Cuando Evémero de Mesina encontró el registro del nacimiento y muerte de Zeus, Urano y Cronos

Sótano del Templo de Zeus en Aizanoi, Turquía / foto Valery Shanin – Shutterstock

Como ya comentábamos en artículos anteriores (los dedicados a Sanjuniatón y Megástenes) muchas obras perdidas de la Antigüedad se pueden reconstruir en buena medida gracias a las extensas citas de ellas encontradas en autores posteriores. Otro de estos casos es la Biblioteca Histórica de Diodoro de Sicilia, historiador griego del siglo I a.C. De los 40 volúmenes de su obra nos han llegado completos los primeros cinco libros y del número X al XX. Del resto solo quedan fragmentos, que se pueden rastrear en los escritos de Focio y otros autores del cristianismo incipiente.

El que nos interesa aquí es el Libro VI, porque en él Diodoro recoge parte de la obra de un autor anterior llamado Evémero de Mesina, que vivió entre 330 y 250 a.C. Ahí encontramos este párrafo (a través de la Crónica de Juan de Antioquía):

 

Cuando Zeus estaba a punto de morir, ordenó que sus restos fueran guardados en la isla de Creta; y sus hijos le construyeron un templo y los depositaron allí. Este monumento todavía existe en nuestros días, y en él se encuentra una inscripción que dice Aquí yace Pico, a quien llaman también Zeus (Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica VI–5.3)

La Cueva de Zeus en Creta en 1914 / foto Internet Archive Book Images en Wikimedia Commons

Extraña afirmación. ¿Acaso Zeus no era un dios inmortal? Sí y no, según como se mire. Diodoro resuelve la cuestión poniendo de manifiesto que

Respecto a los dioses, los antiguos han transmitido a las generaciones posteriores dos concepciones diferentes. Algunos dioses, dicen, son eternos e inmortales, tales como el sol y la luna y los otros astros del cielo, y también los vientos y todo lo que posee una naturaleza semejante a la suya; cada uno de estos dioses, en efecto, tiene su origen en la eternidad y una existencia para la eternidad. Pero los otros dioses, afirman, son seres terrenales que, gracias a sus beneficios a la humanidad, han alcanzado honores y fama inmortales (Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica VI–2)

Lo que está explicando es precisamente la teoría de Evémero de Mesina, una corriente hermenéutica hoy conocida como Evemerismo y que ya tenía un antecedente en el sofista Pródico de Ceos (465–395 a.C.), contemporáneo de Sócrates. Ambos afirmaban que los dioses no eran más que hombres que, por sus actos, alcanzaron tal fama y renombre que llegaron a ser deificados, y su historia alterada y exagerada con el paso del tiempo.

Idealización de Panquea / foto antiqua91.fr

Evémero vivió en la corte de Casandro, rey de Macedonia entre 301 y 297 a.C., donde debió desempeñar un cargo relacionado con la diplomacia, tal y como cuenta Eusebio de Cesárea en su Praeparatio evangélica (II 2, 59b–61a) citando a Diodoro.

Evémero, que era amigo del rey Casandro y que recibió de él el encargo de ocuparse de algunos asuntos del reino y de realizar largos viajes, cuenta que salió hacia el sur hasta el océano, que haciéndose a la mar desde Arabia Feliz, navegó por el océano durante muchos días y que arribó a la costa de unas islas situadas en medio del mar, entre las que había una que se llamaba Panquea (Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica VI–4)

No está muy claro si ese viaje de Evémero tuvo lugar realmente o se trata solo de una ficción inventada con carácter filosófico para exponer sus teorías. Tras esos viajes, que habrían llevado a Evémero hasta el Océano Índico a través de Arabia, volvería a Alejandría siguiendo los pasos de Alejandro Magno, y allí escribió el relato de su periplo titulado Hierà anagraphé (Ἱερὰ ἀναγραφή, traducido al castellano como Inscripción Sagrada).

Algunos siguen buscando la isla de Panquea / foto Metron Ariston

Esta es la obra perdida de Evémero citada por Diodoro. Se sabe que hubo una traducción al latín realizada por Quinto Ennio (239–169 a.C., considerado el primer gran poeta épico romano), también perdida, pero fragmentos de ella se han rastreado en la obra Institutiones divinae del apologista cristiano Lactancio (h.245–325 d.C.). También Agustín de Hipona cita fragmentos del texto de Evémero.

También se encuentra en esta isla, situado al pie de una montaña muy alta, un santuario de Zeus Trifilio, que fue fundado por el mismo dios en el tiempo en que era rey de toda la tierra habitada, cuando todavía vivía entre los hombres. En este templo hay una estela de oro, en la que, en caracteres panqueos, están escritos de modo sumario los hechos de Urano, de Crono y de Zeus (Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica VI–6)

Cronos y su hijo, cuadro de Giovanni Francesco Romanelli (1610-1662) / foto dominio público en Wikimedia Commons

¿Por qué tantos autores cristianos se tomarían la molestia de citar tan extensamente a Evémero? El pasaje anterior es un fragmento de su obra recogido por Diodoro y que nos ha llegado a través de Eusebio. Contiene la pista para entender por qué el asunto les interesaba tanto: Evémero habría encontrado la prueba de que tanto Zeus como Cronos, Urano y los demás dioses paganos, no habían sido más que hombres mortales. En esa utópica (o no) isla de Panquea había visto una columna de oro en un templo de Zeus donde estaba inscrito el registro de los nacimientos y muertes de muchos dioses.

En realidad lo que Evémero intentaba era explicar los mitos, hallar el sentido oculto en ellos, que para él era de naturaleza histórica y social. En definitiva, racionalizar la mitología en términos históricos. Filósofos posteriores recogerían el testigo de esta teoría, como Hume y Voltaire, quien incluso escribió unos Diálogos con Evémero.

Cronos mutilando a su padre Urano, fresco de Giorgio Vasari (1511-1578) / foto dominio público en Wikimedia Commons

Pero antes, en 1220, el bardo islandés Snorri Sturluson (que era cristiano) ofrecía también una explicación evemerista de los dioses nórdicos. En su obra Edda prosaica propone que no eran más que líderes y reyes históricos. Afirma que Odín había nacido en Asia Menor, descendiente del rey troyano Príamo, y cuenta su viaje a las tierras nórdicas:

Y en todos los países por los que pasaron se hablaba de ellos con gran gloria, de modo que parecían más dioses que hombres (Snorri Sturluson, Edda prosaica, Prólogo)

Fuentes: Biblioteca Histórica, Libro VI (Diodoro de Sicilia) / Los dioses de la ruta del incienso: un estudio sobre Evémero de Mesene (Vicente Domínguez García) / La mitología: interpretaciones del pensamiento mítico (Carlos García Gual) / Wikipedia/LBV.