaboró en ello sin pretenderlo, al bombardear Nassau dos veces, en 1703 y 1706, provocando que buena parte de los habitantes honrados optaran por irse. Los piratas llegaron entonces a constituir el grueso de la población en una proporción de 10 a uno.

Plano de Port Royal en 1785/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La Guerra de Sucesión estaba entonces en su apogeo y los corsarios ingleses aprovecharon lo que era un puerto seguro desde el que asaltar navíos españoles y franceses en un dinámica continua de ataques y represalias. Cuando en 1713 terminó la contienda aquellos corsarios se quedaron sin patrocinador y para seguir con su modo de vida se convirtieron en piratas, es decir, trabajando para sí mismos, sin tener que ceder parte del botín a Su Graciosa Majestad.

De nuevo se organizaron. La cofradía fue sustituida por una república no formal que se regía por un código de conducta, el cual constituía lo más parecido a una democracia que había en aquella época. Como no se dejó nada por escrito es difícil conocer la institución con detalle pero seguramente se basaría en sus viejas máximas que concedían libertad individual a sus miembros (lo que se traducía en la ausencia de dos cosas odiadas, el código penal y los impuestos) y descartaban los prejuicios por raza o religión (de hecho, había piratas católicos, jacobitas y negros, algunos mandando barcos).

Piratas repartiendo el botín (Howard Pyle)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En esa especie de anarquismo pionero, otra ley no escrita abolía la propiedad inmobiliaria individual en la isla. Respecto a esto último, las tripulaciones se repartían las ganancias de una forma razonablemente equitativa, recibiendo el capitán y su primer oficial dos partes o parte y media, mientras que los demás se quedaban la parte restante (los que no luchaban cuerpo a cuerpo, como artilleros, carpinteros o cirujanos sólo obtenían un cuarto de parte). Asimismo, eran los marineros los que elegían a su capitán votando y quienes, si lo creían oportuno, podían deponerlo.

Las únicas que quedaron al margen de tanta modernidad fueron, como siempre, las mujeres. No se permitía llevarlas a bordo por los conflictos que pudieran ocasionar, aunque las esclavas -generalmente de raza negra- no entraban en ese grupo por no ser consideradas capaces de embaucar a un hombre. Piratas femeninas como Anne Bonny o Mary Read fueron casos excepcionales.

Anne Bonny en una ilustración actual

Algunos de los nombres que dieron sentido a la citada expresión Edad de Oro de la Piratería, la que se desarrolló aproximadamente entre 1620 y 1795, tenían su base en la República pirata de Nassau. Gente como Jack Calicó Rackham, Charles Vane, Edward Teach Barbanegra, Benjamin Hornigold o Henry Jennings. Casi todos habían combatido en la Guerra de Sucesión con patente de corso y por eso siguieron manteniendo cierta relación, a veces amistosa, a veces no tanto.

Jennings, por ejemplo, asaltó el campamento español de la Flota del Tesoro robando un fabuloso botín y luego se alió con Samuel Bellamy hasta que se enemistaron. Más tarde fue declarado fuera de la ley por el mismo hombre que le había apadrinado en ese mundo, Benjamin Hornigold, viéndose obligado a huir de Jamaica para convertirse en uno de los fundadores de la república pirata de Nassau; allí ejerció de alcalde hasta que se retiró acogiéndose a una amnistía general, pasando el resto de su vida como un rico hacendado.

Capitán pirata (Howard Pyle)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Su mentor, Hornigold, fue una de las personalidades más importantes de Nassau, pues también patrocinó a otros como el mencionado Bellamy, Stede Bonnet o Barbanegra. De hecho, Hornigold nombró a este último magistrado (encargado de mantener el orden) cuando le eligieron gobernador de la república pirata, cargo que compartió con otro filibustero llamado Thomas Barrow. Bajo ese mandato los piratas caribeños actuaron casi a placer, a menudo colaborando entre sí y provocando graves perjuicios al comercio marítimo.

Esta situación se acabó en 1718 por el contexto internacional; las grandes potencias habían firmado la paz por el Tratado de Utrecht e Inglaterra, a la que España había concedido el Asiento de Negros para proveer de esclavos a sus dominios, empezó a notar los estragos que causaba la piratería en sus propias posesiones americanas, así que reorientó su política y comisionó a un nuevo gobernador de las Bahamas con el objetivo de poner fin a aquella lacra. Se trataba de Woodes Rogers, que al margen de este contexto tendría su rincón en la Historia por haber rescatado en 1709 a Alexander Serkirk, el náufrago que pasó más de cuatro años en una isla desierta inspirando probablemente a Daniel Defoe para su novela Robinsón Crusoe (Defoe, por cierto, también escribió una completa historia de la piratería).

Woodes Rogers con su familia (William Hogarth)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Rogers, un experimentado marino que había combatido contra los españoles con patente de corso, llegó a las Bahamas en 1718 ofreciendo el perdón real a todos los piratas. Algunos, caso del brutal Charles Vane o de Stede Bonnet, se negaron a aceptarlo y acabaron en la horca, que fue el destino final de la mayoría porque no tenían derecho a abogado en los tribunales; otros, como los astutos Benjamin Hornigold o John Cockram no sólo firmaron sino que pasaron a dar caza a sus antiguos camaradas reticentes.

Uno tras otro fueron cayendo: Nicholas Woodall y John Auger, apresados por Hornigold; Barbanegra, muerto en combate con la Royal Navy; Rackham, atrapado junto a Anne Bonny y Mary Read por otro ex-pirata como Jonathan Barnet… El mismo Hornigold desapareció cuando un huracán le hizo naufragar en 1719 sin que se volviera a saber de él, al igual que pasó con Bellamy, perdido en una tormenta. Tampoco hay noticias de Cockram tras estos hechos, así que quizá se retiró a su casa de Eleuthera. En la década transcurrida entre 1716 y 1726 fueron ejecutados en torno a medio millar de piratas.

Dibujo anónimo de Benjamin Hornigold/Imagen: Wikimedia Commons

Por supuesto, siguió habiendo piratería durante décadas pero los buenos tiempos pasaron y a la inaudita república instaurada en Nassau se le puso punto final, con un gobernador legal, Rogers, y una administración colonial. Eso hizo que los que persistían ese modo de vida buscasen otras regiones donde operar, como la costa Este de EEUU (por ejemplo Jean Lafitte) o África (Bartholomew Roberts).

En 1720 España trató de reconquistar New Providence pero no tuvo éxito y ocho años después se constituía el primer gobierno parlamentario de Bahamas con sede precisamente en aquella localidad. Quién lo hubiera pensado no mucho antes. El caso es que hoy en día Nassau asume con orgullo su pasado e incluso tiene un museo temático para ilustrar a los turistas.

Fuentes: La república de los piratas. La verdadera historia de los piratas del Caribe (Colin Woodard)/Jolly Roger (Patrick Pringle)/A general history of the pyrates (Charles Johnson y Daniel Defoe)/Breve historia de los piratas (Silvia Miguens Narvaiz)/Piratas. Filibusterismo y piratería en el Caribe y en los Mares del Sur (1522-1725) (Jean-Pierre Moreau)/Wikipedia