Cuando España planeó atacar Australia

Cuando España planeo atacar Australia

Tenemos en España la insana costumbre de dejar que otros escriban la Historia por nosotros. Peor aún, en ese caso aceptamos y asumimos todo lo que suelen decir fuera, como si ello fuera ex-cátedra. Es algo especialmente sangrante en lo concerniente al mar y la navegación, sobre todo si se atiende a las versiones anglosajonas. Hay casos muy conocidos, como la aplastante derrota sufrida por la armada inglesa en Cartagena de Indias que ellos convirtieron en victoria. O una supremacía británica sobre los océanos que en realidad no fue tal hasta el siglo XIX; si han visto Elizabeth o las películas de Errol Flynn sabrán de qué hablo.

 

 

 

Valga todo esto como introducción a una noticia que supimos la semana pasada. Chris Maxcworthy, vicepresidente de la AAMH (Asociación Australiana de Historia Marítima), hizo públicos unos documentos que acababa de descubrir en los archivos de la Armada Española, según los cuales el gobierno de Carlos IV diseñó un plan de ataque a Australia en 1793. La idea, al parecer, era enviar una flota de un centenar de barcos de tamaño medio hasta Port Jackson (lo que hoy es el puerto de Sidney) y bombardear la colonia.

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No se trataba de invadirla, dado que ello requeriría una movilización mucho mayor, sino de arrasarla para expulsar de allí a los británicos establecidos, dado que, según expresó originalmente el militar Francisco Muñoz y San Clemente, se podían considerar un peligro para las rutas comerciales hispanas en aquella parte del mundo, tanto las que enlazaban con Sudamérica como las que iban a Filipinas, si decidían iniciar actividad corsaria como paso previo a algo más grande.

Por eso los buques españoles, concreta Maxworthty, irían equipados con cañones de proyectiles incendiarios, cuyas andanadas envolverían en fuego fácilmente la arquitectura de madera de la ciudad. Aunque vivían allí más de cuatro mil habitantes, lo hacían en condiciones tan precarias que no hubieran podido resistir el ataque. Sin casas ni abastecimientos, a los colonos sólo les quedaría rendirse y terminar deportados por segunda vez. Deportados por segunda vez, sí; veamos por qué.

Arthur Phillip era el gobernador y fundador de aquella primera colonia británica en Australia. Se había instalado en 1788, dieciocho años después de que el famoso marino James Cook, a bordo del Endeavour, desembarcara en ese lugar en nombre del Almirantazgo británico y reclamara las tierras para su país. Había pasado mucho tiempo buscando aquella casi mítica Terra Australis y cuando al final la halló, recorrió parte de su costa oriental, cartiografiándola y bautizándola con el nombre de Nueva Gales del Sur.

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Eso les bastó a los ingleses para asumir la autoría del descubrimiento y basar su derecho a colonizar las nuevas tierras… obviando que dos siglos y medio antes ya habían pasado por allí navegantes portugueses como Cristovao de Mendonça o Godinho de Heredia, este último a sueldo de España; de hecho, también los holandeses conocían Australia. No era nada nuevo; también se atribuye a Cook el avistamiento primordial de Hawaii en 1778 cuando el español Ruy López de Villalobos lo había hecho en 1555. Pero así se escribe la Historia y los británicos sí que fueron los primeros en apresurarse a echar raíces.

Esa rapidez -empezaron en 1787- se debió a los problemas que había en la metrópoli, con una enorme cantidad de reos condenados para los que no había sitio, dado que su destino de deportación habitual, América, había conseguido independizarse en 1776. Portsmouth fue el punto de salida del primer convoy que, compuesto por once navíos, trasladó a Australia mil quinientas personas, contando marinos, soldados y convictos de ambos sexos. También se llevaron centenares de vacas.

En el año 1789, España organizó una expedición científica (véase el mapa anterior) capitaneada por Alejandro Malaspina y José de Bustamante. Cada uno llevaba una corbeta (Atrevida y Descubierta, se llamaban), construidas ad hoc y con las que zarparon de Cádiz para un viaje que habría de durar cinco años. Durante su recorrido, llegaron a América del Sur, doblaron el Cabo de Hornos y subieron por la costa hasta México y Alaska, para luego atravesar el Pacífico hacia Manila y Nueva Zelanda. Aunque la misión era científica, en 1793 hicieron un alto en Port Jackson para comprobar de primera mano la información suministrada por Muñoz, si bien pretextaron el estudio de la fauna y la flora locales.

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Malaspina y Bustamante confirmaron el peligro potencial de la colonia, desde la que no resultaría difícil enviar tropas contra los virreinatos americanos. Sin embargo, no recomendaron emprender acciones bélicas sino abrir relaciones comerciales entre la incipiente localidad y los puertos españoles en Chile o Filipinas, dadas las necesidades de carne y suministros que tenían aquellos colonos británicos. Así, unos y otros saldrían ganando.

Pero cuando la expedición regresó a España al año siguiente, Malaspina cayó en desgracia ante Godoy y, acusado de conspirar contra él, fue despojado de su rango y encarcelado en La Coruña hasta 1802. Gracias a sus buenas relaciones con el rey, Bustamante no sufrió la misma suerte; es más, fue ascendido a brigadier, aunque no pudo recomendar la idea que habían tenido porque en 1795 estalló la guerra entre España y Gran Bretaña para apoyar a la Francia napoleónica, que entonces era aliada.

Un año más tarde, Bustamante fue nombrado gobernador de Paraguay y comandante general de la flota de Río de la Plata. Fue ese nuevo cargo el que le permitió diseñar el plan de ataque preventivo a Port Jackson y presentárselo a Carlos IV, según indican los documentos recién hallados. El monarca fue receptivo, le envió a Montevideo a preparar una escuadra y… nunca más se supo de aquella operación. La coyuntura política probablemente la hizo caer en el olvido: no mucho después Carlos abdicó en su hijo Fernando VII y ambos terminaron de rehenes de Napoleón mientras los territorios de ultramar aprovechaban la circunstancia para iniciar su emancipación.

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Vía: The History Blog/LBV

Mapa expedición Malaspina: Pfly en Wikimedia