La Expedición Polaris y el posible primer asesinato en el Ártico

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En 1873 la Marina de Estados Unidos realizó una investigación oficial sobre la muerte del comandante Charles Francis Hall y el comportamiento del capitán Sidney Buddington, su sucesor en el mando del buque Polaris y de la expedición que a bordo de éste se había llevado a cabo en la región Ártica. Hall había fallecido en plena misión y las averiguaciones, con interrogatorios a todos los participantes, revelaron graves conflictos entre los oficiales, agravados con la pérdida del navío con parte de la tripulación en circunstancias dudosas. El informe final del comité determinó que la causa del óbito del comandante fue una apoplejía y, así, Buddington fue exonerado. Sin embargo las conclusiones no convencieron a muchos y la duda siguió flotando en el ambiente ¿Qué había pasado exactamente en aquella expedición maldita?

 

 

Charles Francis Hall, nacido en 1821, era un soñador que abandonó su relajada vida de periodista para lanzarse a la aventura de explorar el Ártico, su gran pasión. Como no sabía nada de navegación, en 1860 se embarcó como pasajero en un ballenero de New Bedford que viajó hasta el norte, invernando en la isla de Baffin; allí trabó relación con los inuits, que le enseñaron los restos de la estancia del marino británico Martin Frobisher en el siglo XVII. Hall regresó dos años después convertido en un veterano y contando su experiencia tanto en un libro (Life with the esquimaux) como dando conferencias por todo el país; la Guerra de Secesión le era ajena y su atención se centraba en su obsesión polar.

En 1864, con Estados Unidos aún en llamas, decidió organizar otro viaje. Estaba dispuesto a encontrar supervivientes de la expedición perdida que dos décadas antes había protagonizado sir John Franklin buscando el famoso Paso del Noroeste y de la que nunca más se había vuelto a saber, pese a las búsquedas realizadas por barcos británicos y norteamericanos; tan sólo habían aparecido unas cartas que reseñaban la muerte de Franklin, la pérdida de sus dos barcos y la marcha de los que aún estaban vivos para intentar atravesar Canadá hasta un lugar habitado.

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Hall pensaba que quizá habían tenido que quedarse a vivir con los esquimales y en 1864 zarpó a bordo del ballenero Monticello hacia la bahía de Hudson. Aquel segundo periplo duró más de cuatro años y tampoco consiguió aclarar el destino de aquellos desgraciados, pues sólo se halló material, restos humanos y multitud de relatos de los inuits que, con el tiempo, se revelaron como muy fantasiosos. No se encontró superviviente alguno -al parecer habían muerto de hambre- y Hall decidió compensar la decepción fijando un nueva meta que pronto se convertiría en obsesión para una generación de aventureros: llegar al Polo Norte.

En 1871 logró financiación del Congreso de EEUU y ese mismo verano se puso en marcha a bordo del Polaris con veinticinco hombres y Sidney Buddington, con el que había hecho amistad en el viaje anterior, como capitán. Casi desde el principio el ambiente estuvo enrarecido: se fueron formando grupos opuestos, no hubo entendimiento con el equipo científico alemán que encabezaba Emil Bessels y, aunque llegaron al punto más septentrional jamás alcanzado, el hielo les impidió continuar, obligándoles a invernar en la costa norte de Groenlandia en un sitio que hoy se conoce como Hall Bay.

Desde allí se iniciaron los trabajos de investigación y exploración por tierra. Uno lo encabezó Hall en persona y duró dos semanas. Nada más regresar empezó a sentirse mal, con un fiebre muy alta que le producía hemiplejia, fuertes vómitos y le hacía delirar sobre que estaban intentando envenenarle; aunque se recuperó levemente durante unos días, sufrió una recaída y murió el 8 de noviembre, siendo enterrado allí mismo. Buddington, que al parecer, junto a Bessels, manifestó cierto sorprendente alivio por aquel óbito, le sucedió en el mando y al llegar la primavera de 1872, con la retirada de los hielos, zarpó hacia el norte. Sin embargo ni él ni el resto de la gente estaban muy entusiasmados con la misión y se decidió el regreso. Éste iba a resultar mucho más difícil de lo que imaginaban.

De izquierda a derecha: Hall. Buddington y Bessels
De izquierda a derecha: Hall. Buddington y Bessels

A mediados de octubre el Polaris quedó atrapado en el hielo, con la consiguiente amenaza de aplastamiento. Buddington ordenó botar tres chalupas sobre un gran témpano y desembarcaron diecinueve personas. Aún estaban catorce a bordo cuando el bloque helado se rompió separando ambos grupos. El témpano derivó rumbo sur durante seis meses, mientras se iba reduciendo poco a poco; sus improvisados pasajeros hacían ocasionales bajadas a tierra con los botes para cazar focas y osos mientras invernaban en iglús, todo ello gracias a la pericia de los inuits que formaban parte de tan insólita embarcación. Por fin, el 30 de abril de 1873, a la altura de Terranova, fueron avistados por un navío estadounidense que los rescató. Entretanto, el Polaris tenía grietas tan grandes que Buddington optó por fondear en un fiordo y usar su madera para construir una cabaña en la que invernar. Al llegar el verano se embarcaron en lanchas y tres semanas después fueron recogidos por un ballenero.

Los supervivientes del témpano de hielo
Los supervivientes del témpano de hielo

Como contaba al principio, la investigación sacó a la luz la cuestión de por qué no se había intentado rescatar a los que quedaron a la deriva sobre el hielo, así como los enfrentamientos que mantuvo Hall con otros miembros del staff, como el germano Bessels y el propio Buddington, concluyendo que Hall murió de enfermedad. Sin embargo, en 1968, un profesor del Dartmouth College llamado Chauncey Loomis estaba escribiendo una biografía sobre el explorador y tuvo la idea de someter el cuerpo a análisis modernos, así que, tras obtener el permiso correspondiente, viajó a Groenlandia y tomó muestras de pelo, uñas y huesos, aprovechando que las condiciones ambientales habían conservado bastante bien el cuerpo.

Los resultados revelaron que Hall tenía elevadas dosis de arsénico en su organismo, acumuladas especialmente en sus últimas semanas de vida. No obstante no era algo concluyente, pues si bien Hall podía haber sido envenenado por Bessels o Buddington, como gritaba en su delirio, también podía haber ingerido el arsénico a través de medicamentos; al fin y al cabo los análisis practicados a los restos de los hombres de sir John Franklin, aquel al que Hall no había podido encontrar, mostraron que también pudieron fallecer intoxicados por el plomo de las latas de conserva que llevaban entre sus provisiones. Así que nunca se podrá dilucidar con seguridad si aquel fue el primer asesinato en el Ártico.

Fuentes y fotos: IcySeas / Naval History / Wikipedia / Midnight to the North: The Inuit Woman Who Saved the Polaris Expedition/L