El Día Oscuro de Nueva Inglaterra, el fenómeno registrado en 1780 por George Washington en su diario

El contraste que se produjo en una mañana/Imagen: angusmcphee.wordpress.com

“Puede que sea el Día del Juicio o puede que no. Si no lo es, no hay razón para un aplazamiento; si lo es, elijo ser encontrado cumpliendo con mi deber. Por lo tanto, quiero que se traigan velas”. Ésta es la famosa frase que dijo Abraham Davenport, miembro del Consejo del Gobernador de Connecticut (lo que posteriormente sería el Senado estatal) el 19 de mayo de 1780, cuando el cielo se oscureció de pronto en Nueva Inglaterra y mucha gente empezó a especular con que se trataba del Armagedón. ¿A qué se debía aquel misterioso fenómeno?

 

 

Cuando Davenport hablaba de no aplazar se refería a la sesión parlamentaria que se celebraba en ese momento y que algunos colegas sugirieron suspender hasta saber si, en efecto, aparecían ángeles tocando trompetas, resucitaban los muertos y Cristo descendía de entre las nubes. Su demostración de valor le hizo pasar a la pequeña Historia al quedar inmortalizada en varios poemas, como el de de Edwin Markham, publicado como A Judgement Hour en su antología The Gates of Paradise and other poems o este otro de John Greenleaf Whittier, escrito en 1866 y titulado con el nombre del protagonista:

Twas on a May day of the far old year
Seventeen hundred eighty, that there fell
Over the bloom and sweet life of the Spring,
Over the fresh earth and the heaven of noon,
A horror of great darkness, like the night
In day of which the Norland sagas tell,—
The Twilight of the Gods.

(Era un día de mayo del año lejano/setecientos ochenta, que cayó/sobre la flor y la dulce vida de la primavera,/sobre la tierra fresca y el cielo del mediodía,/un horror de gran oscuridad, como la noche./En un día del que cuentan las sagas de Norland,-/el Crepúsculo de los Dioses)

Mural sobre el Día Oscuro que decora el Ayuntamiento de Stamford, Connecticut (Delos Palmer)/Imagen: New England Historical Society

Pero, como decíamos, la sangre fría y el encomiable sentido del deber de aquel político tenían una causa objetiva que aparece reseñada en varios medios de la época. La primera noticia del enigmático oscurecimiento celeste se dio en la ciudad de Rupert (Vermont), donde ya amaneció así, y a continuación se sucedieron los testimonios en otros estados de Nueva Inglaterra, según se iba extendiendo el fenómeno a una velocidad de 40 kilómetros por hora aproximadamente: Maine, New Hampshire, Massachusetts, Rhode Island y el citado Connecticut.

Geografía y cronología ya habrán llamado la atención de más de un lector: este episodio ocurrió en el contexto de la Guerra de la Independencia de EEUU, que empezó en abril de 1775 y no terminó hasta el 3 de septiembre de 1783. Es decir, cuando se oscureció el cielo aún quedaban tres años de contienda y el propio George Washington, que estaba en Nueva Jersey, anotó en su diario de campaña el extraño aspecto que presentaban las nubes, con una rara luz rojiza colándose entre ellas. Uno de sus soldados también escribió que los chotacabras se pusieron a cantar, algo que solían hacer sólo a la hora del crepúsculo.

Zona afectada por el Día Oscuro/Imagen: Pinterest

El profesor Samuel Williams, de la Universidad de Harvard, Cambridge (Massachussets), que reunió toda la información relativa al suceso cuando éste concluyó, dejó escrito que “esta oscuridad extraordinaria se produjo entre las diez y las once de la mañana, y continuó hasta la mitad de la noche siguiente”. La institución registró como hora exacta de inicio las diez y media y un pico de oscurecimiento a la una menos cuarto, empezando a aclarar ligeramente a partir de las una y diez pero sin remitir. También determinó el alcance de norte a sur: desde Portland (Maine) a Nueva Jersey, aunque en algunos sitios, como Pensilvania o Filadelfia, apenas se notó.

Hubo diferencias horarias en cada lugar donde se oscureció el cielo. Ebenezer Parkham, reverendo en Westborough, Massachusetts, confirmó que el menor momento de luz fue hacia las doce, aunque no dijo a qué hora empezó; en otro lugar de ese mismo estado, Barnstable, las tinieblas llegaron a las dos de la tarde con un momento máximo a las cinco y media. Y en Ipswich, también en Massachussets, los testigos describieron la alteración que aquello provocó a los animales, haciéndolos comportarse como si fuera de noche: las aves cesaron sus trinos, el ganado emprendió el camino del establo, las ranas iniciaron su croar…

Una representación decomonónica del día/Imagen: Historic Ipswich

Fue en esa última localidad donde además primero se documentó un olor a hollín en el aire y que había cenizas en suspensión, siendo algunas restos de hojas quemadas de hasta quince centímetros, algo confirmado en New Hamphshire. De hecho, en otros sitios se observó cierta acumulación de hollín en las riberas de los ríos e incluso en la lluvia generalizada que cayó esa mañana, lo cual implica una capa de nubes importante aunque una simple niebla no era suficiente para obligar a, como vimos al principio, encender velas en pleno día. La información meteorológica publicada en prensa los días previos revela un ciclo de bajas presiones, con tormentas pero temperatura cálida.

Y es que lo que pasó a los anales como el New England’s Dark Day (Día Oscuro de Nueva Inglaterra) había estado precedido de ciertas señales algunas jornadas antes, al teñirse el cielo de rojo primero y de amarillo después; incluso durante la noche la luna, casi llena, adquirió un bello pero desasosegante tono rojizo, similar al que muestran los eclipses lunares cuando el satélite, en vez de recibir la luz solar, queda iluminado por el brillo escarlata de la atmósfera terrestre al dispersarse las luces azul y verde (es lo que se conoce como luna de sangre).

Luna de sangre originada por el eclipse del 27 de julio de 2018/Imagen: Giuseppe Donatiello en Wikimedia Commons

Todo ello carecía de explicación en la época; aparentemente se trataba de algo inédito y sobrenatural por lo que muchos recurrieron a la religión para darle sentido. Mucha gente, temerosa, corrió a rezar a las iglesias recordando, por ejemplo, la cita del Evangelio de San Marcos 13:24 referente a la segunda venida de Cristo:

En aquellos días, después de esta angustia, sucederá que el sol se oscurecerá y la luna dejará de brillar; las estrellas caerán del cielo y las columnas de los cielos se tambalearán. Entonces se verá venir al Hijo del Hombre entre las nubes con gran poder y majestad. Mandará a sus ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, desde los extremos de la tierra hasta los extremos del cielo.

El Juicio Final de la Capilla Sixtina (Miguel Ángel)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Algunos resaltaban el Libro de Joel, donde ese profeta menor describía el fin del mundo (3:04): “El sol se tornará en tinieblas y la luna en sangre, antes de que venga el día el Señor, grande y glorioso”. Otros hilaron más fino y calcularon que los 1.260 días (años, en sentido bíblico) de supremacía papal que aparecen en el Libro de Daniel y el Apocalipsis terminaban ese 15 de mayo de 1780. Interpretaciones de ese tipo no faltaron y los adventistas todavía siguen considerando el Día Oscuro de Nueva Inglaterra como una señal premonitoria del regreso de Cristo.

¿Y qué dice la ciencia? ¿Por qué se oscureció el cielo de aquella manera hasta la mitad de la noche siguiente? Evidentemente, hablamos de algo ocurrido hace casi dos siglos y medio y no se dispone de los datos que serían necesarios para saberlo con seguridad. No obstante, la mencionada presencia de hollín y cenizas ya resulta de por si bastante significativa, por lo que la explicación parece obvia: el humo de un gran incendio forestal, acaso combinado con una niebla espesa. Es la hipótesis que apuntaron investigadores del Departamento de Silvicultura de la Universidad de Missouri en referencia a un enorme fuego que arrasó parte de lo que hoy es el Algonquin Provincial Park.

Situado entre la Bahía Georgiana y el Río Ottawa, en Ontario Central (Canadá), fue creado en 1893 y alcanza una superficie de 7.653 kilómetros cuadrados, con más de 2.400 lagos y 1.200 kilómetros de cauces fluviales, así como extensas áreas de bosques caducifolios y coníferas. En el parque se han encontrado cicatrices en los anillos de crecimiento de algunos viejos árboles que indican con bastante precisión cuándo fueron atacados por las llamas y apuntan precisamente a ese final de primavera de 1780.

Es más, en septiembre de 1881 -casi exactamente un siglo después, hubo nuevos incendios en Ontario y Míchigan que taparon el cielo del noroeste de EEUU, si bien no de manera tan intensa aunque sí como para que conste que la luz que había era una décima parte de la normal. En 1950 se registró otro importante fuego al oeste de Canadá, al que se bautizó como The Great Smoke Pall, que también lo cubrió todo con una capa tenebrosa. Y en julio de 2002 una cadena de incendios forestales en la parte septentrional de Quebec envió una espesa bruma de humo hacia el sur tiñendo de negro los cielos de Quebec, Nueva York, Nueva Jersey, Pensilvania y Washington, DC.

En otras palabras, los devotos de la escatología tuvieron que seguir esperando al Armagedón.

Fuentes: ‘Mark well the gloom’. Shedding light of the great Dark Day of 1780 (Thomas J. Campanella)/New England’s Dark Day (Keith C. Heidorn en The Weather Doctor)/The Dark Day (David E. Philips)/Historic storms of New England (Sidney Perley)/Dark Day of May: New England’s 1780 Plunge into Blackness(egdcltd en Info Barrel History)/Wikipedia/LBV